La editorial Drácena está empeñada en revitalizar las grandes obras de los maestros latinoamericanos de la literatura. Indudablemente, el escritor venezolano Arturo Úslar Pietri se encuentra entre ellos y son ya dos las novelas que han reeditado en unas magníficas ediciones. Con mucho gusto y elegancia, ambos libros se merecen un puesto destacado en nuestras bibliotecas.
Para celebrar la publicación de estas dos novelas, la editorial organizó un coloquio en el que participaron el profesor Teodosio Fernández y el escritor de la editorial Gastón Segura, ambos estudiosos de la literatura hispanoamericana. En opinión de Segura, “tanto Úslar Pietri como Carpentier se fijaron más en la historia que en los mitos”. Y ambas novelas son eminentemente históricas. “Oficio de difuntos” se centra en la historia de un dictador contemporáneo al escritor al que cambia el nombre para convertir la trama en más novelesca. “La visita en el tiempo”, por el contrario, es una biografía novelada de don Juan de Austria, uno de los grandes personajes olvidados de la historia española.
“Oficio de difuntos”, que fue publicada por primera vez en 1976, es una reflexión literaria sobre un caudillo criollo de origen rural. Úslar Pietri reconstruye el vacío histórico sufrido por Venezuela durante la dictadura de Juan Vicente Gómez (1903-1935), cuya realidad estuvo plagada de errores. Mediante un penetrante análisis psicológico el autor pone al descubierto los mecanismos que fueron despertando en el dictador la ambición de poder y la maduración de los medios necesarios para conseguirlo a través de los distintos cargos que ocupó. Pero el arte del novelista, a través de la ironía y del humor, consigue crear la distancia necesaria para componer una deslumbrante farsa de sátira política. La novela puede tener algunas concomitancias con “El otoño del patriarca” de Gabriel García Márquez como novela sobre un dictador, aunque sean radicalmente diferentes como lo es también “Tirano Banderas” del gran Ramón María del Valle-Inclán. “La novela sobre el caudillo fue un proceso sociológico muy hispanoamericano. Es la teoría del hombre necesario, la del salvador de un pueblo en contraposición a los dictadores montaraces”, explicó Teodosio Fernández
En “La visita en el tiempo”, don Juan de Austria nos aparece siempre envuelto por la leyenda: su resonante triunfo en Lepanto, su repentina muerte en plena juventud, su protagonismo en la conjura de Antonio Pérez, las vidriosas relaciones con su hermanastro Felipe II, el peso imborrable de su bastardía… Sin embargo, todos estos elementos no traban un drama que nos relata sutilmente Úslar Pietri en la novela, hasta trazarnos un personaje, como dice el profesor Joseph Pérez en el prólogo, quebrado por la busca de su propia identidad.
Pues si “La visita en el tiempo” puede leerse como una biografía novelada de don Juan de Austria, y el lector no podrá escapar, línea tras línea, a la angustia en que se debate el personaje y que no es sino la misma materia que convierte todavía a su figura en tan enigmática como sugestiva para los historiadores.
Al punto que “La visita en el tiempo” es una de las mejores y más perspicaces «novelas históricas» de la literatura hispánica; tanto que fue galardonada con el prestigioso premio Rómulo Gallegos. “Es muy interesante que un escritor hispanoamericano escribiese sobre cuestiones españolas. Se ha dado pocas veces”, afirma el profesor Teodosio Fernández en el coloquio. La novela es una auténtica historia de perdedores. “La angustia de don Juan es que buscó toda su vida una legitimidad que nunca consiguió”, señaló el escritor Gastón Segura al final del encuentro.
La novela sobre el caudillo fue un proceso sociológico muy hispanoamericano
Arturo Úslar Pietri nació en Caracas, el 16 de mayo de 1906, donde morirá en 2001. Como descendiente de un edecán de Simón Bolívar y de dos presidentes de Venezuela —baste añadir que su abuelo materno, el general Juan Pietri, fue presidente del consejo de Gobierno— se crio en un ambiente de honda impronta política, que se verá plasmada en la multitud de cargos que ocupó: tres veces ministro —de Educación, de Hacienda y de Interior—, secretario de la Presidencia de la República, diputado y senador, y hasta candidato a la Presidencia de la República, en 1963.
Sin embargo, no es menor su importancia literaria, su otra vocación que se remonta a 1928, cuando en enero apareció el único número de la revista Válvula, donde publicó el editorial «Somos» y el artículo «Forma y Vanguardia», considerados como las directrices del movimiento vanguardista venezolano. Esta vocación se verá fortalecida al año siguiente con su marcha a París, para ocupar el puesto de agregado civil en la Embajada. Durante su lustro parisino (1929-1934) no solo trabará su duradera amistad con Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier, sino que frecuentará a Paul Valéry, a Robert Desnos, a André Breton, a Ramón Gómez de la Serna… Lo que determinará su creación literaria y la convertirá en una de las más relevantes del continente americano. Cabe solo añadir que fue el formulador del término «realismo mágico», en su ensayo Letras y hombres en Venezuela (1948).
Su obra literaria aborda todos los géneros, en especial el ensayo periodístico, donde es copiosa, pero a la que hay que adjuntar siete novelas; la primera y más conocida es Las lanzas coloradas (1931), pero no conviene olvidar las siguientes: El camino de el Dorado (1947), Un retrato en la geografía (1962), Estación de máscaras (1964) o La isla de Róbinson (1981); más sus nueve recopilaciones de cuentos. Entre los múltiples reconocimientos que recibió, destaca el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que se le concedió en 1990.
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