Andrés Trapiello no quiere escribir más sobre la guerra civil
Si Cataluña, dicen algunos políticos nacionalistas, siente un cierto hartazgo de España y viceversa, Andrés Trapiello sufre otro tanto sobre la Guerra Civil. Si lo padece es porque ha estudiado nuestra guerra fraticida en diferentes frentes, pero sobre todo, y en el que ha destacado, es en el aspecto cultural de nuestra guerra civil y la República. Él, que se siente republicano, nunca querría que volviese la Segunda República, con más oscuridades que claridades. Abogaría por una Tercera República verdaderamente democrática.
Sobre la guerra civil dice en el libro que "nunca conoceremos la verdad". La verdadera verdad. La verdad de los participantes a título individual sí, pero, como apunta Pepe Pestaña, el protagonista de la novela e historiador, muchos de los recuerdos de los supervivientes del conflicto cambian con el tiempo. No son verdaderos recuerdos, sino que han cambiado por culpa de presiones o de propias percepciones surgidas en momentos de gran presión.
La novela parte de la idea que se ha tenido siempre en los dos bandos, que unos eran buenos y otros eran malos. Ni unos eran tan buenos, ni otros eran tan malos, o sí. O todos eran malos. Quizá esta última tesis sea la más cercana a la verdad. De ahí surge la tercera España, los republicanos que se tuvieron que exiliar al ver el rumbo que tomaba la democracia y los nacionalistas que no comulgaron nunca con los imperativos del dictador.
Fueron muchos los que se pudieron marchar del país antes de la finalización de la guerra, pero fueron muchos más lo que partieron en los estertores de un República que tenía un cáncer en sus propias entrañas. No puedo por menos que recordar a Julián Besteiro, paradigma de demócrata socialista que prefirió quedarse en Madrid hasta la conclusión de la guerra, creyendo ingenuamente que respetarían su vida, ya que no había cometido ningún crimen, ni nada que se le pareciese. Craso error, no hubo justicia con él, no hubo ni la más mínima humanidad. Pagó cara su lealtad a su patria.
"Para contar la verdad no sirve la Historia, sólo la novela puede hacer algo por la verdad", dice el protagonista en un momento dado de la novela. Su padre falangista es reconocido por una víctima como uno de los asesinos de su padre al comienzo de la guerra. El padre nunca reconoce su participación en el asesinato. Él sí sabe quién apretó el gatillo pero nunca lo dice, pese a eso le pide perdón al hijo de la víctima. Ésta, resentida por no saber dónde se encuentran los restos de su padre, no le perdona en un primer momento.
La investigación que llevan sobre el suceso los historiadores de la Memoria Histórica es un dechado de cómo no se debe de llevar dicha investigación. El enfrentamiento entre Mariví y José Antonio, miembros de la cátedra de historia de la universidad con Pepe, se va volviendo cada vez más tensa, con continuos enfrentamientos y manipulaciones por parte de los investigadores.
Andrés Trapiello quiere dar en la novela las múltiples visiones que todos los colectivos tienen sobre los hechos ocurridos en la guerra. Para ello utiliza hasta diez diferentes narradores que, en primera persona, cuentan su historia a su manera. El lector se da cuenta de qué pies cojean cada uno de ellos y podrá optar por la historia que cuenta cada uno o no optar por ninguna. El protagonista, precisamente, no opta por ninguna. Tiene la certidumbre de que todos mienten, hasta él mismo miente.
La escritura del autor leonés es fácil y precisa, con abundantes modismos y expresiones de su tierra, que ponen un toque de humor en un desarrollo dramático. Baste leer los nombres de muchos de los personajes para que una sonrisa acuda a nuestros labios. Don Sóstenes, cura ultramontano, Evencio o Ubaldo Torices son algunos de los ejemplos de los que está plagada la narración.
Deberá ser, por tanto, cada lector el que saque sus propias conclusiones del desarrollo de la novela; el autor le pone todas las opciones encima de la mesa, para ello utiliza tanto autores reales, como Fernando Savater, y otros irreales, que lo que hacen es que hay que cuestionarse todo. Realmente nos lo cuestionamos; a unos les parecerá bien, a otros mal, pero nadie quedará indiferente ante este ejercicio de valentía que el autor hace sin miramientos de ninguna clase.
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