La tarta de la publicidad programática es demasiado apetitosa como para que renuncien a ella. Y como no me creo que los de la Agencia Española de Protección de Datos de verdad estén por la privacidad, pues pasa lo que pasa. Que navegamos de incógnito creyendo que de esa manera estamos protegidos cuando la realidad es que de eso nada, monada. Que nos están espiando hasta el tuétano mientras, ingenuos de nosotros, nos creemos que hemos desactivado los programas espías.
Porque espían de verdad y encima tienen la cara de decirnos que lo hacen por nuestro bien. Por nuestra comodidad. Por nuestros intereses, cuando hay empresas, multinacionales tecnológicas, que ganan millones, miles de millones, con nuestros datos. Esos que damos gratis para seguir navegando en las diferentes páginas de internet.
No soy ingeniero informático, y por eso me creía que haciendo caso al panel que me ofrecían desactivaba las malditas cookies. Pero se lo pasé a los ingenieros de Cibeles, todo contento y me responden que no. Que han comprobado, entrando en los diferentes análisis de código, que las cookies se instalan si o si. Una estafa.
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