El pasado 7 de agosto Enrique Laso dejaba este mundo; amigo, padre, hermano, hijo, nieto, compañero, poeta y novelista.
Gracias es todo lo que podemos decir dentro de este dolor. Tenemos un vacío enorme en el pecho, falta el aire y duele tanto su ausencia y la certeza de que no volverá, que por momentos parece ser irresistible.
Gracias a todos aquellos que lo conocisteis y a aquellos que no, a los que lo quisisteis como era y a los que no, a los que lo comprendéis y a los que no, a los que lo amáis y a los que no. Gracias por vuestros mensajes, recuerdos, llamadas, escritos y pensamientos.
Gracias también por respetar nuestra privacidad y entender que queramos seguir de esta manera.
Hay personas que nacen para ser eternas, que pasan por nuestras vidas poniéndolo todo boca abajo y luego se marchan, quizá porque sólo eran un sueño. Los que hemos sido parte de su vida, mejor dicho, él de la nuestra, sabemos que está en paz, que siempre quiso ser inmortal.
Ha sido tan amado que ese amor es ahora igual que él, infinito…
Extraído de su poemario “Lo que los árboles me contaron”:
No he nacido para ser pierna, ni manos, ni labio
Ni siquiera he nacido para ser corazón
o cerebro
No nací para restar media vida trabajando
He nacido para ser lágrima/ y beso/ y sabor/ y aliento
He nacido para ser pensamiento
Y de pensamiento en pensamiento
con los años convertirme en sueño
Fdo.: La familia de Enrique Laso.
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