Marta del Riego es, además de escritora, periodista y poeta. Hasta hace unos días desempeñaba el cargo de redactora jefa de la revista Vanity Fair. “Las revistas se están hundiendo. La publicidad, más o menos, se mantiene, pero las ventas están cayendo en picado”, diagnóstica con precisión quirúsgica y, además, el periodismo tal y como lo conocemos está perdiendo su identidad. Los lectores cada vez son menos y su fidelidad a los medios comienza a ser preocupante.
“Mi nombre es Sena” es un triángulo amoroso de unos personajes que no encuentran su lugar en el mundo, su identidad. Sena, la protagonista, es una persona en construcción. “No es una mujer adulta, ha hecho millones de cosas pero sin continuidad. Es arquetipo que se enmarca en esa generación que son los eternos Peter Panes, que llegan a la adultez muy tarde”, describe la autora que reconoce que Sena tiene algunas cosas de ella como es haver vivido en Berlín y más cosas. “La protagonista es una persona muy introvertida. La gente la suele ver de una forma pero, realmente, es todo lo contrario”, describe.
Marta del Riego también ha hecho un millón de cosas, una vez terminada la carrera de periodismo emigró a Londres donde trabajo de au pair en una casa de judíos ortodoxos, “es una religión rarísima por eso he utilizado como personaje a un judío ortodoxo ya que da mucho juego para una novela”, apunta. Después se fue a Berlín donde estuvo cuatro años. “Tenía muchas ganas de escribir algo sobre Berlín, una ciudad muy pobre, pero llena de aventuras, que dio un giro radical con la caída del muro”, declara. Su actividad sigue siendo casi frenética, este fin de semana participará en un par de tertulias literarias en el Hay Festival Segovia junto a John Banville, entre otros.
Ha estado escribiendo su novela cerca de cinco años. Cuando presentó en 2013 “Sendero de frío y amor”, su anterior novela, ya llevaba un año escribiendo la que ahora publica. Marta del Riego es una escritora lenta porque tiene que compartir su tiempo con su profesión y su familia. “Me levanto a las seis de la mañana y escribo cerca de hora y media de forma muy intensa. Los fines de semana también los utilizo para escribir, siempre lo hago con mucho aprovechamiento”, asevera con una rotundidad no exenta de simpatía y alegría.
“Mi nombre es Sena” es una novela de intriga desde el principio. “No me gustan nada las historias predecibles. Esta novela es una historia de amor fou”, reconoce sin querer contar el final. Tampoco la gusta encasillarse en los géneros, aunque la novela tiene algo de thriller sentimental. “Lo que sí me gusta son las historias que te sacan de la rutina. Me gusta lanzarme a la piscina. Hacer que el lector salga de su zona de confort”, señala.
“Me gusta sorprender al lector, hacerle pensar. Para ello, narro cosas desde fuera y utilizo la segunda persona como, por ejemplo, en el capítulo de la boda de Sena”, detalla y añade “los capítulos descriptivos me aburren un poco por eso busca formas distintas de contar algún pasaje”. Así, las sorpresas de la novela llegan hasta la última página.
Antes de ponerse a escribir, en muchas ocasiones, se tira las horas muertas mirando una pared y pensando hasta que se le ocurre una idea. Después, “me hago un esquema a lápiz de la trama, de los capítulos y de los personajes, a los que necesito conocer muy bien antes de ponerme a escribir. Lo que nunca hago es un guión de todo lo que va a suceder en la novela, como mucho me lo haga hasta la mitad”, nos detalla con precisión. Por eso, sus historias van cambiando según avanza la historia.
Lo que sí hace, quizá por deformación profesional, es corregir sus textos. “Los reescribo hasta cien veces para intentar dejar redondo cada capítulo”, indica esta escritora que se considera mala lectora porque lo hace con el lápiz entre los dedos para corregir los textos. El capítulo inicial lo escribió prácticamente cuando tenía la novela acabada. Es quizá el capítulo más enigmático de toda la novela, a la par que sorprendente.
También tiene tendencia a meter muchos personajes en sus novelas. “Me divierte meter muchos personajes en mis escritos. Me divierte aunque sé la complejidad de ello”, opina la escritora leonesa. También le gustan las elipsis en la narración, “es un golpe de efecto para que despierte el lector. Si haces escenas muy largas se pierde impacto”, continua analizando.
Marta del Riego reconoce ser muy analítica cuando escribe, “le doy mil vueltas a todo”, pero, también, muy intuitiva. La ironía y el humor no están exentos de su novela. “La ironía es el antídoto contra la cursilería. Me enseñaron a no creerme nada aunque eso no quiere decir que sea cínica. Me enfrento con ilusión a las cosas pero no de una manera infantil”, concluye.
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