Señalemos que una novela histórica es en primer lugar una novela y que lo de histórica es una añadido para una determinado tipo de novelas. Como hay novela negra, novela de intriga o novela costumbrista. El lector no debe perder de vista, pues, que en sus manos tiene una novela y, por lo tanto, aunque sea histórica, encontrará en ella elementos de ficción. Elementos que forman parte de la creatividad literaria del autor. La construcción de los diálogos o la aparición de personajes de ficción, que pueden aparecer por sus páginas, no son históricos. Sin embargo, en una buena novela histórica esos diálogos han de responder a las formulaciones históricas propias de la época que se novela. Han de recoger el espíritu de la época. Lo mismo ocurre con los personajes de ficción. Han de ser verosímiles en el marco histórico del momento y responder al ambiente de la época.
En una buena novela histórica los acontecimientos que quedan recogidos en sus páginas han de ser fieles a lo que la historia nos cuenta de ellos. No nos referimos, lógicamente, a la interpretación que de esos hechos pueden hacer los historiadores y que, en muchas ocasiones, responden a planteamientos ideológicos o son la consecuencia del material y las fuentes que se han manejado. Otro tanto ocurre con los personajes históricos que aparecen en las páginas de las novelas. En muchas ocasiones los “perfiles históricos” de esos personajes difieren de forma sustancial ¿Era Pedro I de Castilla el Cruel o el Justiciero? ¿La crónica escrita por Alonso de Palencia responde a la verdad de lo acontecido en el reinado de Enrique IV? ¿Era la emperatriz Teodora la mujer que nos presenta Procopio de Cesarea en su Historia de las Guerras o la que nos descubre en su Historia Secreta?
Una novela histórica ha der ser, pues verosímil y captar el espíritu de la época que se novela. Ha de responder también al ambiente material de dicha época. Las personas comen, beben, se visten, utilizan una forma de medir o un sistema monetario que ha cambiado a lo largo del tiempo. Una buena novela histórica ha de responder también al ambiente material del tiempo que recoge entre sus páginas.
Hay quienes denostan la novela histórica, bien porque la consideran “poco literaria”, bien porque, desde el campo de la historia, la acusan de falta de rigor. Pensemos que la historia es una ciencia objeto de interpretación, tanto que reputados historiadores han señalado que debe ser repensada por cada generación. Indiquemos que en el terreno de la literatura la novela histórica no ha perdido el favor del público lector en dos siglos, algo que no ocurre con otro tipo de novelas. También que figuras como Victor Hugo (Nuestra Señora de París), Gustave Flaubert (Salambó), León Tolstoi (Guerra y Paz) Alessandro Manzoni (Los novios), Pérez Galdós (Episodios Nacionales), Robert Graves (Yo Claudio), Mika Waltari (Sinuhé el egipcio) o Humberto Eco (El nombre de la rosa) por no citar a la pléyade de excelentes autores de novela histórica que escriben en España actualmente, han dejado con sus novelas históricas obras maestras de la literatura.
Ciertamente no todo lo que hoy el lector encuentra bajo el epígrafe de novela histórica lo es. Pero cuando una novela histórica responde a los parámetros que han de exigírsele -pueden servir de guía los establecidos por el ensayista húngaro György Lucakcs-, es un excelente instrumento para aprender historia. Aprender deleitando, sin que el lector pierda de vista que tiene en sus manos una novela y en ella la ficción tiene su sitio. Una prueba de lo que decimos es que en muchos centros de enseñanza, incluidas las facultades de historia, se recomienda la lectura de novelas históricas, al ser consideradas instrumentos útiles para aprender historia.
José Calvo Poyato, Doctor en Historia y autor de “El espía del Rey”.
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