Han pasado más de ochenta años desde que se publicó “La noche de las cien cabezas” de Ramón J. Sender, la novela olvidada del prestigioso escritor aragonés. Una novela de plena actualidad que nos demuestra que aunque pasen los años, la condición humana varía muy poco. Una lectura esclarecedora que se merece una segunda lectura o muchas más. En la entrevista, ambos editores al alimón, nos desvelan los secretos de tan peculiar novela y de tan excelso autor.
¿Qué les motivó a recuperar esta novela olvidada de Ramón J. Sender?
Sender es uno de nuestros autores favoritos desde siempre. Su calidad y amplia producción literaria, y lo azaroso de su vida nos interesa mucho, y el hecho de dar con una obra como esta, perteneciente a su primera época, con una estructura y temática atípicas en el ambiente literario del momento y, sobre todo, el que no hubiera sido nunca reeditada, despertó en nosotros una gran curiosidad. Cuando pudimos por fin leerla quedamos convencidos de lo interesante que sería poder volver a verla en las estanterías de las librerías.
¿Fue difícil conseguir algún volumen original?
En un principio sí, pues la posibilidad de conseguirla en librerías de viejo y lance era difícil por los pocos ejemplares disponibles y su elevado precio. Tampoco es un volumen que puedas encontrar en una biblioteca pública al uso. Finalmente recurrimos al Centro de Estudios Senderianos, del Instituto de Estudios Altoaragoneses. Esta institución vela por la conservación y difusión de la obra de Ramón J. Sender y realizan una magnífica labor. Nos dieron todas las facilidades para llevar adelante el proyecto, haciéndonos llegar una copia digitalizada de la novela, poniéndonos en contacto con los depositarios de los derechos y respondiendo atentamente a cualquier duda. Su profesionalidad y apoyo ha sido de gran ayuda, y hemos conocido a unas colaboradoras maravillosas.
¿Cómo ha podido estar olvidada esta novela por más de ochenta años?
Probablemente porque el propio Sender en su momento no contempló reeditarla, y si bien la concibió como parte de una trilogía llamada Los términos del presagio junto con Orden Público (O.P.) y Viaje a la aldea del crimen solo las otras dos vieron de nuevo la luz, quedando \"La noche de las cien cabezas\". Novela del tiempo en delirio olvidada y usada como una especie de fondo literario que utilizó en alguna obra posterior. Probablemente se debiera a que en su exilio estadounidense esta novela podía dar lugar a situaciones incómodas por lo incendiario de su mensaje político, o quizá porque el autor estaba alejándose de los posicionamientos ideológicos que se apuntan en ella, o porque el ritmo frenético de producción literaria de Sender dejase atrás obras anteriores, sepultadas entre su ingente obra… En cualquier caso, cuando a partir de los 70 en España empiezan a reeditarse sus obras, ésta en particular quedó relegada al olvido.
Sender fue un hombre con ideales, pero también con dudas y contradicciones
En la primera mitad de los años treinta nos encontramos con un Ramón J. Sender muy beligerante con el poder. ¿Cómo calificarían este periodo del autor aragonés?
Se trata de su periodo más militante y comprometido, al lado de los anarquistas, colaborando en prensa libertaria y en grupos de afinidad. Su experiencia en Marruecos, donde fue soldado, su estancia en la cárcel por conspirar contra la dictadura de Primo de Rivera y su labor periodística cubriendo hechos como el de Casas Viejas lo afianzaron en posiciones revolucionarias que plasmó en las obras de ese momento, uno de cuyos ejemplos más palmarios es esta novela. Sender, a partir de 1932, empieza a acercarse a posicionamientos comunistas, fruto de su reflexión sobre las posibilidades prácticas de llevar a cabo la revolución. En ese sentido, veía una mejor organización en el comunismo y fue acercándose a sus tesis, considerándose un “compañero de viaje”, si bien su independencia de criterio y sus dudas a ese respecto siempre estuvieron presentes. La noche de las cien cabezas, igual que antes había sido Siete domingos rojos, supone la plasmación literaria de ese trayecto ideológico. La guerra civil, donde luchó al lado de los comunistas, y el desarrollo posterior de los acontecimientos lo convirtieron en un furibundo anticomunista, con unos virajes ideológicos que fueron criticados en su momento desde posiciones muy diversas. Probablemente, como apunta José Luis Calvo Carilla en su magnífico prólogo para esta edición, Sender fue un “anarquista de espíritu” durante toda su vida. Un hombre con ideales, pero también con dudas y contradicciones, que fue golpeado brutalmente por los hechos históricos que le tocó vivir y que, ante todo, necesitaba seguir escribiendo.
