"Sólo puedo escribir si tengo el contacto humano con mis amigos"
A la entrada del hotel donde celebra su primera rueda de prensa de este año, ondea la bandera brasileña, conocida popularmente como la Auriverde, su leyenda Ordem e Progresso se ve en buena parte de la Castellana en honor a Dilma Rousseff, la primera mujer presidenta de su país, de convicciones troskistas en su juventud pasó, tras un largo periplo a militar en el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva de la que fue jefa de gabinete.
Paulo Coelho se muestra reacio, últimamente, a conceder entrevistas, lleva tres años sin conceder una, sin embargo, se muestra cercano con los periodistas y bromea con los fotógrafos a los que hace una foto para su Twitter. Mantiene el contacto con sus lectores a través de Internet, ese contacto es muy importante para él, aunque sólo sigue a unos noventa amigos de toda la vida.
El manuscrito encontrado en Accra es su obra más esperada. Para su editora española "nos encontramos con toda su obra en ella" y la recomienda fervientemente afirmando que "nos ha cambiado de algún modo la forma de actuar nuestra". El libro de Coelho sale en España con la editorial Planeta, pero para América Latina los derechos los ha conseguido Random House Mondadori y se han hecho dos traducciones diferentes al castellano.
En su charla de presentación hace una larga disertación sobre los avances tecnológicos en materia de comunicación y lo mucho que se parece la época actual a la de Gutenberg cuando invento los tipos móviles para la imprenta, aquello fue una revolución, se pasó del pergamino al libro, ahora estamos pasando del libro al soporte digital y aunque el libro permanezca, ya no será como antes.
Lo que sí es lo mismo es las ganas del ser humano en escribir, en expresarse. "Escribo para ser leído", afirma tajante dejándose de necedades de otros autores. "La sensación de compartir es la mejor sensación del mundo", dice porque lo que él quiere es que sepan los lectores como es su vida. "No vivo aislado en una torre de marfil y me parece mal que el escritor no tenga contacto con sus lectores", cuenta, aunque reconoce que para un cantante o para un actor el contacto es más fácil.
"Sólo puedo escribir si tengo el contacto humano con mis amigos, que no son mis seguidores, yo no tengo seguidores sólo amigos con los que comparto mi alma y mi comprensión del mundo", explica en un castellano muy correcto que en alguna ocasión no encuentra la palabra justa que quiere expresar. No importa, se le entiende perfectamente. Consigue hacerse entender y así lo atestiguan sus más de 180 millones de libros vendido, "lo que supone más de 500 millones de lectores", otra vez, ¡casi nada!
"El mundo del libro ha dado un cambio radical que todavía mucha gente no se ha dado cuenta", opina. Ahora hay plataformas distintas en las que compartir ideas. Hay entra Internet, "me encanta escribir un post, ya sé que no se gana nada haciéndolo pero así estoy conectado con la gente y ellas conmigo", aclara.
"En el mundo actual hay una ausencia de valores, por eso escribo sobre ellos". Son los mismo valores que hacia mil o cinco mil años. Los valores del mago, los valores del profeta. Reivindica el libro de Khalil Gibran que ahora no conoce casi nadie. "Si les gusta mi libro, lean El profeta". El manuscrito encontrado en Accra es una cuidada parábola que se desarrolla en 1099, justo antes de la primera cruzada. Donde el Copto manifiesta su sabiduría a sus discípulos.
Han pasado casi mil años pero las preguntas que se hacen los seres humanos siguen siendo las mismas en especial ¿quién soy yo? "El trabajo del escritor es añadir algo a este mundo, no imponer. Yo sigo teniendo la misma ilusión que al principio cuando empecé a escribir El peregrino de Compostela. "Yo sigo siendo un peregrino", recalca. Para él el camino es la llegada.
Y el buscar las respuesta, solo que "en el momento que tenemos las respuestas, cambian las preguntas, hay que vivir la experiencia del misterio de quién soy yo", filosofa. Desde El alquimista siempre ha protagonizado la busca, por eso ha tratado en sus libros cuestiones que no dejan indiferentes a los lectores. "En Once minutos, mi segundo libro más leído, trato el tema de la prostitución y en El Aleph el de la reencarnación", temas peliagudos que le gusta tratar porque "me encantan los desafíos", siempre encuentra desafíos que doblegar aunque como él mismo escribe "no intentes nunca agradar a todo el mundo, o perderás el respeto de todos".
Sabe que muchas de sus opiniones, por la menos sorprenden, si no molestan. "La felicidad es una invención del siglo XVIII, nuestra época es la época del consumo, el consumir más, ¿lo vamos a llamar felicidad? En esta época de crisis no por consumir menos se va a ser menos feliz, por eso en lo que yo estoy interesado es en la alegría, los niños son alegres, habría que volver a la infancia", explica el autor de Valquirias.
También le gusta provocar, sobre todo a los religiosos "para ello les hablo de sexo", dice sarcástico. Prefiere una buena charla con una persona sencilla, "un taxista", por ejemplo, que con un gurú. Algo que él no quiere ser, aunque nos suele tener acostumbrados a sentencias que nos dan que pensar: el éxito es eso, irse a la cama cada noche con el alma en paz. En paz se queda uno después de escuchar a este peregrino que quiere aportar algo, nunca imponer.
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