Un violador acecha a las mujeres en el cementerio de Antofagasta. Las víctimas declaran haber sido arrastradas al interior de un mausoleo por un sujeto de voz aterradora y olor a muerto.
Este es el caso que ha de resolver el Tira Gutiérrez, el único investigador privado de Antofagasta. Cuenta para ello con sus limitadas capacidades deductivas, un curso de detective por correspondencia, y la exigua experiencia que le da el haberse encargado de esclarecer algunas infidelidades conyugales ajenas. Pero recibirá la ayuda inesperada de la hermana Tegualda, una monja evangélica amiga de una de las víctimas, que en seguida se convierte en su mano derecha, por no decir en el verdadero cerebro de la investigación.
¿Cuál es el motivo que mueve a la hermana Tegualda a implicarse en este caso? ¿Quién es el chico que vive en el cementerio como si fuera un muerto? ¿Un criminal? ¿Una víctima?
Las pesquisas de los dos detectives les llevarán del cementerio de Antofagasta a la casa de la vidente Madame Encarnación y de ahí al prostíbulo donde vive el padre de uno de los principales sospechosos. ¿Dónde se esconde el violador del cementerio de Antofagasta?
Más allá de la poderosa intriga que arma Rivera Letelier, es en la extraordinaria relación de colaboración, atracción y respeto que se crea entre el Tira Gutiérrez y la monja Tegualda donde está el corazón de esta novela deliciosa. En ella están presentes las claves de las mejores obras de Rivera Letelier: el humor, la riqueza del lenguaje, el erotismo, la soledad, el desarraigo, y la alegría del amor.
Hernán Rivera Letelier nació en 1950 en Talca por casualidad, estando su madre de visita en casa de unos parientes. A los pocos meses la familia al completo (padre, madre y cinco hermanos) volvieron al Norte, donde vivirían en diversos campamentos salitreros de la pampa. Cuando Rivera Letelier tenía nueve años la familia decidió establecerse en Antofagasta y empezar una nueva vida. Pero a las dos semanas de vivir en la ciudad, la madre falleció a causa de la mordedura de una araña venenosa, y la familia se desmembró. Los hermanos pequeños se marcharon con una hermana casada, el padre se fue a trabajar a una mina de cobre, y Hernán se quedó a vivir solo en una choza construida en el patio de una iglesia evangélica. Su padre bajaba a verlo cada dos semanas. Él se ganaba la vida vendiendo periódicos. Sin amigos ni familia aprendió a sobrellevar la soledad y a sobrevivir. Su destino natural eran las minas de la pampa, pero su curiosidad por el mundo le llevó a viajar por todo Chile, Bolivia, Perú, Argentina, hasta que el golpe de estado de 1973 le devolvió a la pampa y a la mina.
Su carrera literaria comenzó cuando ganó un concurso de poesía en la radio, pero han sido las novelas las que han cimentado su reputación como uno de los escritores más interesantes y leídos del Chile actual. La Reina Isabel cantaba rancheras fue premiada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura en 1994 y es una de las obras literarias de más vasta difusión de la narrativa chilena reciente. Luego publicó Himno del ángel parado en una pata , Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura en 1996, Fatamorgana de amor con banda de música (1998), Premio Municipal de Novela; el libro de cuentos Donde mueren los valientes (1999), Los trenes se van al purgatorio (2000), Santa María de las flores negras (2002), El Fantasista (2006), Mi nombre es Malarrosa (2008), La contadora de películas (2009), El arte de la resurrección, por la que en 2010 obtuvo el Premio Alfaguara de novela, El Escritor de Epitafios (2011), Historia de amor con hombre bailando (2013) y El vendedor de pájaros (2014). Su obra La contadora de películas ha sido traducida a más de quince idiomas y se hará una película sobre la misma. En 2001, Rivera Letelier fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia.
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