Publicado por Editorial Limes, en su colección Arca, el poemario se inicia con un prólogo de Daniel Montoly, que da cuenta de la vertiente existencial de la poesía de Elisabeta Botan, que se autodefine en la apertura del libro: “Yo soy aquella que arde en la hoguera de la palabra”. En efecto, la poeta sabe que la palabra es fuego que revivifica, de sus cenizas se erige el lenguaje.
En el poema inaugural que da título al libro, la autora define su geometría como “laberinto de cicatrices fosilizadas”. En la búsqueda de su ser se afanan estos poemas, de nuevo el verso libre es la forma elegida para expresar sus inquietudes y afirma que “la poesía es nuestro único territorio/ más allá de él no existimos” (“La quintaesencia del amor”).
Elisabeta Botan hace de la palabra principio y fin de su existencia, por ella describe el mundo como “Tierra de letras”, y en ella encuentra cobijo cuando el ser amado se encuentra ausente. Las palabras son la prolongación de su ser y del ser que ama.
La poesía de Elisabeta Botan no está exenta de romanticismo, pues a su marido dedica varios poemas (“Me duermo en tus brazos/ y me despierto en los versos del más bello de los poemas.”); y de ternura, como en “Poema para Bianca”:
“Me abrazas, niña, con tu vuelo
del color de un brillante polvo,
y nos escapamos por el cielo
de tus dibujos
hasta los manantiales de la metáfora.”
Pero también encontramos composiciones donde el desengaño y la pesadumbre se adueñan del verso en un discurso metapoético donde de nuevo la palabra, el poema y sus límites, establecen un marco ilusorio en forma de espejismo.
En el orden interno que organiza el poemario por secciones temáticas, destaca la que dedica a la memoria del padre, “Ocaso” e “Irremediable” tratan de exorcizar la pérdida a través de la palabra, pues ni siquiera los recuerdos “heridos y descoloridos de tiempo” le dejan volver a él.
Pero también hay lugar para la crítica social, así en “Szomna” denuncia el caso de una niña de etnia gitana que se suicidó porque su familia no la dejaba estudiar, y en “Je suis Fakhunda”, el asesinato en público de una joven afgana en Kabul.
La poesía es la materia sobre la que Elisabeta Botan vehicula todo el libro, versos, palabras, letras, con el deseo de evadirse de la retórica para hallar la esencia del poema, por eso su verso se adelgaza, así los poemas “La hija de Izmón”, “Azar” y “A mi buen amigo” adoptan la forma de cascada.
Siempre el poema es el punto de partida, y de llegada, donde unas veces se identifica con el alma y otras se vuelve anhelo que le impele a escribir un “mapa de palabras” para salvarse de la muerte, de la nada.
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