La historia comienza una noche en un bar, cuando un viejo amigo le dice al autor, Ari, que tiene una pesadilla recurrente en la que le persiguen 26 perros. Cada noche, el mismo número de animales. Los dos hombres llegan a la conclusión de que tiene que ver con una misión que realizaron para el ejército israelí durante la primera guerra con el Líbano a principios de los años ochenta. Ari se sorprende al darse cuenta de que no recuerda nada de ese periodo de su vida. Intrigado, decide ver y hablar con viejos amigos y antiguos compañeros dispersados por el mundo entero. Necesita saber la verdad acerca de ese periodo y de sí mismo. Ari escarba cada vez más y sus recuerdos empiezan a reaparecer mediante imágenes surrealistas…
Vals con Bashir es una sucesión de momentos vividos que nos permiten acercarnos a esa guerra salpicándonos de sangre y mostrándonos los hechos desde el punto de vista de los soldados israelíes desplegados. Sabe transmitir a la perfección desde las imágenes las sensaciones de los soldados, desde el miedo que les hace destrozar coches ocupados por familias inocentes que pasaban cerca de los lugares en los que se desplegaban o no dejar de disparar desde que se suben al tanque pese a la nula existencia de amenazas hasta la indiferencia que sienten cuando tienen que transportar cadáveres y posteriormente limpiar su sangre o la admiración hacia figuras que alzan la cabeza y parecen inmunes al fuego enemigo.
A su vez, el autor muestra cómo trataba de evadirse de la situación de peligro inminente imaginando que estaba en otros lugares, que la vida continuaba a su alrededor (aunque lo único que había era muerte, acompañada por desolación y sufrimiento) o bloqueando su cerebro para que olvidara lo que había vivido y que desapareciera todo rastro de la guerra de su memoria.
Además de la originalidad, hay que destacar el intento del autor de ir más allá y cuestionar el papel que él mismo, y también el propio ejército israelí, tuvieron en uno de los episodios más sangrientos de esa guerra: la matanza de Sabra y Chatila. Es una apuesta valiente de Ari Folman, compartir su posición privilegiada como espectador de la matanza y hacernos partícipes de sus dudas al respecto, indagando en los aspectos éticos y humanos desde sus reflexiones y fotografías verídicas de la matanza.
En definitiva, una apuesta arriesgada y un cómic que no debería dejar a nadie indiferente.
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