Christophe y su mejor amigo Pierre se acercan, siempre que pueden, al pequeño taller de François Goulart para leer las pruebas de imprenta que expone en la ventana. Si detectan un gazapo, les recompensará con una moneda. Aunque hay otra razón más poderosa: Marie, la pelirroja hija del impresor, que atiende a esos dos críos con una sonrisa picarona fingiendo no darse cuenta de la admiración que despierta en Christophe.
Un día los dos muchachos encuentran en la imprenta algo que no deberían haber visto, y el terrible secreto llega a oídos de un clérigo. Lo que sucederá después dejará en Christophe una huella indeleble, un sentimiento de culpa y el deseo de hacer justicia. Esos mismos libros que ha empezado a amar pueden contener ideas que abren los ojos a muchos, o conducir a la hoguera o al campo de batalla a otros.
La aspiración de Christophe Plantin por elevarse sobre sus humildes orígenes y aprender un oficio le llevará de Lyon a Orleans, Caen, París y Amberes, en un tiempo marcado por los conflictos religiosos entre católicos y protestantes que desembocarán en las encarnizadas guerras de religión que devastaron Francia y Flandes.
Gracias a amigos insospechados, con astucia e inteligencia, pero sobre todo trabajo y constancia, lo aprenderá todo sobre los libros. Siempre al borde de la ruina, resurgirá tras cada revés del destino y acabará convirtiéndose en el mayor impresor y editor de su época.
Begoña Valero es natural de Banyeres de Mariola (Alicante) y vive en Valencia. Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Valencia, trabaja en la Generalitat Valenciana. Es autora de El trabajo de los libros (Editorial Denes, 2012). Después de haberla publicado, un amigo de Valero, que sabía de su interés por la historia de la imprenta y los libros, le habló de un impresor-librero-editor del siglo xvi, Christophe Plantin, sobre el cual empezó a leer. Más tarde, una visita al museo Plantin-Moretus, en Amberes, la decidió a desarrollar esa idea a la que había empezado a dar vueltas: acercarse al fascinante personaje de Plantin a través de otro personaje ficticio, que sería su contrapunto, y a un momento histórico que siempre la había atraído, el de los enfrentamientos entre católicos y protestantes que asolaron una Europa en la que el Imperio español dominaba. Así nació La casa del Compás de Oro, una novela a la que dedicó tres años.
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