Recuperar estos dos libros refundidos en uno solo es un acierto más de la política editorial que está siguiendo Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, que ha hecho una apuesta por la literatura con mayúsculas y está publicando autores imprescindibles en distintas esferas de la misma, como son el ensayo, la poesía y la novela.
Y quién mejor para presentar una obra de estas características que el novelista leonés Luis Mateo Díez, autor de la editorial y escritor creador del universo microscópico de Celama, muy cercano tanto personal como intelectualmente a Zúñiga. Prueba de esa cercanía, la presentación. No fue un acto al uso, sino que se convirtió en un diálogo entre los dos autores con los testigos de excepción de los medios de comunicación.
Díez expresó el honor que para él suponía presentar a su maestro y describió al libro como "bellísimo, que contiene una parte sustancial de la poética de Zúñiga". Además, señaló que el libro es "un homenaje implícito a ese recuerdo juvenil que dejó honda huella en él" porque sus lecturas juveniles comenzaron de niño con los Grandes maestros clásicos rusos del siglo XIX, como Chéjov, Dostoyevski o Lérmontov, cuya vida "está dentro de nuestra época", según su propias palabras. "Historias y personas que le conturbaron", recalcó el escritor leonés.
"En la Rusia de hoy pueden repetirse maestros como Tolstoi o Chejov", dijo el autor de
Largo Noviembre en Madrid, y reivindicó que la literatura rusa es apta para los jóvenes de hoy en día: "siempre enriqueció al lector el tesoro de la literatura en lengua rusa con acontecimientos y personajes sorprendentes y con figuras de escritores cuyas vidas parecen frutos de la fantasía", escribe en el libro dedicado a los escritores rusos.
Al leer las páginas del libro, nos sentimos extasiados por mujeres soñadas, repasamos el acariciado cuerpo de Anna Karénina, nos atrae la fragilidad de Nina de
La gaviota de Chejov, nos seducimos por las manos de la Tatiana de Eugenio Oneguin y por tantas otras heroínas de los grandes autores rusos. Este rasgo destacable de la literatura rusa, la aparición de la mujer como protagonista, que si sufría la censura y la falta de un papel protagonista, en los libros aparecía como "una mujer fuerte, que aspira a algo mejor. El hombre, a veces, es más blando y sin capacidad creativa, mientras que la mujer quiere conquistar su libertad", dijo el especialista en lenguas eslavas.
La conciencia nacionalista es otra de las características de la literatura rusa del siglo XIX que se nutre de hechos psicológicos propios de la época y pervive en la conciencia de pertenecer a un mundo ruso de una gran cultura popular. Los matices más insospechados se pueden encontrar en esta literatura que, por otra parte, estaban muy cercanos a Oriente, sobre todo de Persia y de China, por las grandes caravanas comerciales que partían de dichas tierras. Esta influencia oriental tuvo gran repercusión en los literatos que estudia el autor en su libro. Y esas pautas, desde luego no fueron seguidas por el resto de Europa.
Según Luis Mateo Díez "el libro tiene un tono narrativo, no de puro ensayo, sino de un libro de relatos que primero cuenta y después reflexiona sobre lo contado".
Desde los bosques nevados es un libro sumamente peculiar que refleja una época de gran frustración de los autores tratados y que nos deja un gran mapa de la vida de éstos para así poderles entender mejor y saber de sus motivaciones para acometer sus obras.
El libro refleja una Rusia sumida en el atraso de sus gentes, que queda perfectamente reflejada en la vida de los siervos de los grandes terratenientes. Estos siervos rusos desempeñaban el mismo papel que los esclavos negros en Estados Unidos, los cuales tenían pocas posibilidades de sobrevivir. En la actualidad, este papel ha desaparecido radicalmente y se está viviendo una gran reconstrucción del individuo sobre todo en el apartado de las libertades individuales.
Juan Eduardo Zúñiga nació en Madrid, donde estudió Filosofía y Bellas Artes, especializándose en lenguas eslavas. Es un firme defensor de la reconstrucción de la memoria y prueba de ello son sus obras
Largo Noviembre en Madrid, publicada en 1980, libro de relatos ambientado en la Guerra Civil y su posguerra;
Flores de plomo y
Capital de la gloria, entre otros.
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