"Me deseó felices sueños" es la historia del autor que ha crecido en él durante cuarenta año
El periodista italiano se quedó huérfano el último día del año 1969. Tenía entonces ocho años y le contaron que su madre había fallecido de un ataque al corazón. El protagonista, que es el autor de la novela, no conocería la verdadera historia del trágico desenlace de su madre hasta cuarenta años después, cuando ve, en una edición de aquel día, la noticia de la muerte de su madre que le enseñó su madrina. Durante esos años estuvo engañado, pero no siente rencor por su padre, “mi padre me contó un cuento de amor para defenderme de la verdad”, dice el novelista.
“El secreto del libro es haber contado mi historia y haber superado el pudor de escribirlo. El tema del pudor es algo muy interesante para mí, porque una vez superado puedes contar la verdad mucho mejor y en una novela mejor que en un periódico", afirma el autor de Me deseó felices sueños, quien destaca que “a través de una narración se llega más al público”.
“Los lectores quieren oír historias en primera persona en lugar de estadísticas frías. En la prensa la gente te lee mucho más si cuentas una historia. Para mí era muy importante contar mi historia para ser creíble. Una historia que me había crecido dentro durante cuarenta años. La gente se ve como en un espejo y al cabo del tiempo hacen suya la historia. Por eso reivindico la primera persona en el relato porque así se crea un vínculo muy interesante entre el escritor y el lector", explica el subdirector de la Stampa. En este punto recuerda a Roberto Saviano y su obra Gomorra, “Saviano está dentro del relato, forma parte de su vida”, añade.
La verdad es una de las obsesiones de Massimo Gramellini, “es necesario hablar de la verdad; el problema surge cuando no estamos preparados para escucharla. Aunque la rechacemos y no la queramos aceptar, siempre conocemos la verdad en el fondo de nuestro corazón. Uno no la quiere saber porque la verdad nos hace sufrir, aunque después nos haga crecer. La verdad es importante para ser adultos y hay que tener el valor de aceptarla”, desbroza lentamente el periodista Gramellini.
Para él, tanto en el periodismo como en la vida privada, siempre “es necesario contar la verdad, aunque lo complicado es encontrar el momento adecuado, porque a lo mejor la persona a la que va dirigida no está preparada”. Así, admite que él con ocho años no estaba preparado para saber la historia real de la muerte de su madre aunque, claro está, cuando se enteró a los 49 de lo que realmente sucedió, “quizá ya era demasiado tarde y lo ideal hubiera sido algo intermedio”.
Cree que cuando se enteró maduró de golpe, pero para llegar a eso apeló, como válvula de escape al fútbol, “puesto que la realidad había resultado ser una tirana sanguinaria, pedía asilo a la fantasía”, escribe Massimo Gramellini y el fútbol ocupó un primer plano cuando empezó a escribir crónicas del Torino, “el mejor equipo del mundo”, dice sin dudar. “En 1949 tenía un equipazo extraordinario, la desgracia se cebó en el equipo y en un accidente el 4 de abril de ese año murieron todos los componentes del equipo. Nunca perdonaremos que la Juve creciese por esa desgracia. Años después trabajó para Agnelli, el dueño de la Juve, y siempre me gusta meterme con él por esto del fútbol. Una vez, cuando en 1998 el Real Madrid ganó la Champions, me puse una corbata del Real, mi segundo equipo y Agnelli me dijo que: su segundo equipo cambia todas las semanas cuando pierde la Juve. Pese a eso, todavía no me ha despedido”, cuenta con sarcasmo el autor italiano.
Cree que su novela ha tenido éxito y cuenta con muchos lectores porque retrata un hecho común que les ha ocurrido a muchas personas “me escriben y me hablan de traumas familiares”, algo de lo que él deduce que “hay muchos huérfanos de padres vivos”. Añade además, desde su propia experiencia, que un huérfano “necesita que le amen y piensa que cuando lo consiga será feliz, pero en realidad luego se da cuenta de que se es más feliz amando. La felicidad consiste en amar”.
En esta línea, Gramellini explica que “escribir es una terapia que te vacía”, pero puntualiza que”"si no sigues viviendo, al final recaes y te vuelves a llenar” de cosas negativas. Por eso no duda al afirmar que "ante el dolor podemos hundirnos o descubrir algo dentro de nosotros que haga de nuestra vida algo muy grande".
Finalmente, haciendo un paralelismo con la situación social actual y la crisis económica que vivimos, plantea que ahora “podemos perdernos y perder a Europa o que algo haga click y evolucionemos hacia algo mejor”. La crisis es sinónimo de oportunidad en las lenguas orientales, por lo que espera que la crisis sea una oportunidad para mejorar y no para ir hacia el desastre, por eso concluye que cree “que la próxima generación no sea de italianos o españoles, sino de europeos en algo así como los Estados Unidos de Europa”.
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