El acto ha sido presentado y dirigido por el director de la Real Academia, José Manuel Blecua, quien ha hecho una introducción histórica de la lengua castellana, desde los tiempos de los Reyes Católicos, quienes consideraban a “la lengua castellana como pobre” y que “la corona debía ampararla”, pasando por la fundación de la Academia. Hace ya tres siglos que “tenían la percepción de que la lengua castellana había llegado a la perfección”, por eso el lema de la Academia es “limpiar, fijar y dar esplendor”, señaló el director de la misma.
A mediados del siglo XIX ya hubo un proyecto de publicar una biblioteca selecta de clásico y en la República, bajo el gobierno de Manuel Azaña, se encargó a Ramón Menéndez Pidal el retomar el proyecto, que no se llevó a cabo por los motivos de sobra conocidos. Pero don Ramón sí trabajo sobre manuscritos que se han retomado ahora y, como dijo el filólogo Alberto Montaner, utilizaron en ellos ácido clorhídrico para ver lo misterios que guardaban en sus páginas, lo que ocasionó algunas deformaciones que ahora, con los nuevos métodos hoy en día utilizados, han salido a la luz.
Las obras escogidas por el catedrático Francisco Rico suman 111. El por qué de dicho número es que “todas las obras son auténticos números 1”, afirmó. Quizá por ello han cogido este número simbólico, el 111: son números uno y son trino, tres uno. Se mostró el director de la obra orgulloso con el cometido por él empezado y, aunque su proyecto no es comercial, mostró un afán de superación encomiable cuando dijo que “queremos que desaparezcan las ediciones clásicas de las otras editoriales, sólo queremos que perdure la nuestra”. Esta desmesura fue rápidamente corregida por Víctor García de la Concha, Director Honorífico de la RAE que apuntó a una oferta de excelencia, alejada de la “postura extremosa y hiperbólica” de Rico.
Los primeros cuatro volúmenes de la colección son el Cantar de Mio Cid, primer volumen; Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, tercer volumen; Gramática sobre la lengua castellana de Antonio de Nebrija, décimo séptimo volumen y La vida del Buscón de Francisco de Quevedo, quincuagésimo primer volumen. A razón de ocho obras al año, tardarán entre trece y catorce años en publicar toda la colección.
El precio de los volúmenes “oscilaran entre 20 y 24 euros, dependiendo de la magnitud de la obra y tendrán una tirada inicial de 4.000 ejemplares”, informó Joaquín Álvarez de Toledo, director general de la editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, quien anunció que próximamente, dentro de unos tres años más o menos lanzarán unas ediciones más económicas que serán las colecciones popular y escolar y para más adelante habrá una gran difusión digital.
Darío Villanueva disertó con gracia y erudición sobre la muerte del libro y la literatura. Algunos expertos consideran que en 2018 se producirá, pero “estos agoreros ya se han equivocado otras veces y quién nos dice que no se vuelva a equivocar”, señaló. Marshall McLuhan, en 1962, predijo la fecha de 1980 como el año de la posible defunción del libro, pero la que se produjo fue la suya y el libro sigue, pese a la crisis, perviviendo, si bien es verdad que los textos digitales están cada día más en auge, para novelas y libros de historia pero lo que parece, es que no podrán competir con los libros de consulta. Terminó su parlamento señalando que de las 111 obras, doce de ellas tienen una declarada naturaleza americana.
Jaume Lanaspa, director general de la Caixa, se mostró encantado de haber podido colaborar en un proyecto de esta magnitud y entusiasmado relató cómo se pergeñó el patrocinio de la colección cuya finalidad última es preservar un patrimonio lingüístico que nos pertenece a todos, a los 500 millones de castellano parlantes que hay en el mundo y para ello qué mejor que una colección con las mejores ediciones de la literatura clásica castellana.
Francisco Rico señaló con su habitual gracejo que los “libros están enfocados al servicio del lector, con una introducción mínima, tres o cuatro páginas, que dan paso a la obra en sí”. Pero que van acompañadas de las anotaciones necesarias para entender la obra. Aunque se puede leer el texto sin ellas. Al final de la obra nos encontraremos con la datación y proceso de composición del texto, cuestiones críticas, la historia del propio texto y todas las notas necesarias para un estudio crítico en profundidad.
Alberto Montaner, encargado de la edición del Cantar del Mio Cid pormenorizó el proceso de elaboración de la edición, “gracias a las modernas técnicas de fotografías de análisis hiperespectral hemos podido trabajar con manuscritos originales que nos han ayudado a encontrar notas que no estaban visibles a simple vista”, explicó. Y el resultado está en estas cuidadas ediciones, que se irán haciendo más populares con el tiempo.
Terminó el acto el secretario de la RAE, José Manuel Blecua que agradeció a todos los organismos que han colaborado para hacer una colección imprescindible, siempre basándose en tres principios: respecto al autor, respeto al lector y respeto al honor de la filología y por ende al oficio de filólogo, ya que “lo que se puede hacer bien, no se debe hacer mal”, concluyó. Así que ya lo saben, busquen en las librerías o bibliotecas estos libros de color azul cobalto y disfruten con una lectura que no solo les va a enriquecer, sino que les va a apasionar. Es la pasión por los clásicos.
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