En un encuentro con periodistas, que también ha contado con la participación de Javier Aguado, director de la Colección Obra Fundamental de la entidad, el antólogo Jordi Amat ha desvinculado al autor de Madrid, de corte a checa de la órbita puramente fascista.
"Para Agustín de Foxá no vale aquella etiqueta de 'Prosista de la Falange'. No es suficiente. No hay en sus páginas nostalgia por el Imperio y en lo estético no es un vanguardista. Para mí, es un romántico conservador, más monárquico que fascista", ha indicado el encargado de la antología.
Según Amat, que ha descrito al autor como a un "hombre de otro tiempo" atrapado en su propio anacronismo, Agustín de Foxá, conde de Foxá y marqués de Armendáriz, se caracterizaba, de un modo esencial, por una "nostalgia de aire modernista" construida sobre cimientos "profundamente sentimentales".
"En su 'frivolidad', latía un poso de tristeza que tiene su máxima expresión en la obra de teatro 'Cui-Ping-Sing', en la que según confesó él mismo, Agustín de Foxá proyectó toda su vida, la historia de un naufragio sentimental constante", ha puntualizado Jordi Amat.
La antología incluye esta obra de teatro, una treintena de cartas del autor dirigidas a sus padres, trece de sus artículos publicados en ABC y una "miniatura histórica" que funciona como "preludio" de su obra más célebre, la novela de propaganda Madrid, de corte a checa.
Por edad, Agustín de Foxá (1906-1959) podría haber formado parte de la 'Generación del 27', pero, en algún momento entre la II República y la Guerra Civil, el autor se desvinculó del grupo para terminar desollando a sus representantes con la "crueldad del vencedor".
"Él formó parte tangencialmente del grupo. Hay un momento en que se distancia de ellos y el 'Madrid, de corte a checa' es implacable con ese mundo. Ya en el 39 escribe un artículo horrible, 'Los Homeros rojos', en el que carga contra Alberti y Cernuda", ha subrayado.
Poeta, novelista, dramaturgo y periodista, entre otros oficios, Agustín de Foxá convivió con la aristocracia desde pequeño y a lo largo de su existencia, en la que tomó partido por el bando nacional, "quedaron engarzadas la nobleza, la diplomacia y la literatura".
Durante la II República, se mantuvo fiel al régimen, aunque una vez comenzada la guerra, el Foxá diplomático se convirtió en espía y, en 1937, su nombre ya figuraba entre los afectos a la causa franquista, convirtiéndose con el tiempo en figura literaria de la nueva sociedad.
En 1942, vivió la II Guerra Mundial en el frente finlandés, desde donde enviaría varias crónicas para ABC. Fue durante esta época cuando su trabajo como escritor comenzó a resentirse y, enfangado en labores diplomáticas, terminó falleciendo por enfermedad en el año 1959.
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