Acompañó al escritor el editor David Trias que se mostró encantado, tanto con la primera novela, que ha tenido numerosas traducciones, algunas de ellas las presentó en el acto y que ha vendido más de 60.000 ejemplares en todas sus ediciones, como la recientemente publicada, de la que dice que sus páginas finales son lo mejor que ha leído en estos últimos años. Porque la novela tiene un final sorprendente y redondo.
El libro tiene un final que no se puede contar, para no desentrañar la trama y el interés del mismo, un final que cambia por completo el sentido de la novela y ese es para él el que debe ser su objetivo principal como escritor, "me gusta dejar al lector en la última página con algo que no tenía antes", explica Yanes.
"Hay un cariño por los finales", dice sin reparos el escritor. Porque como él señala hay libros magníficos que se cierran sin acabar pero su deformación periodística le dicta que hay que acabarlos y saber acabarlos bien. Como le ocurre a este libro. Aprecia Yanes la labor de la editorial, que le ha dejado total libertad para escribir y esa vuelta a la infancia era esa espina enquistada que todo el mundo quiere extraer para poder sentirse más libres.
Esa libertad viene dada por el mundo de la infancia y los viajes, sus dos grandes pasiones. Pero sobre todo sus viajes por África que refleja en sus dos libros. De ahí surge la novela, de la infancia. Está dedicada específicamente a ella y está escrita desde el punto de vista de un niño que crece, explorando el mundo de la infancia desde los iconos universales de la aventura y el cine. Desde el punto de vista de Indiana Jones, Batman o la Guerra de las Galaxias.
Pero la infancia vista desde la perspectiva de su niñez, no de la de sus hijos, que ahora "los preparamos más para competir", explica. Esa niñez suya, que era un tipo de vida distinto, con más libertad. Se vivía en las calles, sin dar tantas explicaciones a los padres. Eran otros tiempos y se vivían de otra manera. Y esa libertad se vivía a través de "los sueños, el verano y los viajes".
"Todo viaje es una vuelta a la infancia en cierto modo", afirma el periodista madrileño. En los viajes se rompen las rutinas, nos acercan a las experiencias infantiles y añade "el viaje me sirvió a mí para descubrir el mundo y la libertad. Aprendí a conocer el mundo y a mí mismo a través del viaje". En especial ese viaje que transcurre entre Torrelodones, su pueblo natal, y África, a la que ama y escribe con profusión. En este libro se abunda más en su querida Kenia y, en especial, Mombasa.
No cree el autor que sea la suya una novela nostálgica, más bien cree que su novela es blanca, "lo que antes era una novela rosa o romántica", especifica. Una novela en la que sus ingredientes pueden ser la sal y el azúcar mezclados o la cal y arena, juntas. Una novela que contiene sentimientos y esa es su forma de escribir "puedo convertir cualquier historia en una trama blanca y de la voluntad", explica. En una novela de sentimientos y emociones que son muy difíciles de transmitir pero que Javier Yanes consigue holgadamente.
En contraposición a un tipo de literatura que siente especial predilección por la desgracia, que es la que se está dando hoy en día. Huye de "los personajes movidos por razones inmorales y parece ser que si no se entra en esos carriles no hay espacios por donde moverse", refirió el novelista.
Porque Yanes disfruta escribiendo y se nota y por eso mismo escribe, es un escritor con la pasión por escribir: "me gusta escribir sobre lo extraordinario de lo cotidiano y sobre el azar", puntualiza sobre su forma de escribir, por eso recomienda perder el tiempo, tomar un tiempo para no hacer nada y pensar. Eso ni más ni menos es para él el paraíso, "tener tiempo para no hacer nada".
El titulo de la novela tiene poco sentido comercial según su opinión y proviene de una antigua oración anglosajona que se les enseña a los niños para que recen antes de dormir. Por eso, "la novela se sitúa en la frontera entre los sueños y la realidad", explica. Y es ese el límite entre los sueños y la fantasía de los niños que se alimenta de la evidencia. Por eso, Yanes comienza cada capítulo del libro con la palabra: "Desperté".
Despertamos a la emoción que transmite un escritor como los de antes, que nos cuenta nuestra infancia desde la perspectiva de un adulto. Utilizando dos hilos narrativos diferentes en un mismo verano, que marcará de resto de unas vidas que están sumergidas en el sueño de la infancia. Y que tendrá un despertar alegórico que marcará el resto de sus vidas. El hecho misterioso que mantiene en vilo todo el libro nos lo va explicando el autor con lo que ocurre antes y después y no es hasta el final cuando se resuelve de manera sorprendente. Un libro que merece la pena leer.
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