‘Carrión’ es una novela espléndida, construida con un estilo muy depurado y un léxico que ha sido cuidado con esmero casi artesanal. En las páginas de ‘Carrión’ el lenguaje se emplea con destreza, aportando a la narración agilidad y dinamismo, lo que unido al suspense de la historia que se relata en la novela hace de su lectura una experiencia amena y atrayente, como suele suceder cuando estamos ante literatura de calidad.
‘Carrión’ es una novela intensa y extensa, como todo buen melodrama que se precie. Un libro que suscita y pide, al mismo tiempo, la atención del lector que se adentra en sus páginas. Una novela que nos habla de amor, pasión, erotismo, amistad, esperanza, nostalgia, de la plenitud de la vida, de los deseos de la naturaleza humana y los intrincados caminos, a veces trágicos, por los que puede llevarnos un destino que no podemos gobernar.
En las entretelas de ‘Carrión’ se observan trazas de romanticismo e influencias de autores como Galdós y su ‘Marianela’, Proust y su ‘En busca del tiempo perdido’, Dostoyevski y su ‘Crimen y castigo’, Dickens y sus ‘Grandes esperanzas’,…, a buen seguro no podía ser de otra manera en Antonio Daganzo.
Por otro lado, ‘Carrión’, lo sabemos por su autor, es una novela ideada y pensada en su juventud, cuando era aún estudiante de periodismo, que se ha ido elaborando, por decir así, a fuego lento. Un quehacer literario que ha exigido su tiempo hasta ser completado, para ofrecer finalmente una obra de madurez, acabada en todos sus aspectos, en la que no se han dejado resquicios a la improvisación.
En esta novela, Daganzo ha querido recuperar la tradición del melodrama que atrapó al público del siglo XIX y principios del XX. Una tipología de novela que cuando está bien planteada, como sucede en ‘Carrión’, tiene la facultad de conmover a los lectores que poco a poco se introducirán en una atmósfera sentimental, recargada adrede, y en los conflictos de diversa índole que viven sus personajes. Personajes que van tomando fuerza y potencia emotiva con cada capítulo, según avanzan los acontecimientos que se narran, y en los que el autor hace prospección psicológica. No en vano estamos, en palabras de Daganzo, ante una obra que es ‘melodrama reinventado’. En cualquier caso, aunque esta novela enlace con aquella literatura del pasado, ‘Carrión’ es una novela de nuestros días. Una historia cargada de contemporaneidad, de humanismo y, por supuesto, de poesía.
En efecto, la poesía está presente en una novela escrita por un autor que por encima de todo es poeta. El Daganzo narrador no puede desprenderse del Daganzo poeta, confiriendo a ‘Carrión’ una personalidad singular, donde la poesía no solo aparece como tema o hace acto de presencia en varios poemas diseminados a lo largo de la novela, también la prosa guarda la sorpresa de la poesía que surge en la narración como un elemento consustancial a la misma. Algo que puede atisbarse ya en los inicios de la novela, cuando por ejemplo leemos ‘La piedra, en el silencio que casi la invadía, parecía escuchar atenta el alto y diseminado quejido de las gaviotas’.
Al igual que la poesía, la música es otro elemento clave en ‘Carrión’. Daganzo, autor del libro ‘Clásicos a contratiempo’, un ameno y riguroso ensayo sobre música clásica, utiliza también la música como hilo conductor de la narración. En esta novela pueden oírse ‘ecos de zarzuela’ y ‘el arte Schönberg, Valdemar y Tovelille’. La música, la ‘música con mayúsculas… grande en su propia esencia’, es un elemento fundamental para este autor que no ha dudado en hacer de ella otro de los pilares sobre los que se apoya la obra.
Asimismo, los escenarios elegidos para localizar los episodios de la novela son lugares que han estado vinculados en algún momento con el autor. Por un lado Galicia, tierra en la que el protagonista de ‘Carrión’ hunde sus raíces y a la que volverá la mirada como posible vía de escape en el desenlace de la trama. Por otro, Madrid, ciudad a la que es trasplantado, algo a su pesar, y llevado por los sucesos que se desarrollan. Madrid, ciudad que se vive sola, sin conflictos, y se mira en el ‘espejo efímero de la conciencia individual’, por cuyas calles se camina ‘como de puntillas…, tratando de no echar a perder el milagro con su furtiva presencia’. Un Madrid repleto de múltiples calles por donde nos va llevando la novela, que durante los años que abarca la narración irá evolucionando hasta convertirse en la macrourbe que es en la actualidad.
Por último, Palencia, capital castellana bañada por el río Carrión que da título a esta obra y que el autor ha querido reivindicar en las páginas de su novela. Esa ciudad de Palencia que en una ‘mañana de luz exigua, de pertinaces sombras’ se muestra para Daganzo ‘aún más dueña de su propio carácter’. Palencia, ciudad ponderada en la que es posible encontrar una ‘arquitectura grandiosa’ que se alza ‘extraña casi en medio de la modestia palentina’.
Para finalizar, si se preguntan por qué el río Carrión, en concreto ‘las orillas del Carrión’, es aquí la respuesta, será algo que como lectores deberán descubrir acercándose a las páginas de esta novela, a buen seguro disfrutarán con la melodía literaria y la belleza de la prosa que nos regala Antonio Daganzo en este melodrama, escrito en estos tiempos de premuras, sobresaltos y tecnologías rutilantes siguiendo la estela de los grandes clásicos