También se aprecia en el estilo de Sender una clara influencia periodística. ¿Qué tiene de periodístico esta novela?
Hay que recordar que el oficio que daba de comer a Sender en esa época era el de periodista. Fue colaborador en multitud de periódicos de la época, algunos de claro signo militante, como Solidaridad Obrera (órgano propagandístico de la CNT), pero también otros más generalistas como El Sol, El País o La libertad.
Esta fue una de las grandes épocas del periodismo en España, ya poseedora de una gran tradición, que en tiempos de Sender tenía una importancia y difusión amplísima. En los periódicos se daban cita información, opinión, reportajes, literatura, estilo… Un año antes de la publicación de esta novela Sender había escrito Viaje a la aldea del crimen (Documental de casas viejas), crónica periodística que podemos considerar una especie de antecesora de lo que luego fue llamado Nuevo Periodismo; y el mismo año de la publicación de La noche... vio la luz un interesantísimo libro de nuestro autor: Proclamación de la sonrisa, una selección de varios de sus artículos aparecidos en prensa (reeditado hace unos años en una cuidada edición a cargo de José Domingo Dueñas).
En una época clave de nuestra historia, el periodismo era el transmisor de los cambios que se estaban dando en la sociedad, la política, la cultura, las costumbres… con una clara conciencia de que asistían al nacimiento de algo nuevo.
Lo que tiene esta novela de periodístico probablemente sea la atención al detalle, la capacidad para describir tipos humanos con breves trazos rápidos y certeros, el talento para sintetizar y mostrar el dinamismo y las tensiones sociopolíticas de la época en que fue escrita.
Su estilo es muy transgresor, fraccionario y moderno. ¿Se adelantó Sender a su tiempo?
En ciertos aspectos, sí. Ya lo había hecho en obras anteriores como Imán, con un estilo moderno en cuanto a la estructura y los planteamientos estéticos y temáticos. En este caso, perteneciente a lo que se ha dado en llamar “novela de avanzada”, esta obra es transgresora tanto en su temática (habla de la revolución realizada durante una noche, y de la sociedad que vendrá con el nuevo amanecer) como en su estructura. El simbolismo, lo fragmentario de la narración, los presupuestos del expresionismo de la época que enarbola, el gusto por la experimentación, las influencias de cierta tradición de la literatura española que culmina en el esperpento valleinclanesco, y aun ciertos conceptos pictóricos que remiten a Goya, se dan cita en esta inclasificable obra. Adscrito a los presupuestos del “Nuevo Romanticismo” propugnado por José Díaz Fernández, Sender hace una especie de síntesis entre la novela proletaria o revolucionaria y las propuestas estéticas de las vanguardias, uniendo dos mundos en apariencia opuestos.
¿Cómo definirían al protagonista de la novela, el Rano?
El Rano es un personaje sacado de la más pura tradición del realismo social español. Un marginado víctima de un mundo injusto que precisamente es el que Sender, desde sus planteamientos ideológicos, propone destruir en la novela a través de la revolución: la sociedad burguesa de la época. El Rano es un ser azotado por unas fuerzas que escapa a comprender pero frente a las que se rebela, en un acto casi innato de búsqueda de equilibrio.
