Luis Mateo Díez siempre ha sido un autor muy prolífico pero desde que se jubiló como funcionario del ayuntamiento de Madrid no ha parado de escribir y publicar, no hay año que no se editen uno o dos libros suyos. “Yo tengo necesidad de escribir y siempre he tenido muchas ideas. Creo que no tendré tiempo para escribir todo lo que tengo pensado y anotado”, se arranca el autor leonés poco después de comenzar nuestra entrevista. Creador del mundo de Celama, que podría encontrarse en la provincia de León, lleno de oscuridades y de personas que sobreviven gracias a sus sórdidos trabajos; casi todas sus novelas se centran en ese mundo rural y provinciano del que no suele dar muchas pistas. “Algunos lectores me han dicho que mis ciudades suelen estar vacías y en ésta sucede algo parecido. Solo hay personas cuando aparecen los protagonistas por las calles y no en todos los casos. Describo una ciudad desordenada, llena de inquietudes de los personajes”, expone con seguridad el autor de Villablino. “Creo que mis primeras novelas tenían un fuerte componente irrealista y si me apuras hasta fantasmal. Siempre que escribo entro ahí”, señala Luis Mateo Díez y agrega “siempre me ha preocupado la condición humana, todas mis novelas tratan de sobre ella pero desde diferentes registros. No creo que haga dos novelas iguales que me encaminen hacia un mismo lugar”. Parece que la vida le ha dirigido hacia la literatura como fin. “Sólo tengo inquietudes y ambiciones en el mundo literario, en el resto de las cosas no”, afirma con rotundidad el escritor. De ahí, que dedique la mayoría de su tiempo a la literatura, pero lo hace con mucho humor. Es un elemento, como la ironía muy fuerte y potente. El humor es un elemento irreal por la lucidez que conlleva. Da un sentido más justo a la realidad que vivimos. Es un punto muy tragicómico”, apunta este escritor que se considera a sí mismo como divertido. Y, desde luego, que lo es. Ese humor irónico ha estado latente en sus novelas pero en “El hijo de las cosas” se revela con más rotundidad. “Hay en la novela un humor disparatado, exagerado, desorbitado, surrealista y hasta en cierta forma expresionista. Es como una fábula moral, algo que ya Valle-Inclán utilizaba, aunque a mí me gusta más el teatro del absurdo como el de Beckett”, analiza agudamente el autor de novelas como “La fuente de la edad” o “La cabeza en llamas”. Otro de los autores de referencia suyo es el francés George Simenon. “Es único describiendo atmósferas sean morales, pervertidas, criminales o de desgracias. Tiene un sentido muy peculiar de todo, muy descarnado. Me ha influido mucho”, asevera con convicción. De ahí que su nueva novela tenga elementos de su escritor favorito. “Todos mi personajes andan un poco extraviados, como perdidos”, añade. “Estamos saturados de realidad, sufrimos un asedio terrible”Algunos de los personajes de su novela están descarriados, por no decir todos. “Las mujeres son mucho más fuertes y poderosas que los hombres en esta novela. Los personajes tienen que entender que la vida está en la rutina de vivirla. La vida es un asunto a resolver porque hay que entender que la vida es un trastorno. Quizá por eso, a mis personajes se les va un poco la olla. Eso, ya le pasaba a Galdós con sus personajes que se volvían un bastante locos”, refiere. “Sé que el mundo que reflejo en El hijo de las cosas no es un mundo de ahora, que está completado con muchos elementos simbólicos de precariedad y posguerra. Es un mundo sin tiempo”, explica y continúa diciendo “como narrador no me interesa lo sociológico. Estamos saturados de realidad, sufrimos un asedio terrible. Por ejemplo, entender lo que está pasando con los nacionalismos, se entiende mucho mejor si no lo miramos en el espejo de las ideologías”.
Temas como el de los emigrantes, no es para Luis Mateo Díez un argumento para una novela. “Es más un problema espiritual, vital, íntimo y secreto que entra en el mundo de los afectos como el de la familia, asunto oscuro y confuso donde los haya”, especifica. “El hijo de las cosas” es, según su autor, una “fábula sobre la manipulación de los afectos contada con mucho humorismo y con elementos destructivos en donde hay muchas situaciones estrambótica. Ha sido una novela difícil de escribir, no así de leer”, opina el escritor leonés. “Las formas de relación familiar han cambiado mucho en estos últimos años”, concluye el escritor que continúa en una plena forma envidiable. De tal manera que todavía le quedan muchas novelas por escribir. “Termin una y ya estoy con la siguiente, tengo muchas historias preparadas sin querer. Se podría decir que los argumentos me salen solos”. Puedes comprar el libro en:
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