Presentó el acto la periodista de El País, Soledad Gallego-Díaz, que entrevistó en directo al ex ministro. Para su editora, Las promesas políticas es su libro más importante, que versa sobre cómo la crítica a la democracia ha dado lugar a la descalificación de la misma. Para la periodista madrileña es "uno de los libros más importantes de los últimos tiempos".
"El libro maneja multitud de datos y está lleno de información", apuntó la periodista de El País y para ella, responde las dos preguntas más importantes que nos podemos hacer sobre el sistema político que tenemos actualmente. Primero: ¿cuál es la calidad de nuestra democracia? Y, segundo, ¿cómo se puede controlar al poder una vez que lo han tomado? Pregunta ésta crucial, ya que una vez en el poder y con todos los resortes del poder, ¿quién puede controlarlo?
Prácticamente imposible, era la respuesta que estaba en los comentarios de los asistentes. De ahí que ahora haya tanta contestación en la calle, ésta es el último recurso del votante indefenso que se siente estafado por las promesas políticas incumplidas a diario. "Las manifestaciones las ha habido siempre en la democracia, pero ahora parece que es escandaloso cuando antes no lo era", recuerda el retirado político socialista, que ve un relativo peligro en esas manifestaciones callejeras.
"La manera de cambiar políticas es a través de las instituciones", afirma rotundo y continúo diciendo "hay que canalizar todos el descontento social a través de esas instituciones". Para él, que es un defensor a ultranza de la democracia representativa, "el pueblo no puede gobernarse a sí mismo, lo que necesita es controlar a los políticos", lo que necesita es que los ciudadanos puedan ejercer un control sobre los políticos que rompen sus promesas.
Justo delante de él estaba Felipe González, que rompió su promesa electoral de sacar a España de la OTAN, evidentemente lo explicó, por activa y por pasiva, pero incumplió su promesa electoral, lo cual le acarreó un cierto coste electoral, menor del que, desde luego, se merecía. Aquí es donde entra en juego lo que José María Maravall llama "mejorar la calidad democrática; puso por ejemplo la elección del Papa, "al Papa se le elije, pero no se le reelige. Al político, en una democracia se le puede echar, se le puede expulsar del poder si no cumple su programa electoral", apunta incisivo y más polémico que nunca. Se le nota con ganas aunque reconoce ya estar apartado definitivamente de la política. Su público así lo denota, ni un solo líder actual de su partido se acercó a escucharle.
Para el ex ministro de Educación, que estuvo seis años comandando los designios de nuestros estudiantes, "el mayor peligro de la política es la concentración de poder". Puso muchos ejemplos; desde Berlusconi, "personaje al que detesto", a Putin, "es el responsable de que escribiera el libro", pasando por los 36 años de gobierno democristiano italiano. Cree que una premisa fundamental contra esa concentración de poder es que "la oposición pueda ganar las elecciones". Recientemente hemos visto un ejemplo en el que la oposición tenía prácticamente imposible ganar unas elecciones porque luchaba en las urnas y contra todos los resortes del poder.
En estos tiempos turbulentos que vivimos no hay recetas que nos puedan sacar de la crisis, pero uno de los mayores peligros para la política y, por supuesto, para la economía es la corrupción. Sorprendentemente, apunta, con datos en la mano, hay que recordar que Maravall es sociólogo y todo el libro se basa en datos fidedignos y empíricos, que "los sistemas proporcionales generan más corrupción porque dan lugar a sistemas multipartidistas", sintetiza. Algunos de esos partidos tienen la extraña habilidad de pactar con otros para estar siempre en el poder. Un ejemplo paradigmático, Helmut Schmidt del Partido Liberal alemán.
De los 302 cambios de gobierno que ha habido en Europa en los últimos años, 171 se han debido a los políticos, y 131 a los votantes. ¿Es posible que los políticos mercadeen con nuestros votos en su beneficio? Tiene toda la pinta. En España, desde el comienzo de la democracia, ha habido 11 gobiernos, 7 de ellos han sido minoritarios y tan solo 4 mayoritarios. Esto ha hecho que haya una tradición hacia el consenso. "Al fin y al cabo, lo que quieren los votantes es una mezcla de democracia y autoridad", señala y, sobre todo "partidos más abiertos".
En España la desafección a los partidos ha caído mucho, tan solo un 20% de la población está con los políticos, "más o menos igual que en Francia y que la media de Europa", matiza sonriente pero, añade, "países como Dinamarca, Finlandia, Holanda o Austria, rondan el 60% de las simpatías de los votantes". Una de las posibles soluciones para mejorar tan raquítica cifra es abrirse a los movimientos ciudadanos para dialogar, pero "en España la participación de la ciudadanía a otras formas de elecciones, como la sindical, es realmente bajísima, todo lo contrario a lo que sucede en Estados Unidos".
Una de las partes fundamentales del libro Las promesas políticas es la redistribución de la riqueza. "En la actualidad, en España hay una diferencia de 6,7 veces entre lo que gana un asalariado y lo que gana un ejecutivo. Con la derecha esa diferencia se incrementa. En los años 89 conseguimos reducir la cifra en un 17%, pero ahora vuelve a crecer, lo contrario que sucede en los países del norte de Europa, donde la diferencia es del 3,2 o en Francia, que es de 4,3. Podemos concluir que en España hay cada día más desigualdad", sentencia el catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Para finalizar, apunta que "cuando la derecha gobierna se concentra más la riqueza y ¡cuidado! Están desmantelando el sistema del bienestar, la sanidad, las pensiones, la educación, en mis tiempos se daban 700.000 becas al año, ahora muchas menos", declaró. Pero también ve un riesgo en los partidos de izquierdas, "cuanto más tiempo estén en la oposición más se radicalizan y, desgraciadamente, no veo a un líder sólido, hay alguno inteligente, los más no lo son", sugiere ácidamente.
La última propuesta de Rubalcaba de reformar la Constitución para imbricar mejor a Cataluña le parece estupenda, pero lo que realmente le preocupa es que "cuando no se cumplen las promesas políticas, no pasa nada. Tenían que ser por mandato imperativo vinculantes. Cuando lo veamos, nos lo creeremos, de momento esperemos que no sea otra promesa de ex político.
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