En cualquier caso, no sabemos si llamarle protagonista, pues en una novela tan peculiar como esta su cometido no es el que solemos asignar a los “protagonistas” literarios. En ese sentido nos recuerda, salvando las distancias, a Ismael en Moby Dick. Sería un vehículo para entrar en otra u otras historias, un actor que después queda relegado y se convierte, como el lector, en espectador.
¿Cómo era la sociedad española en aquellos años treinta?
Una sociedad plagada de desigualdades heredadas de la época de la Restauración y que la Segunda República había tratado de paliar. Desde la perspectiva revolucionaria de Sender una república burguesa no era la solución, y menos después de sucesos como los de Casas Viejas. La toma de conciencia de gran parte de la población más desfavorecida y las potentes organizaciones obreras pedían cambios más rápidos y radicales, al tiempo que los conservadores se enrocaban en sus posiciones para no perder privilegios. La llegada de la república de derechas en 1933 radicalizaría aún más los posicionamientos. Esta obra fue editada en abril de 1934, un año especialmente convulso para nuestro país, con la revolución de Asturias y su sangriento aplastamiento. Era una época de crisis y cambios, esperanzas y miedos, ilusiones e incertidumbres, que serían finalmente aniquilados con el alzamiento militar y la guerra en 1936.
“En los años 30, las clases bajas sufrían injusticias y desigualdades fruto del contexto en que se desenvolvían”
¿Se adelantó Sender a su tiempo con esta novela tan original?
Probablemente. No conocemos ninguna obra de esta época tan arriesgada en la forma de aproximarse a un tema como el que trata. Su experimentación y contundencia nos parecen precursoras. Desde la perspectiva de los hechos históricos, creemos que no es casual que formase parte de la dicha trilogía Los términos del presagio, pues de algún modo parece anticipar situaciones que ocurrirían más adelante. En este sentido, nos parece muy interesante el capítulo XXI, que lleva por título “Una sesión histórica…”.
En vuestra opinión, ¿cuál es la crítica social más exacerbada de la novela?
La crítica que plantea la novela tiene al menos dos niveles. Por un lado, una crítica social y política obvia y despiadada, teñida también de humor negro y grotesco, dirigida a cualquier tipo de poder político, religioso, funcionarial, militar, monárquico, cultural, masculino e incluso sindical. No deja títere con cabeza a la hora de diseccionar una sociedad como la de los años 30,en la cual las clases bajas sufríaninjusticias y desigualdades fruto del contexto en que se desenvolvían.
En otro plano, más filosófico si se quiere, esa sociedad está formada por “personas” cuyo comportamiento y actitudes son impuestos, aún sin ser conscientes de ello, por las estructuras que detentan el poder. Eso son las cabezas que aparecen en el relato: “personas” en su sentido etimológico de “máscaras”, que la propia sociedad nos obliga a adoptar y bajo las que vivimos sometidos. Esas máscaras representan todos los vicios humanos que nos atenazan y generan las desigualdades, injusticias e infelicidad que nos subyugan. Frente a ello Sender opone la “hombría”, un concepto clave en la novela (capítulo XXII, “Proclamación de la hombría. La colina de fuego.”) y en su producción literaria, identificada como aquello que nos une como seres humanos y a la naturaleza, el “sujeto universal” en que nos reconocemos como semejantes y que puede ser la forma de llegar a una sociedad mejor.
La novela sería un espejo en el que ver la sociedad con todas sus miserias, pero también a nosotros mismos, con esos mismos defectos presentes en cada cual. Siguiendo a su maestro Valle-Inclán, ese espejo que Sender nos pone delante es cóncavo, como los del Callejón del Gato en el esperpento, pues a veces es en esa realidad deformada cuando se puede vislumbrar la verdad.
Esa sociedad y las “personas” que la integran deben ser barridas por la “tromba” (revolución) en una noche apocalíptica que acabaráalumbrando una nueva humanidad regida por la creación en común y el reconocimiento en nuestros semejantes.
En esa reflexión sobre las miserias que a todos nos acechan reside la vigencia de esta obra más de ochenta años después, salvando las evidentes distancias. Al fin y al cabo, somos herederos de algunos valores de la sociedad que es destruida en la noche de la que habla la novela.
