Dallas, Tejas, 22 de noviembre de 1963. El día del asesinato de Kennedy llega a la ciudad un agente del FBI, Wayne Tedrow Jr., con 6.000 dólares en el bolsillo y la misión de cargarse a Durfee, un jugador negro acusado de violación y asesinato. El ambiente político y social está al rojo vivo, y hay muchas preguntas en el aire: ¿está el Ku Klux Klan involucrado en la muerte del presidente? ¿Cuáles son las relaciones del KKK con el FBI? ¿Conspiraron la mafia y el FBI para matar a Robert Kennedy y Martin Luther King? ¿Cómo se relacionan el FBI, la droga y el anticastrismo? Seis de los grandes nos lleva de Estados Unidos a Vietnam, mostrando al lector el resquebrajamiento de un sueño, empujándolo al meollo de la pesadilla americana.
Ellroy es por derecho propio el mejor novelista actual de novela negra. El Maestro ha tenido la indiscutible osadía de reinventar todo un género negro en donde parecía que todo ya estaba inventado. Y lo hizo consiguiendo tramas, personajes y violencia como excelentes bases de sus novelas como hicieron los anteriores genios… pero a lo bestia.
Ellroy potencia el paralelismo entre la literatura y la historia a través del fenómeno de la teoría de conspiración, que hace de cada evento histórico motivo de debate criminológico. Es el principio de la organización histórica del siglo XX. Ellroy convierte este debate sobre la búsqueda de un culpable en un estudio moral de la culpabilidad como expresión de libertad personal, transformando su inercia vengadora en una de entendimiento -no de conocimiento- y de posible redención. El crimen va más allá de ser el motivo principal de esta historia de Ellroy, de la historia americana, de ser su historia. Ellroy nos resume esta transformación como una inversión: “la historia es el crimen del siglo XX americano”.
El personaje principal de la novela es un matón de poca monta de la Mafia que se ve involucrado en el atentado del Presidente Kennedy y que, a lo largo de toda la obra, recorrerá su propia historia mientras está recorriendo también la historia de su país, esos años sesenta que estamos acostumbrados a identificar con la psicodelia, el flower power y Vietnam, pero que son también los años de la Mafia, el FBI conspirando contra su propio gobierno y el dislocamiento final del sueño americano.
Ellroy nos introduce en una trama de una complejidad tal que es fácil perderse, ya que suele desarrollar varias a la vez y estas quedan vinculadas a cada uno de los personajes principales de forma que, en un principio, cada una de ellas parece independiente de las otras. A su vez cada trama se complementa con pequeñas “subtramas” por las que deambulan secundarios de distinto pelaje. Según transcurren estas subtramas, éstas van conectándose al igual que sus personajes, cuyas relaciones vamos averiguando progresivamente. Ellroy inserta información continuamente y, llegado el momento, como en la mejor novela policíaca, todas las piezas acaban encajando.
En definitiva, no hay mejor definición de sus obras que la que él mismo dio: “Escribo historias en las que un grupo de hombres blancos se dedican a hacer el mal”… y a fuerza que lo consiguen.