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El escritor gallego Manuel Rivas presenta su novela “Las voces bajas”

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Las voces bajas
Las voces bajas

Se presentó en Madrid la más reciente obra del escritor gallego Manuel Rivas, Las voces bajas, una novela cautivadora sobre el amor a la familia y a la literatura que ha sido definida como su libro más íntimo y fascinante.

Las voces bajas es la novela de la vida”. Así define Rivas esta obra intimista, delicada y singular, en la que el autor va desgranando recuerdos de su infancia y adolescencia, que se suceden a merced del suave viento de la memoria, que, al igual que el viento, es inconstante y tiene una serie de golpes que no permiten una estructura rectilínea. Rivas es poco estratega en cuanto a la estructura de lo que va a escribir, se mueve “a la manera del vagabundo para representar el andar de la literatura, un andar simultáneo en el día y la noche, pasado y presente, ilusión y desolación…” y, de este modo, representar un poco todos los contrarios que tiene la vida misma.

En cuanto a cómo surgió la idea de escribir esta novela, Rivas admite que él funciona en el sentido literario a la manera de Kafka: “no te preocupes por la historia, siéntate, espera con los sentidos alerta y la historia va a llegar a ti si estás receptivo a ella”. De esta manera, Rivas se pone en marcha y esa idea que parece milagrosa es la situación de muchos de sus relatos.

Así, Manuel Rivas se encuentra con que hay un crecer interior del que ninguno de nosotros somos realmente conscientes, y entre estos sentidos interiores se encuentra la memoria, “una memoria que no se parece a un depósito de trastos, sino una memoria en la que las cosas transcurren de otra forma, una memoria que tiene su imaginación, es un ser vivo, no una especie de karaoke, como suele ser considerado”.

Por tanto, podemos ver que el relato sí que tiene una estructura interna aunque no sea una estructura que responde a un esquema construido previamente, sino que es más sinuosa, “de la misma forma que antes se desarrollaban las ciudades, antes de que surgieran las técnicas de arquitectura y planificación urbanística moderna”, sin ningún orden aparente, pero respetando la armonía.

Por otro lado, hay que destacar que el origen del libro ha sido el primer recuerdo de Rivas y lo primero que recordaba es su primer miedo: el temor a los Reyes Católicos (los cabezudos), temor que se termina convirtiendo en algo cómico y esta ironía y este terror marcan el resto del tejido del libro, ya que actúan como la primera puntada de una prenda. Este recuerdo ha sido fundamental para la novela, Manuel Rivas ha llegado incluso a decir que sin esa experiencia no hubiera escrito este libro.

En cuanto a la separación entre ficción y realidad, hay que destacar que lo que hay de ficción forma parte de su propia realidad, ya que Rivas ha abandonado esa idea limitada de la realidad que tienen los escritores realistas, cuyo realismo es equivalente a una reproducción o una fotocopia y hay un cierto miedo a salirse del papel en el que se ha imprimido. Pero con la imaginación podemos acabar formando una fotografía que no es la misma que en el pasado y que tiene más vida. De este modo, estamos ante una obra escrita a modo de autobiografía donde todo puede ser verdad o no tanto –no en vano es una novela–, y en la que el Rivas niño va descubriendo –con una mezcla de miedo, estupor y maravilla– lo que de extraordinario hay en la gente corriente, al tiempo que el Rivas adulto enseña el inmenso amor que siente por su familia y su profundo respeto por la literatura.

Y esto que acabamos de mencionar acerca de los Rivas niño y adulto nos lleva a la pregunta siguiente: ¿Quién escribe? Según Rivas, quien escribe es “una especie de cuarta persona entre el singular y el plural, lo individual y lo colectivo”.

A su vez, Rivas logra una gran empatía con sus personajes debido a que, aunque son de su Galicia natal, podrían ser de cualquier parte de la geografía. La gente se identifica con ellos porque “lo universal es lo local sin paredes”, ahí está lo esencial.

En definitiva, Las voces bajas es una obra donde cada capítulo es un exquisito relato en sí mismo, donde el universo de Rivas se expande en forma de prosa y se contrae como un poema, y donde el lector siente la fuerza de las emociones y el peso de los sentimientos que el autor ha querido esconder entre sus páginas. Esas mismas emociones y esos sentimientos que dice Manuel Rivas que miden la literatura.

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