¿Estaba la sociedad española preparada para leer a un autor como Sender?
Creemos que sí. Como hemos dicho, en una época tan convulsa y dinámica, probablemente había una gran masa de personas interesadas en leer propuestas diferentes que unieran realismo y vanguardia, experimentación y denuncia. Hay que recordar que Sender tenía muy buenas críticas en esa época y era considerado una gran promesa de la literatura española. Baroja, por ejemplo, en 1935 consideraba a García Lorca el poeta con mayor futuro de España, y a Sender lo mismo en prosa. Ese año ganaría el premio nacional de narrativa con Míster Witt en el cantón, y sus artículos y novelas tenían muy buena acogida.
Desde sus posicionamientos revolucionarios Sender tenía clara su labor de denuncia y crítica.
En 1934, en una España gobernada por el radical Lerroux, el libertario Sender, ¿fue un enemigo atroz para los gobiernos radicales-derechistas?
Ya lo había sido anteriormente, bajo la dictadura de Primo de Rivera, y ello le costó la cárcel. Los desequilibrios socioeconómicos de esa época seguían enquistados en la sociedad de la Segunda República, y se volvieron a agudizar con el ascenso al poder de las derechas en 1933. Desde sus posicionamientos revolucionarios Sender tenía clara su labor de denuncia y crítica.
También lo fue de los gobiernos de Azaña, sobre todo por lo de Casas Viejas.
Siguiendo la respuesta anterior, sí, es evidente. Desde sus posicionamientos anarquistas y luego comunistas, la implantación de una república burguesa no podía ser la meta final, si bien era consciente de que ciertas propuestas de reforma podían mejorar determinadas situaciones. Un suceso como el de Casas Viejas supuso una tremenda decepción que trajo consigo la publicación de un libro demoledor contra la gestión del gabinete de Azaña.
Por otro lado, también hay que recordar que cuando estalló la guerra Sender no dudó en luchar contra el fascismo y perdió mucho.
¿Tienen pensado publicar alguna otra novela del autor aragonés?
Estamos valorando el publicar alguna más adelante ya que, como hemos dicho, es un autor que nos apasiona, pero de momento los proyectos editoriales van por otros caminos. Quién sabe si volveremos a coincidir con Sender…
¿Cómo se decidieron a fundar la editorial?
Siempre nos ha gustado leer y todo lo que implica tener en tus manos un buen libro, en todas sus vertientes: su contenido y su “envoltorio”. El autor, la temática, pero también el diseño, la maquetación, las ilustraciones, papeles… Llevamos tiempo trabajando en temas relacionados con el mundo del libro y en un momento dado decidimos lanzarnos a editar los libros que nos gustaría leer, ver y tocar. Con ayuda de otras compañeras pusimos en marcha este proyecto. Actualmente lo llevamos entre los dos, si bien hay colaboradores que nos ayudan en varios de los procesos de edición pues, como probablemente todo en esta vida, las cosas salen adelante con el apoyo mutuo. Hace ya unos años y aquí estamos, poco a poco pero con Rasmia para seguir.
¿Van a publicar sólo escritores de Aragón?
No, queremos editar autores que nos resulten atractivos y creamos puedan interesar a los lectores. No miramos el lugar de origen, sino su calidad y potencia narrativa. Así, acabamos de editar El viaje del anarquista, una muy buena novela de Elifio Feliz de Vargas, escritor turolense con un interesante recorrido; pero en nuestro catálogo tenemos también dos obras de Iván Rojo, un interesantísimo autor valenciano que escribe cuentos y poesía (La vida salvaje) y también novela (Ultraligero). Blasco Ibáñez, Rafael Barret, Herminia Brumana, Ernesto Herrera, Edgar Allan Poe, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Vernon Lee o Franz Kafka también están en nuestro catálogo. ¿Lo que une a todos ellos? Calidad literaria, propuestas para la reflexión y un rato de disfrute asegurado.
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