La magnífica colección Calíope que sustentan el Excmo. Ayuntamiento de Baena y la Fundación Caja Rural de Baena, que se edita a través de la editorial granadina Alhulia y que recoge los premiados en este Premio Internacional de Poesía Joven “José Antonio Santano” conoce su cuarta entrega, tras haber recibido el galardón, las y los poetas, Isabel Hernández Gil, Andrés París Muñoz, Edwin Fi y, ahora el poeta argentino Christian Melogno. También colaboran en este volumen, Alberto Durero con la ilustración de la portada, Agustín Mazzini, al parecer un lector sin piedad y un crítico acertadísimo que ejerce de prologuista y la foto del autor de manos de Maiara Mendes de Azevedo, sin olvidar las traducciones al catalán de José Luis García Herrera, al gallego de Olga Novo, al euskera de Juan Mari Becerra, al inglés de Manuel Iris, al portugués de Leocadia Regalo, al italiano de Stefanía Di Leo, al alemán de Margaret von Schille, al árabe de Meimouna Hached, al rumano de Elena Liliana Popescu y al francés de un servidor. Es decir, estamos ante un joya bibliográfica en toda la acepción de la palabra.
Un poemario, este Geografías ocultas, que defiende con pasión la libertad en todos los planos, especialmente en su faceta creativa y que desde la libertad, reconocible en la ausencia de puntuación por ejemplo hasta su diálogo con la tradición y su flirteo con las vanguardias, nos ofrece un poema sólido, sugerente que se solidariza con el lector. Con gran precisión nos lo explicita, el prologuista, tras hacer una consideración necesaria en el binomio poesía intimista y entendible, ver coloquial y buceando en lo popular frente al reverso de una poesía más academicista, fría, acaso críptica: “Al mismo tiempo, pueden leerse estrofas que amalgaman lo anecdótico, en el mejor de los sentidos, con lo metafórico y lo simbólico...Hablamos, sí, de la experiencia, pero que trasciende el mero estar cotidiano. Allí no se abandona jamás la profundidad de lo humano y su fibra más íntima”. En efecto, el poeta Christian Melogno lo asimila y nos desvela una poesía viajera, vivencialmente expresiva y que recorre algunos momentos cruciales de la lírica hispana, Octavio Paz, Leopoldo María Panero, Joan Margarit, sin olvidar las resonancias de la edad de plata. Nos visitan también referencias nerudianas, solapadas inquietudes de César Vallejo y un colosal Carlos Drummond de Andrade que encabeza el poemario con unos versos de su libro Sentimiento del mundo : “Teus ombros suportam o mundo e ele não pesa mais que a mão de uma criança/Tus hombros sostienen el mundo y no pesa más que la mano de un niño”. Este sentir es el que fija el rumbo del poemario Geografías ocultas, una suerte de reflexión sobre la condición humana y la necesidad de superar las adversidades de la vida, que nuestro escritor extiende al quehacer poético. Puede apreciarse en poemas como “Los poetas”, “A un poeta, en el día de su muerte”, “El orfebre”, “Poética” o “El poema”. Paralelamente, Brasil es un telón de fondo primordial, pero también ciudades como Tenerife, Madrid, Montpellier y la encrucijada de la injusticia social que se muestra abiertamente en poemas como “El hambre” o “Atardecer de chabola”, una visión de la realidad, acaso la historia que muestra soledad, sufrimiento y pese a todo una conexión con la esperanza. En el poema “Agaete”: “La brisa trae formas de violencia/un beso de sal en los labios, sangre bajo la lluvia/silencio en su despedida, y una rotunda soledad/de la que ya no tiene sentido irse”. Testimonio de lo humano que no de lo divino y la necesidad de encontrar sentido en medio de la desilusión. El acervo cultural de lo universal a menudo discurre por arrabales, puesto que el poeta inicia una búsqueda consciente que pueda estructurar su propia obra, en relación al lenguaje, al proceder innovador de querer estabilizar un verso libre con una musicalidad, esencialmente de jazz, un anhelo muldimensional por particularizar con la mayor expresividad su verso: “Se trata/de descubrir una voz en el ritmo/un sentido a lo que llega” nos escribe en “Poética”. La niñez, los reflejos, los espejos, el amor desde luego, son ejes constructivos capitales en la poesía de Melogno. En el poema “Atardecer de chabola” lo completa: "Las manos del niño envejecían/y la luna rodaba desnuda por las calles/levantando cenizas en los rincones del jazz”.
Un orden de conciencia crítica que se combina con una musicalidad propia del poema y una imagen tan sugestiva como manifiesta, tensan las cuerdas del arco y nos brinda un poema casi cotidiano, innumerablemente sustantivo que quiere aprehender el universo en las mañanas del mundo no en su fragmentación espiritual sino en la exigencia de un humanismo solidario descriptivo, libre y desmitificado.
Por consiguiente, en la singular y a la vez prodigiosa estructura por hacer converger lo complejo, lo cotidiano, la memoria, la figuración contra lo irracional, el poeta Christian Melogno trasciende ese debate de confrontación que se plantea entre realismo contra metafísica, del mismo modo, que huho una línea de poesía de la experiencia y otra de la diferencia, poesía de cultismo versus conceptismo, y un largo etcétera, es decir, escapa a las reduccionistas y perezosas clasificaciones de la crítica complacida y complaciente para buscar la belleza del lenguaje y también sus contradicciones.
Un poemario emocionalmente intenso que se solidifica, tal vez, se licúe, con dudas, sensaciones y atención al otro: “Pienso frente al espejo, estas cosas y otras más/y por un instante creo ver/en mi reflejo una sombra:/no he vivido yo”.