El poemario “Historias” del premio Nobel Juan Ramón Jiménez fue escrito en su tierra, Moguer, entre los años 1909 y 1912, casi los mismos años en los que redactó “Platero y yo”. Esos poemas le acompañaron al poeta onubense casi toda su vida. Fue en el año 1921 cuando corrigió el libro. Algunos de los textos del mismo formaron parte de sucesivas antologías, pero otros quedaron inéditos y pendientes de publicación conforme al guión revisado que fijaría en su exilio de Puerto Rico.
En la rueda de prensa que ha tenido lugar para presentar estas “Historias”, estuvieron presente Ana Gavín, presidenta de la Fundación José Manuel Lara, Ignacio F. Garmendia, editor de la colección Vandalia, Carmen Hernández-Pinzón, legataria de la obra de Juan Ramón Jiménez y presidenta de la Fundación Zenobia, y la profesora y editora del libro Rocío Fernández Berrocal.
Ana Gavín recordó que este es el cuarto libro que publica la Fundación José Manuel Lara de Juan Ramón Jiménez. “De facto, el primer libro que publicamos fue uno del poeta de Moguer”, recordó. Nacho Garmendia calificó a “Juan Ramón Jiménez como el mayor poeta español del siglo XX”, algo que le hace justicia después del inexplicable olvido que ha padecido. Dio las gracias a la Fundación Zenobia por la facilidades que les han dado. “Nos han dejado disponer de los textos sin pagar derechos de autor. Un caso único y extraordinario”, afirmó. También recordó que el miembro del consejo del sello Vandalia Andrés Trapiello ha sido uno de los grandes defensores de la obra juanramoniana.
Para Carmen Hernández-Pinzón, “la obra de Juan Ramón Jiménez ha pasado por un gran desierto, ha habido un largo tiempo en que su obra no le interesaba a nadie, afortunadamente eso ha sido superado”. Agradeció el trabajó de la Fundación José Manuel Lara y de Rocio Fernández Berrocal que desde que escribió su tesis sobre Juan Ramón no ha parado de trabajar en su obra. “Y eso que no es fácil compaginar su vida familiar con el trabajo”, subrayó emocionada.
“El libro alberga temas muy juanramonianos: la infancia, los desfavorecidos, el ensueño, la elegía, la muerte, la reflexión en el viaje. En la primera parte, son los niños y sus sufrimientos los que conmueven y perturban profundamente al poeta. La segunda parte, constituye una intensa elejía andaluza que condensa con sensualidad y melancolía los olores y colores del mar, de la playa y del puerto. Los poemas de la tercera parte, los dedica a una sobrina cuya muerte le impresionó profundamente, atienden a dos constantes vitales de poeta, la muerte, siempre presente en su obra, y el eterno viajar hasta lo definitivo. La última parte, trata la idea del viaje, de la sucesión de tiempos y espacios ligados al espíritu del poeta evocados a través de sensaciones, colores e imágenes de gran plasticidad”, explica la editora Rocío Fernández Berrocal. Son la segunda y la cuarta parte las más intelectuales y reflexivas, en opinión de la profesora.
Para concluir, quiso Carmen Hernández-Pinzón dejar claro que el poeta siempre fue un amante de los niños. “La leyenda negra de que no le gustaban es rotundamente falsa. Siempre visitaba a sus sobrinos y después de la guerra acogió en su casa a 14 niños de la guerra, por lo que tuvo que empeñar hasta las joyas de Zenobia. Es más, la última foto que se hace –está publicada en el libro- es con niños. Eugenio Granell me contaba que Juan Ramón cuando estaba realmente bien era con los niños. Tenía un carácter muy infantil”, concluyó su sobrina-nieta.
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