Drama | 94 min. | España 2017
Título: Verano 1993.
Título original: Estiu 1993.
Director: Carla Simón.
Guión: Carla Simón.
Actores: Laia Artigas, Paula Robles, Bruna Cusí, David Verdaguer.
Estreno en España: 30/06/2017
Productora: Inicia Films, Avalon, MEDIA, ICAA, ICEC, TVE.
Distribuidora: Avalon.
Sinopsis
Después de la muerte de su madre, Frida (Laia Artigas), una niña de seis años, afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva, formada por sus tíos maternos Marga (Bruna Cusí) y Esteve (David Verdaguer), y su prima pequeña Anna (Paula Robles). Pero a Frida le resulta terriblemente difícil adaptarse a su nueva vida.
Crítica
La vida de Frida ha cambiado para siempre y aún no ha podido soltar ni una lágrima. Dejando atrás Barcelona, acompañamos a nuestra protagonista a vivir al campo con su nueva familia adoptiva y compartimos con ella esta forzosa nueva vida. Estiu 1993 es un film autobiográfico ya que se basa en la experiencia personal de la directora, Carla Simón. Este hecho terrible, íntimo y personal, hace que la película tenga tanta fuerza, tanta garra, y nos llegue desde lo más cercano. Y que esta obra sea una ópera prima magnifica su talento.
Centrada en el punto de vista de la pequeña Frida, resulta imposible no conmocionarse con el relato. Los sentimientos del duelo van aflorando escondidos y cohibidos de una manera que pocas veces se ha visto en el cine. La muerte de los padres de Frida es comunicada al espectador a partir de comentarios, sin entrar en escenas escabrosas. Desde el principio asistimos al cambio de casa de la pequeña y la llegada a su nuevo hogar. La claridad narrativa de Carla Simón es tal que no es necesario en ningún momento que nos sea explicado qué está pasando.
Su tío materno es su cómplice en más de una ocasión y su prima (menor que ella) la recibe con los brazos abiertos, ya que además los padres le presentan a su prima como su “nueva hermana”. El gran reto es el del rol de la nueva madre. El amor materno filial siempre ha sido tema de interés en el cine, pero en menos ocasiones se ha explicado el amor incondicional de los hijos hacia sus padres a través de la ausencia de estos últimos sin caer en clichés o historias previsibles. Son los detalles los que dibujan el simbolismo de la adaptación, un peine, unas muñecas o el hecho de atarse los zapatos son motivo de conflicto donde no hace falta insistir que la pequeña Frida echa de menos su casa.
Esta es una película que se percibe salida de la memoria de los sentimientos. Frida, incapaz de verbalizar su dolor, se porta mal más allá de las típicas travesuras propias de su edad, ya que incluso alguno de sus actos roza la maldad. Pero la inocencia propia de su edad, la inconsciencia de los hechos y sus consecuencias, y el no poder estar capacitada para asumir la dura realidad, a pesar de que la conozca, la exime de culpa.
Carla Simón atrapa toda esa complejidad y nos la transmite con una naturalidad abrumadora, sin necesidad de añadir dramatismo, como si simplemente captara los momentos en que transcurre la historia, o los rememorara a través de la película.
Es tan sutil y delicada, pero dura y realista al mismo tiempo, que te cautiva y te remueve los sentimientos. Tal es la sutileza de la película, la enfermedad de cuatro letras nunca es mencionada. En aquellos años, el SIDA estaba absolutamente estigmatizado como se ve reflejado en una escena, en la que la protagonista sufre la frialdad y falta de empatía causada por los prejuicios sociales del momento.
Lo más sorprendente del film, es la frescura y espontaneidad al tratar todos estos complejos temas con tanta sencillez. La química entre los personajes de Frida y Anna jugando es captada de manera brillante, mostrando escenas de la vida cotidiana, transmite realismo y naturalidad.
Reflejando el talento de Carla Simón, el prestigioso Festival de Cine de Berlín, popularmente conocido como Berlinale, ha premiado esta gran obra con el premio especial del jurado en la sección Generation Kplus, destinado al público juvenil, y con el premio a la mejor Ópera Prima.