-¿Cómo llegas a Piezas secretas contra el mundo?
- Lo primero fue un experimento para alcanzar una voz diferente a la mía. En el año 2003 tenía un blog, el blog de Alma, que aparece en la novela. Eran entradas diarias o semanales que subía a la web sobre esta adolescente que vive al sur de Chile y escribía sus desaventuras. Alrededor de esto fui creando una serie de capas, como capas de cebolla, con otras voces que se complementaban. Y al escribir el blog me di cuenta de que ella era un especie de personaje, pero también un fetiche, el fetiche de una figura femenina que coincide con las figuras femeninas vista de manera estereotípica en el cine o en los video juegos. Una visión que se tiene desde fuera para objetualizar. Conseguí que hablara como una mujer adolescente real, y se oponía a mí en mi masculinidad y menos juventud. Al descubrirlo me di cuenta de que no quería entrar en esa mirada. Y también la posibilidad de introducirme en una construcción binaria: sí y no, norte y sur… Y la opción de voces múltiples. Pensé que la novela debería girar alrededor del video juego y sus consecuencias.
-En todas tus novelas juegas con diferentes géneros pero llama la atención que siempre hay una novela negra bajo las narraciones pero sin ser novela negra. Te mueves entre géneros pero nunca te concentras en uno de ellos al cien por cien.
-Creo que en todas, o la mayoría, de novelas modernas desde el Romanticismo, hay una promesa de que al final se te va a revelar algo. Una promesa casi sagrada de que si lees lo escrito se va iluminar algo en tu interior. La novela negra, aunque es urbana, materialista y crítica social, que son tres cosas que me encantan, también tiene algo metafísico. Borges o Bolaño, por ejemplo, siempre jugaban con la idea de la búsqueda de algo en sus tramas. Como escritor, cuando empiezo un proyecto, no sé lo que me voy a encontrar, algo de auto búsqueda. Me propongo una especie de investigación detectivesca, ver qué me puedo encontrar durante la creación.
-La novela es muchas cosas: la descripción de un video juego, un intercambio epistolar, la lectura de un informe, un diario… Ahí es donde se puede encontrar la búsqueda, ¿no? En esa combinación de formatos o formas.
-Me gustan los diferentes formatos, ver cómo funcionan. El código. El lector de literatura es un privilegiado entendedor de los códigos. Desconfío de quienes solo leen un género. Creo que el buen lector lee todo tipo de literatura y conoce las reglas que rigen en cada género. Lo entiende. Y una vez que se entienden, se pueden romper.
-Te gustan los juegos literarios, pero no de manera banal, sino bastante exigente para el lector. En Piezas secretas contra el mundo realizas un homenaje director a Rayuela en su cincuenta aniversario, así como el del centenario de Cortázar.
-Una de los grandes aportes de Cortázar fue tomar la herencia latinoamericana y española de alta literatura y juntar con el sentido lúdico que conoció en Francia. Algo de club de caballeros chestertonianos terroristas que se juntan a complotar. Cortázar tiene un problema para mí, solo se ve así mismo y a esos caballeros y no deja entrar otra sensibilidad, como la femenina. Y la literatura debe ser planteada como un juego para todo el mundo, para todos quienes quieran jugar. Y no solo para los amigos.
-La novela se puede leer de varias maneras. Son varias novelas. Es un trabajo muy complejo de elaboración, porque se puede leer lineal pero también siguiendo las pistas que propones.
-En efecto, la novela la tengo en un mapa, de hecho. Como un árbol sobre todos los caminos que tiene la historia.
-La novela comienza de manera fría pero poco a poco va tomando más calor, más cromatismo, volviéndose más física, corpórea. Introduce al lector en la trama desde los sentidos, lo natural.
-Sí, todo eso surgió como reacción contra la frialdad del video juego, la tecnología en general. Entiendo la fascinación hacia ella, porque es una suerte aleph donde se cree que en internet está todo, Y creo que no es cierto. Intenté hacer lo inasible, táctil mediante el trabajo literario. La virtualidad es visual, esencialmente visual. Creo que la única manera de que la tecnología salga del gueto es que se integre como una sensación más, no como que lo humano se subyugue a la tecnología y no al revés. Incluso al resto de seres.
-Los personajes no son claros. Se confunden y al final queda la sensación de que has creado un personaje completo, global, con todas las voces que conforman la novela.
-Me interesa la idea del personaje moderno que se construye en el siglo XIX. Un personaje darwiniano, cerrado, triunfador sobre cualquier debilidad. No son porosos, muy bien construidos y descritos. No admitían ningún tipo de grieta. Hoy en día creo que eso no funciona. Debe ser algo cambiante. Y esto tiene que ver también con mi interés por escribir. Me gusta que sean elásticos, saber qué tengo que ver yo con un insecto o con un número. Porque tenemos varias dimensiones; por ejemplo, una que tenemos es todo cuerpo y otra es descorporeizada. Me gusta que todos los personajes tengan varias entidades.
-Te gusta ir del interior al exterior, al cuerpo.
-Sí, creo que debemos partir de experiencias físicas, intensas, corpóreas. La literatura debe buscar el transmitir esa fisicidad mediante la palabra.
-Y te gustan los enfrentamientos dialécticos entre personajes, buscas incomodidad a partir de ella para el lector.
-Distanciamiento, me gusta la idea. Me gusta que el lector se vaya adormeciendo para, de repente, introducir algo que le despierte de repente. Es parte del juego.
-La elección formal es muy importante y se olvida que es una cuestión política, ¿lo tienes muy en cuenta?
-Sí, creo que la literatura es, y debe ser, política. Y lo es cada vez más. Toda novela tiene una ideología, pero no en todas hay un choque de ideologías. Y a mí me gusta crear esos choques. Yo sé que tengo mis limitaciones, que son aquellos elementos que me construyen: hombre blanco de clase media, casado, heterosexual… y eso en cierta manera me limita ideológicamente. Y dentro de eso yo, introducir lo que es diferente a mí y al elegir esos materiales hacen que rechinen entre sí y eso es político. El arte de ponerse de acuerdo es la política, y eso busco, que todas esas voces dispares construyan algo homogéneo en su conversación.
-Aunque la novela es un trabajo formal muy elaborado, está claro que no está pensada solo para escritores, sino también para los lectores. Se trata de una evolución dentro de tu obra.
-Está dentro de la interactividad que propongo. Busco que el lector participe en la narración. La meta narración es algo usual en literatura desde Joyce, y Woolf, por ejemplo, pero no me interesa en sí misma, si no el lector no entra en ese juego que el escritor propone. No se deben proponer los mismos planteamientos que a comienzos del siglo XX porque somos escritores de comienzos del XXI. Mi política literaria es dejar atrás la tradición de la literatura como algo exclusivo para aspirar a ser leído por todos.
-¿Qué influencias tuviste?
-Margaret Artwood me influyó mucho en sus juegos genéricos, también en cierto modo Doris Lessing, cómo van de lo decimonónico a la ciencia ficción, por ejemplo. También Bolaño, por su ferocidad, su inmediatez, su corporeidad, y Daniela Eltit. Sebald también está en las páginas de la novela. Coetzee también me ha influido muchísimo. Gabriela Mistral… Supongo que prácticamente todas mis lecturas acaban filtrándose en mi literatura.
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