El 14 de abril de este año, marca la cuenta atrás para uno de los centenarios más esperados de la historia contemporánea: el del hundimiento del Titanic. Un homenaje muy especial porque será el único centenario que se podrá celebrar cuando la leyenda aún está a nuestro alcance. En poco tiempo su pecio desaparecerá para siempre, y aunque se sigan organizando expediciones, ya sólo podrán recogerse partículas del casco del barco más estudiado que ha existido jamás. Y desaparecerá en el abismo de misterio y oscuridad donde empezó a hundirse hace casi cien años.
Este 14 de abril marca también la fecha de salida para otros centenarios (su botadura, su primera salida al mar) que nos ofrecen la excepcional oportunidad de revivir cuanto pasó. Porque este mismo año se levantará otra gigantesca ilusión, y cientos de miles de personas vamos a poder recrear cada episodio de lo que ocurrió mucho antes de que abandonara la tierra. Se nos presenta la ocasión de rememorar desde su principio, casi paso a paso, uno de los episodios más trágicos y recordados de la historia del siglo XX. Cientos de exposiciones ya recorren el mundo enseñando las maravillas rescatadas. Y otras tantas expediciones, ya en macha, permitirán visitar el lugar donde se hundió. Y volveremos a caer en el hechizo, y de nuevo, cuando llegue la fatídica fecha, se renovarán escalofríos, emociones y lágrimas. Y podremos recorrer su interior en 3 dimensiones. Y se lanzarán más especulaciones para explicar lo inexplicable. Y se discutirá sobre ética y pasajeros y sobre aleaciones de acero. Pero nosotros tenemos la suprema ocasión de honrar a las víctimas, sin fisuras ni polémicas, sin rebuscar entre teorías inverosímiles, como realmente se lo merecen. Con respeto, porque, con independencia de si sobrevivieron o no, todos los pasajeros perdieron su vida esa noche.
Porque fue un 14 de abril cuando el llamado “Barco de los Sueños” demostró a un alto precio que como barco no era ni mucho menos insumergible. Pero, paradójicamente, como sueño, sigue siendo imposible despertar de él.
Ahora, cuando se cumplen 25 años del descubrimiento en el fondo marino del Titanic, Emilio Calle nos presenta una espléndida novela que aporta a toda la leyenda que rodea al famoso transatlántico un punto de vista absolutamente novedoso, el del capitán Lord.
Emilio Calle nació en Málaga en 1963. Durante diez años fue el autor de “Tras la pista” (relatos breves de corte policiaco) para la revista de pasatiempos del dominical del periódico El País, además de haber colaborado en las revistas Clío, Historia 16 y Blanco y Negro. Ha publicado las novelas Linda Maestra (Ediciones Libertarias, 1995) y La estrategia del trueno (Huerga & Fierro, 2001), y el libro de cuentos Imaginando rutas (Huerga & Fierro, 1999). En colaboración con Ada Simón también ha publicado el ensayo Los barcos del exilio (Oberon, 2004) y la novela La rival de la reina (Espasa Calpe, 2007).
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