"Una jugada de dados", que ahora publica la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker en una edición de coleccionista, fue la obra cumbre de Mallarmé. “Una obra cuyo impacto se ha dejado sentir de manera más evidente en el terreno del pensamiento estético y de la correspondencia de las artes”, hasta el punto de haber marcado en ambos territorios “un antes y un después”, señala en el prólogo de la presente edición Pilar Gómez Bedate, su traductora. Una versión del poemario, esta que, por primera vez en castellano, integra las correcciones que Mallarmé hizo a su edición primigenia.
Adiós a la armonía de la página
La revista Cosmopolis fue quien ofreció en 1897 un primer extracto de este trabajo que Mallarmé denominaba el Libro, que no llegó a completar y en el que, como nunca, gracias a sus conocimientos de tipografía, innovó con los caracteres, los espacios y los blancos. En definitiva, rompió con la matriz del clasicismo francés, con la tradicional armonía visual del texto, para crear frases en constelación y subrayar la importancia de la disposición de la página en el sentido y el ritmo del poema. “El ritmo es, con la Idea, el elemento de la poesía”, dejó escrito el autor. “En efecto, el color y la música son el ritmo mismo. En cuanto a la Idea no es, no puede ser el concepto: no debe ser distinguida del lenguaje con el que ha tomado cuerpo”.
Contó Paul Valery que, para todo ello, “Mallarmé había estudiado muy cuidadosamente (incluso en los carteles, en los periódicos) la eficacia de las distribuciones de lo blanco y lo negro, la intención comparada de los tipos”. Una jugada de dados es una lectura exigente, como toda composición de este poeta, pero abierta a múltiples interpretaciones. Y el autor no solo tantea las posibilidades del lenguaje, también nos aboca a la reflexión sobre la ausencia, la nada y, tal como indica el título, la probabilidad y el azar. Octavio Paz lo definió por ello como “el poema de la nulidad del arte de escribir”, “poema que niega la posibilidad de decir algo absoluto, consagración de la impotencia de la palabra” y “al mismo tiempo el arquetipo del poema futuro y la afirmación plenaria de la soberanía de la palabra”.
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