Si en La tumba perdida se centró sobre el arqueólogo Howard Carter, en esta nueva obra lo ha hecho sobre el egiptólogo alemán Émile Brugsch, que intenta averiguar la procedencia de algunos objetos valiosos aparecidos en las tiendas de antigüedades de Luxor. El sueño de los Faraones tiene dos tramas, como en él es habitual. La primera discurre en 1881, en la etapa dorada de la egiptología, y la segunda en el Antiguo Egipto, sobre el año 1.000 antes de nuestra era. Con ello consigue dar una perspectiva única desde dos puntos de vista lejanos en el tiempo.
Para presentar su nueva novela escogió el marco incomparable del Museo Cerralbo de Enrique Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo. Este aristócrata ejerció la política hasta que el desencanto pudo con él. A partir de ese momento se dedicó a coleccionar obras de arte. Muchas las trajo de Egipto y la mayoría las donó al Museo Arqueológico Nacional, aunque dejó algunas en su museo. Fue en aquellos años de final del siglo XIX cuando muchas personalidades se aficionaron al coleccionismo y a traer obras de arte de Roma, Grecia o Egipto.
La novela estuvo presentada por la editora de Penguin Random House, Ana Liarás, que lo mismo edita un bodrio erótico como Cincuenta sombras de Grey, como una interesante novela sobre Egipto, con un versatilidad que nos llena de asombro. Nacho Ares, como nos tiene acostumbrados, mezcla en sus trabajos la rigurosidad y la divulgación. Sus reportajes sobre Egipto en Cuarto Milenio son de lo mejor de ese programa, demasiado centrado en lo esotérico y lo tenebroso.
En esta novela ha partido de un Egipto decadente que vive a finales del siglo XIX una crisis económica absoluta, gobernada por una única familia, déspota y cruel. Pero en esos años se estaba convirtiendo en un destino turístico para gente sofisticada y acomodada. En aquellos años, no se conocía todavía dónde se encontraban las tumbas de sus faraones más famosos. Un mundo enigmático y olvidado estaba por surgir.
Los ladrones de tumbas campaban a sus anchas y un mercado ilegal irrumpe con fuerza con la aparición de diversas piezas funerarias que habían estado escondidas entre las arenas del desierto durante muchos siglos, quizá milenios. El arqueólogo Brugsch intenta averiguar de dónde proceden tal cantidad de piezas aparecidas de golpe y ahí se topa con una banda de traficantes de reliquias funerarias dispuesta a todo para enriquecerse.
Nacho Ares sostiene con acierto que los estudiosos europeos que por allí se movieron no son los culpables del expolio de piezas que desaparecieron. Los saqueos de tumbas se realizaban por lugareños que se debatían entre la miseria y el hambre y que como una forma de subsistencia tenían que vender esas piezas que encontraban entre las arenas del desierto o en cuevas y, lamentablemente, hoy se sigue haciendo lo mismo ante la imposibilidad de las autoridades para impedirlo.
El Egipto que hoy conocemos no parece haber cambiado mucho en algo más de un siglo. Hoy los monumentos los vemos desnudos de las riquezas que engalanaban sus muros de piedra. No podemos apreciar ni el lujo ni el colorido característico de aquella época. Los antiguos egipcios engalanaban sus edificios mortuorios para ayudarse a sí mismos en el viaje vital que emprendían en la muerte hacia la transcendencia, para permanecer vivos durante el resto de la eternidad. Ese es el sueño de los faraones que nos quiere transmitir el escritor leonés.
En las tumbas siempre debían aparecer los nombres de los enterrados, es la forma de la cosmogonía egipcia que religiones como la católica se la han apropiado en sentencias como “el verbo se hace carne”. Como vemos, las religiones sufren un proceso de ósmosis y se influencian sin conocer realmente los límites de cada una. El libro tiene una dedicatoria en jeroglífico a la madre del autor, la señora de la casa, como se las denominaba en aquella época.
Nacho Ares cree que “sólo se han descubierto un 20 o 30 % de los tesoros del Antiguo Egipto. La mayoría están ocultos en el desierto. Todavía queda mucho para barrer allí”, dice irónicamente en la presentación del libro. En la presentación se ha apoyado en diferentes vídeos sobre Egipto dando una imagen real y enigmática que atraen hacia la lectura del libro. “Todavía quedan muchos hallazgos que sacar a la luz”, repite. Y aunque los especialistas se siguen encontrando con muchos problemas, poco a poco se va arrojando luz sobre estos misterios.
Uno de los problemas que ha señalado como fundamentales es el tema de las cronologías. Los estudiosos no se ponen de acuerdo, “por la falta de fechas absolutas y que algunos faraones se solapan en el tiempo”, pese a ello se ha avanzado muchísimo y Nacho Ares está aquí para contárnoslo de manera atractiva y fidedigna.
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