Este libro surgió a partir de un blog que Amaya Asuncé fue
desarrollando durante bastante tiempo, al que dio una estructura más o menos
cerrada para poder adaptarlo y convertirlo en un libro- Siempre quiso probar el
formato del papel impreso y encuadernado, dando el gran salto desde internet.
Este gran salto se lo facilitó una de las secciones del
diario El País, que habló de su blog Cómo no ser una drama mamá. Ese mismo día recibió 7.000 visitas
en su página web y en dos semanas, lo que había creado en su tiempo libre se le
terminó yendo de las manos. Lo que comenzó como algo divertido y anónimo se
transformó en un gran fenómeno en la red y ella terminó confesando que era
quien había escrito ese blog (sobre todo se lo tuvo que confesar a su madre).
De este modo, terminó alcanzando las 30.000 visitas
mensuales, pese a que no actualizaba su blog con mucha frecuencia, ya que suele
subir una nueva entrada cada dos o tres semanas.
A la hora de recopilar los contenidos del blog en su libro,
conservó la estructura general del blog e incluyó los comentarios más
relevantes que sus seguidores hacían acerca de sus madres, con los que se ha
echado unas buenas risas, según nos contó, debido a la infinidad de variantes
para cada una de las expresiones que vienen recogidas en el texto, y cómo las
madres de los diferentes países dicen cada expresión a su manera. Además, el
libro incluye la opinión de algunos expertos, como Javier Urra o la Supernanny.
A su vez, el trabajo de edición fue bastante complicado y se
centró sobre todo en modificar el lenguaje coloquial del blog.
Así, Cómo no ser una
drama mamá nos explica el "amor de madre" desde el punto de vista de una hija y, en
concreto, desde un punto de vista muy personal. Si Amaya hubiera sabido que el
blog no iba a permanecer anónimo, no hubiera profundizado tanto en relatarnos
sus amargas experiencias de la infancia y de la juventud, no hubiera dicho
tantos tacos o hubiera omitido ciertos pasajes, como aquél en el que dice que
su madre le había disfrazado de basura.
Pero en cada una de las entradas, Amaya también sale en
defensa de su madre, ya que ella era una niña terrible y tampoco ponía mucho de
su parte. Por eso es por lo que Amaya cree que lo que realmente hace que una
madre sea una drama mamá son los hijos e hijas y no su propio carácter o
temperamento.
En definitiva, Cómo no ser una drama mamá es para los niños con coderas y chándal de
táctel que sabían que los cromos que regalaban en la puerta del cole llevaban
droga y que hay que hacer dos horas de digestión para meterse en el agua. Pero
también es para los que aseguran convencidos que nunca serán como su madre...
Infelices.
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