Titulada en el original “Minas do ouro”, esta novela de Frei Betto (magníficamente traducida por Irene Aragón) nos ofrece con un lenguaje lírico, rico y sonoro una narración que es, a la vez, la de la familia Arienim y la de Brasil; la de la búsqueda del tesoro, pero también la de la crudeza de la extracción del oro. Es la narración, igualmente, de cómo la riqueza (de ayer, pero también la de hoy) se sustenta sobre el trabajo esclavo y la explotación de los pobres.
La creación de una sociedad mestiza, el trato dado a negros e indios en las ciudades y en las minas, el papel siempre equívoco de la Iglesia Católica (no hay que olvidar que Betto es dominico, y teólogo de la liberación), las luchas entre los primeros patriotas brasileños (movidos por el dinero, y no por una idea de pueblo inclusiva) contra la corona portuguesa,… todo eso y más se asoma a las páginas de una obra que con un lenguaje lírico, rico y sonoro oscila entre el realismo histórico y el mágico, con personajes que, pese a su baja extracción social (aquí habría que citar a Carpentier y sobre todo a Lezama Lima; y desde luego, a Saramago) hablan como doctos, dando pie no sólo a una narración histórica, sino a una interpretación de la Historia.
Un paseo, en suma, por la historia de la construcción de Brasil que Betto acomete con pasajes breves, muy amenos y a veces llenos de una ironía sutil, que rezuma compasión por una especie que parece condenada a oscilar, eternamente, entre los gestos más nobles y las más terribles atrocidades.
Entretenida, muchas veces divertida y con un final tan inesperado como bien ejecutado (donde el lenguaje se vuelve contemporáneo al tiempo que la acción, en una muestra de maestría narrativa de Betto), la obra es de esas que dejan poso y que nos explican por qué su autor es uno de los más celebrados en el Brasil actual.
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