En el acto intervinieron: Hugo Salgado, secretario de Turismo del Gobierno de Morelos, Jaime del Arenal, director del Instituto de México y Adalberto Ríos Szalay, fotógrafo de los libros Y la llamaron Cuernavaca y Zapata en Morelos.
Con motivo del centenario del inicio de la revolución de 1910, el estado de Morelos, la tierra de Zapata, rememora su figura y la del movimiento que encabezó. El carisma de Zapata, henchido y caracterizado por el amor por su tierra y la lealtad con los más nobles propósitos de su pueblo, le permitió cambiar el rumbo de México a partir de 1910.
Este libro ofrece el trabajo del Dr. Salvador Rueda, uno de los más relevantes historiadores mexicanos, el cual lleva más de treinta años trabajando en todos los aspectos del mundo zapatista basándose en el testimonio de veteranos y testigos de este hecho esencial en la historia de México y de América Latina.
El trabajo analítico de la maestra Helena Noval nos invita a reflexionar sobre la generación y el uso de una de las imágenes más reconocidas de la Revolución Mexicana, e icono universal. A través de las fotografías de Adalberto Ríos Szalay, Adalberto Ríos Lanz y Ernesto Ríos Lanz este libro invita a recorrer la tierra de Zapata y a rememorar la historia del más grande de los morelenses.
La ciudad de Cuernavaca ha sido identificada por el obispo Plancarte y Navarrete como el Tamoanchan, el paraíso prehispánico, y bautizada como la Ciudad de la Eterna Primavera, a partir de una referencia de Alexander Von Humboldt. Por sus atractivos, oficio y hospitalidad, Cuernavaca es ciudad decana del turismo en México y sitio elegido por su generosidad, por personales de los cuatro puntos cardinales. Este libro es una invitación a visitar y descubrir el por qué del magnetismo de esta ciudad, a través de la obra de quienes durante siglos han aportado a la ciencia, el arte, la economía o la educación para hacer de Cuernavaca un lugar de bienestar, trabajo, creación y armonía.
Cuernavaca es el primer lugar como segunda residencia del país. Denominada por sus habitantes como la ciudad de la eterna primavera donde llueve seis meses al año, fue escogida por el Emperador Maximiliano como lugar de asueto y descanso. La pujanza del estado y de la ciudad se refleja en la gran cantidad de institutos de investigación científica que allí se encuentra. Siendo esta pujanza, no sólo en la creación científica, sino también en la artística.
Además su arquitectura es mirada con asombro por los visitantes que se acercan hasta allí: once conventos morelenses son Patrimonio de la humanidad, muchas de sus haciendas se están reconvirtiendo en pujantes hoteles de una altísima calidad, con complejos de relax y descanso. Además, el museo cuartel de Emiliano Zapata es un monumento a la revolución por él encabezada que merece la pena visitar detenidamente.
El libro que hoy se presenta se mueve en dos campos. El primero, el de la creación literaria e histórica, con dos grandes trabajos realizados que nos acercan la historia ya conocida de la revolución mexicana con un punto de erudición y una calidad propia que no desmerece por ser un libro eminentemente gráfico. La segunda, es el trabajo artístico de la fotografía, que nos invita a un recorrido calmo por un estado de una belleza sin par, que se detiene en los rincones donde la historia cambió de rumbo, pero también en los rincones cotidianos, donde la belleza de la naturaleza explota en un derroche de colorido, esplendor y majestuosidad.
El libro ha sido fotografiado por Adalberto Ríos Szalay (Cuernavaca, 1943) que lleva 35 años fotografiando la diversidad y pluralidad de México y de América Latina. Es autor fotográfico de 34 libros y coautor de 25; ha recibido varios galardones. También fue director del Instituto de Cultura de Morelos y coordinador de ocho institutos de cultura estatales de la Zona de Centro de Conaculta. En la presentación relató numerosas anécdotas vividas por él con sobrevivientes de la gran revolución. También recordó anécdotas de los gustos de Zapata entre los que se encontraban la música, los bailes y las mujeres. Definiéndole como “travieso pero grato con las mujeres”. Tuvo un recuerdo para Pancho Villa, el cual parecía no creer en el matrimonio, a lo que él solía decir: “en lo que no creo es en el divorcio, por eso me he casado 29 veces”.