"Nada se opone a la noche", una novela imprescindible para entender las relaciones materno-filiales
Entrevistaba a Joaquín Leguina por cuestiones meramente políticas y al final, la conversación derivó hacia la literatura, como no podía ser menos cuando se habla con uno de los mejores narradores de lengua castellana. Relean su libro "Luz crepuscular" para sentir la pulsión de un narrador conciso y elegante, que posee más un bisturí en la mano que una pluma. Surgieron los problemas que ciertos escritores catalanes que escriben en lengua castellana están teniendo en aquella comunidad. Salió el nombre de Félix de Azúa al que se lo están haciendo pasar muy mal y no nos extrañaría que terminase emigrando a tierras más bonancibles.
Casi al mismo tiempo nos preguntamos qué libros estábamos leyendo. Mentiras de verano de Schlink, le dije y él apuntó "Nada se opone a la noche" de Delphine de Vigan. Ambas obras están publicadas por Anagrama. ¡Vaya casualidad! "Me está sorprendiendo muy agradablemente y estoy enganchado". Es gratificante que alguien diga que está enganchado a una novela que no es un thriller, que sólo es buena literatura, sencilla, pero con un punto de sentimiento que la convierte en hipnótica.
La madre de Delphin de Vigan murió en enero de 2008. Su relación siempre fue muy especial. Enferma mental, su vida podía haber sido la de una triunfadora que lo tenía todo, belleza: de jovencita fue modelo para marcas famosas de ropa, inteligencia, don de gentes... Pero carecía de una auténtica madre que no daba abasto a cuidar a su numerosa prole. Prole a la que no le importaba abandonar para ir a celebrar junto a su marido cualquier acontecimiento por peregrino que fuese, o ir a pasar un fin de semana a Londres dejando solos a unos niños que apenas llegaban a la adolescencia al cargo de otros que eran casi bebés.
El padre, vivía su propia vida, con amantes, con trabajo las casi 24 horas al día, pero tenía un especial cariño a Delphine, su niña mimada, que terminaría desembocando en, ¿ensoñaciones o realidades?, de un posible abuso sexual, nunca confirmado, pero que señalaría irrevocablemente el carácter de la madre, Lucile, de la escritora.
Delphine de Vigan, con su madre muerta a causa de una enfermedad que le duraría casi toda su vida, quiso entender a su madre y la relación que tuvo con ella. Divorcio, largas estancias en centros psiquiátricos, periodos de acercamiento y convivencia se fueron alternando, pero siempre hubo un vínculo del que no se podía separar. Su madre había dado todo lo que tenía en su vida para intentar cuidar a sus hijas, por más estrafalarias que fuesen sus decisiones, el objetivo era hacer felices a sus dos hijas y quizá lo consiguió cuando el libro estuvo publicado. Porque en el libro se entiende a la madre como, a lo mejor, no se la entendió en vida.
La escritora francesa comienza un relato biográfico de su madre y autobiográfico como se podría empezar una novela negra. Como si fuera una detective va reuniendo piezas para conocer a su madre y a su familia. De un modo cronológico va desentrañando la vida de Lucile, aunque de una forma meta literaria va contando cómo lo realizó y cómo se sentía ella y los que estaban a su alrededor.
"El libro ha hecho que los hermanos se vuelvan a hablar entre ellos, que se cuenten lo que no se habían contado", en todos esos años de convivencia y alejamiento, dice una de las tías de la protagonista en el libro. El libro abunda en todas esas relaciones conflictivas entre hermanas, entre matrimonios y parejas, entre padres e hijos, sobrinos, nietos. Todas esas relaciones son diseccionadas y se cuentan desde diversos puntos de vista, los diferentes puntos que tienen los diversos protagonistas y que la narradora ha respetado escrupulosamente.
La novela tiene esa virtud, pero tiene otras muchas. La narración de una infancia problemática, con la tragedia de la muerte de varios hermanos, la adolescencia problemática, el matrimonio destrozado, la enfermedad psiquiátrica de la madre, sus múltiples relaciones con personas desclasadas y lumpen y la relación intermitente con sus hijas, sin olvidarnos del papel de un padre, muñidor de caracteres y manipulador de situaciones dolorosas.
Delphine de Vigan ha escrito una novela muy actual, tratando temas que para muchos son tabú. El resultado es una novela con sentimiento que revuelve las tripas, pero que a la vez deja un poso de dulzura y ambigüedad. Un homenaje como solo una hija sabe y puede hacerlo de una realidad ya irreparable.
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