Luces de bohemia es la descripción trágica del viaje dantesco que, saliendo de su casa, recorre Max Estrella por los infiernos de la vida madrileña hasta su retorno al hogar, sin que consiga volver al domicilio donde lo esperan su mujer y su hija. Por la sucesión de escenas, de brochazos, Max Estrella camina, avanza hacia su agonía reflejando la miseria del entorno, de una sociedad mezquina, egoísta, que solo vive para la vanidad, para el ejercicio despótico del poder o para la supervivencia. Pasa de un decorado a otro: los lugares que recorre, en los que se asienta, visita o muere, exponen la visión carnavalesca de la sociedad española, su descripción más honda, porque el espejo cóncavo reverbera el escarnio que signifi ca España para Max y para cuantos lo rodean.
Para describir esa verdad profunda que subyace bajo la apariencia de los sucesos, Valle-Inclán utiliza un lenguaje exclusivo en el que alterna la burla del lenguaje consagrado, literario, y lo trufa con el habla popular, con la «lengua baja» de hablas que tan pronto se impregnan de mexicanismos, de americanismos, como de términos procedentes del caló o voces extraídas de los bajos fondos madrileños en un panorama de cuadros alternativos y arbitrarios. Es el triunfo del guiñol, la farsa, lo estrafalario y lo grotesco: es el esperpento.
Ramón José Simón Valle Peña, más conocido como Ramón María del Valle-Inclán, nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra) en 1866. Miembro de la Generación del 98, está considerado como el mejor dramaturgo de la Edad de Plata española junto a Federico García Lorca. Su obra se enmarca dentro del modernismo y del decadentismo, con un rico tratamiento del lenguaje. Fue impulsor del esperpento con Luces de bohemia, Divinas Palabras o Martes de Carnaval, enfoque deformado de la realidad española que enfatizaba sus postulados críticos al mostrar los aspectos más grotescos.
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