En esta entrevista, hemos hablado con Fernando Cámara acerca de algunos de los principales temas que imperan en su novela como la corrupción, las preferentes, la desesperanza que afecta a gran parte de nuestra sociedad o el paro y sobre cómo estos temas han influido en su literatura.
¿Qué le llevó a escribir Con todo el odio de nuestro corazón?
La estafa de las preferentes, el progresivo castigo a la clase media, el odio que se fragua en internet, gente dispuesta a hacer salvajadas, al menos como intención, porque andan parapetados tras el ordenador. Pero... ¿y si unos cuantos se unieran?
¿Cómo definiría a la sociedad política actual?
Quizá como uno de los periodos más miserables de la historia de la humanidad. Es cierto que poniéndolo en la balanza, hubo momentos mucho más terribles, pero parecen inconcebibles ciertos comportamientos dentro de lo que parecía un mundo semiorganizado, con normas de educación, higiene... Quizá fue solo un espejismo.
¿Cree que el pueblo ve como algo sistemático o habitual la corrupción política?
Claro, ya se nos ha hecho callo. Es tal la acumulación de noticias sobre la delincuencia ejercida por los políticos que apenas sorprende ya, y eso ellos lo saben. Saben que, aunque se les ponga la cara colorada unas semanas, sus siguientes generaciones vivirán como reyes.
¿Hasta dónde o hasta cuándo cree que dará de sí la ciudadanía ante esta situación?
Yo creo que la ciudadanía en general tiene unas enormes tragaderas porque la educación a que hemos sido sometidos ha conseguido que rechacemos la violencia para poder convivir en paz y eso, misteriosamente, ha calado. En todo caso, se ejerce violencia verbal desde internet, y luego se pulsa el intro como si fuera un gatillo. Pero esas balas nunca llegan a sus destinatarios. Ni siquiera escuchan su silbido.
¿Cree que estamos cerca de superar el punto de no retorno?
La sociedad en general no, tiene temple y es bondadosa, pero creo que unos cuantos tipos, quizá cuatro o cinco, totalmente hundidos pero agrupados, pueden dar la sorpresa y perpetrar alguna acción violenta. No sería extraño un crimen contra alguno de estos personajes a los que ven desfilar impunemente por la tele. Sería algo así como cuatro Taxi Drivers, y yo me andaría con cuidado. Puede que estén locos, y además en grupo, con lo cual son zumbados sin nada que perder y medianamente organizados. Esa es la premisa de la novela.
¿Por qué están tan blindadas las preferentes ante la justicia si salta a la luz que han sido un completo robo?
Porque el sistema termina siempre en el dinero y los bancos lo coronan. Lógicamente se hace imposible impartir justicia si va contra sus intereses.
¿Cuál ha sido la causa de esa falta de fondos que alegan los bancos?
Bueno, el exceso de créditos absurdos es innegable, lo cual habla muy mal de la calidad humana y profesional de los banqueros. ¡Qué tipos tan incompetentes! Y claro, han recurrido a pedir limosna con pistola a todos los ciudadanos para mantener su estatus. Un puro impuesto revolucionario, vamos.
¿Cuál diría que es el principal cáncer de la sociedad?
La propia sociedad española. Europa en general. ¿La humanidad? Si comprendemos nuestras bajezas terminaremos por darnos cuenta de que ciudadanos y políticos entramos en un mismo saco. Al fin y al cabo, si ellos están ahí es porque los demás se lo permitimos.
¿Cree que la sociedad estará dentro de unos años como enuncia en su libro?
Bueno, yo no creo haber escrito una distopía, al menos no como sociedad ficticia, aunque sí como lugar indeseable. Es decir, que enuncio lo que veo. La ficción pertenece a las acciones de los personajes, pero el paisaje no.
¿Cómo evolucionará el paro en los años venideros?
Como la macroeconomía es una ciencia absurda y los pronósticos de los especialistas se basan en fantasías arbitrarias, prefiero hablar en términos reales, de gente de alrededor, de conocidos: cada vez más individuos en paro; alumnos sin primeras oportunidades remuneradas; cada vez menos consumo; más comercios que cierran... ¿Quiere que continúe el ciclo?
¿Qué cree que podemos hacer para cambiar este rumbo que llevamos?
Reeducarnos en el valor del dinero. Todos. Cuando yo era niño, había muchas cosas a las que se le daba importancia. Desde los ochenta, parece ser que solo la ley del dinero impera. Puedes hacer una película magnífica, o una obra maestra de la literatura, pero si no hay un brutal intercambio económico por parte de espectadores o lectores, lo convertimos en fracaso. Y así nos va, que solo el dinero marca la calidad o el éxito de las cosas. Por eso digo que hay que reeducarse, pensar que el papel moneda es válido para un juego de intercambio de bienes, y no el fin acumulativo de cromos en sí mismo porque acabaremos perdidos.
¿Opina que en España hay una verdadera separación de poderes?
A tenor de lo que vivimos me temo que no. Pero creo que hay mucha gente luchando con honestidad y decencia en cualquier campo, en cada uno de esos poderes. Una vez más lo digo mirando a mi alrededor, que es lo único que conozco de verdad.
¿Cómo cree que podría reformarse el código penal o la constitución para conseguir una justicia y un poder judicial en condiciones?
Adaptándose a los tiempos y adelantándose a futuras trampas. De todas formas, esto sí que es utópico. Tengo una amiga jueza, y ella solo ve casos particulares cada día, ¿cómo pretender leyes globales si el mundo está compuesto por casos individuales? El problema es que ella no tiene tiempo para tanto como se le acumula y el retraso genera a su vez injusticia.
¿Tiene alguna idea para un próximo libro?
Sí, me gustaría agrupar todos mis relatos dispersos en antologías y revistas y publicarlos en un libro bajo la temática de la pérdida de identidad. Y también hay una novela rumiándose desde hace años, pero el tiempo me dirá cuándo llegará el momento de meterle tecla. No hay prisa.
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