Cuando Tim Kearney, un delincuente de poca monta, le corta el cuello a un motorista de la peña de los Ángeles del infierno y se gana una perpetua en una cárcel llena de colegas del difunto, sabe que es hombre muerto. Hasta el día en que la DEA le hace una jugosa propuesta: la libertad a cambio de suplantar al legendario traficante de drogas Bobby Z y de ser la moneda de cambio que permita a la agencia recuperar a uno de sus agentes. Pero algo sale mal y Tim tiene que huir a través del desierto en la frontera entre EE.UU. y México. Pisándole los talones van el FBI, un enjambre de motoristas, señores de la droga e indios americanos expertos en rastros.
La acción vuelve a situarse en la peligrosa y desértica zona fronteriza entre EEUU y México, una zona que sale en las noticias habitualmente por su inestabilidad y conflicto constante: por la guerra de la droga, la guerra de las mafias contra el estado, la población y lo que se ponga por delante.
Una vez más, el protagonista es un antihéroe, la especialidad de
Winslow: un preso reincidente y excombatiente de Irak llamado Tim Kearney. Tim es el típico
perdedor que no deja de sufrir una desgracia tras otra y que cumple condena por un delito que no cometió. Su última metedura de pata ha sido el degollar a un fornido Ángel del Infierno, Stinkdog, con una placa de matrícula afilada expresamente para la ocasión. Un grave error, como aquel de robar una casa y tropezar con un aspersor del jardín cuando huía con el botín. Ahora, Tim tiene a todos los Ángeles de California tras su cuello, que no son precisamente los ángeles celestiales.
Como nota final, hay que destacar que existe una adaptación cinematográfica de este relato. Una película de 2007 que pasó inadvertida por nuestras salas, o ni siquiera llegó, y cuenta entre sus actores principales con
Laurence Fishburne y
Paul Walker.
En definitiva, una maravillosa mezcla de trama, personajes, humor y agallas que no deja ni un instante de reposo en cada página.
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