En Granada, organiza Carolina Molina, desde el 2013, unas Jornadas de Novela Histórica y, desde hace poco tiempo, unas Jornadas Madrileñas de Novela Histórica. “En Granada me acogieron muy bien tanto por las novelas que he escrito como por las jornadas, por eso he querido traspasar la experiencia granadina a Madrid, me pregunté por qué no va a funcionar en mi tierra”, nos dice la escritora en la entrevista que mantuvimos en la cafetería de un hotel de la Gran Vía.
Periodista de formación, siempre quiso dedicarse a temas culturales, como el teatro. Hasta que llamó a sus puertas la novela histórica. “Los años de formación de la universidad me han servido para saber documentar mis novelas. La novela histórica ofrece muchas posibilidades. Las novelas que escribí sobre Granada –leía a todas horas a Federico García Lorca- gustaron mucho porque allí les gusta hablar de su ciudad. En Madrid, no ocurre lo mismo. Es ahora cuando se está empezando a leer sobre nuestra ciudad”, explica la escritora.
“Madrid está acaparada por la historia de los Austrias. El siglo XVIII es el gran desconocido, incluso se ha pasado el centenario de Carlos III sin grandes conmemoraciones y no podemos olvidar que muchos de los grandes monumentos madrileños son del reinado de Carlos III”, expone con rigurosidad Carolina Molina.
¿Quién no conoce la puerta de Alcalá o la Cibeles? Esos monumentos y otros muchos más como la fuente de Neptuno o la de Apolo, en la Castellana; el Museo del Prado que proyectó el arquitecto Juan de Villanueva por encargo suyo; el Real Jardín Botánico; el Palacio de Telecomunicaciones, hoy sede del ayuntamiento de Madrid; el Observatorio Astronómico de Madrid o lo que es hoy el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía, que se construyó como el Hospital General de Madrid, fueron construidos en el tiempo de Carlos III. Para ello contó con unos grandes arquitectos como Francisco de Sabatini, Juan de Villanueva, José de Hermosilla y Ventura Rodríguez.
Documentándose para escribir la novela, que la terminó hace un par de años y ya tiene otras dos preparadas para publicar, reconoce que “me he enamorado de Carlos III, un rey con una personalidad muy peculiar”, afirma. Carlos III era una persona que estaba muy obsesionada con el tiempo. “Podríamos decir que tenía unos rasgos de persona obsesiva-compulsiva pero que, a la vez, era muy cercana y cariñosa y que sabía expresar muy bien sus sentimientos. Las cartas que escribió a su madre desde Nápoles así lo demuestran”, recuerda la escritora madrileña. Su gusto por las cacerías parecen reforzar esa imagen aunque en realidad usaba ese pasatiempo para pensar en cuestiones de estado.
Los años que reinó en Nápoles y Sicilia le valieron para adquirir una experiencia realmente provechosa. Su labor en las ruinas de Pompeya, así lo demuestran. Allí realizó una gran labor de catalogación. Algunos de sus consejeros como el arquitecto Sabatini o Esquilache le acompañaron en el regreso a su casa, donde emprendería muchas reformas para modernizar la capital, además de otras muchas ciudades. Gracias a Carlos III se dejó de oír en Madrid aquello de ¡agua va! También pavimentó de manera más racional las encharcadas calles de nuestras ciudades. “Logró quitar a Madrid la mentalidad de pueblo. En los casi treinta años que reinó Carlos III, se puede decir, que dio un vuelco enorme al país, si hubiese reinado más años, quién sabe a dónde hubiésemos llegado”, corrobora Carolina Molina.
“Carolus” tiene otros personajes que, aunque no sean históricos, tienen mucho interés novelístico. “Si sólo te ajustas a los personajes históricos, estás encorsetada. Mi intención era salir de lo conocido de la novela histórica y escribir un relato, además de riguroso, divertido y desenfadado. Con un narrador omnisciente que no sepamos muy bien si es un hombre o una mujer”, detalla la escritora mientras toma un té.
Carolina Molina tiene una queja más que razonada sobre la novela histórica. “Hay pocas mujeres escribiendo novela histórica. Cuando hicimos un certamen sobre la mujer en la novela histórica, nos costó encontrar escritoras y eso que las hay muy buenas, pero escasas. Ángeles de Irrisarri ha sido mi espejo, también me parecen muy interesantes Magdalena Lasala, Toti Martínez de Lecea o Almudena de Arteaga, entre otras”, cita.
En opinión de la escritora madrileña, la novela histórica tiene muchas virtudes. “Nos hace reflexionar de cómo eran nuestros mayores y cómo somos nosotros. Tiene un aspecto didáctico que debe conjugar el disfrute con la reflexión. Las escritoras buscan hacer reflexionar más al lector, a los hombres les gusta más contar batallas y aventuras”, reflexiona con un tono de humor. Característica que la gusta imprimir en sus escritos.
La novela de Carolina Molina tiene un componente muy teatral a la manera de Lope de Vega. “Mi personajes entran y salen mucho de escena. Siempre procuro que mis textos sean muy factibles, muy reales. Si veo que las mujeres hacen cosas que no se hacían en ese siglo me lleva el diablo, no me lo creo. Ante todo, una novela tiene que ser creíble”, argumenta. El ambiente madrileño está muy bien conseguido, al igual, que los avatares del rey-alcalde. “Fue el primer gobernante que escuchó e hizo caso al pueblo. Destituyó a Esquilache por el renombrado motín sobre las capas pero, con inteligencia, supo sacar adelante todas las reformas que propuso”, recuerda. El XVIII es un siglo bastante desconocido, como hemos dicho, pero gracias a Carolina Molina lo conoceremos un poco más.
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