El museo-librería que posee el escritor Tomás García Yebra en el barrio de la Estación en Las Navas del Marqués en Ávila es un refugio para los amantes de la literatura. En él conviven libros con los objetos más insólitos que uno pueda imaginar y que el escritor madrileño ha ido recogiendo o le han ido regalando personas del pueblo abulense para su museo. Además, tiene una maqueta de tren digna de admirarse y que cuando estuve allí no pude ver en funcionamiento porque aún no había pasado la ITV de maquetas de tren.
Tomás García Yebra se dedicó al periodismo cultural durante muchos años en la agencia Colpisa, allí tuvo la oportunidad de entrevistar a numerosos escritores. Dejó ese trabajo fijo porque un día se dió cuenta de que “el poder es intocable, siempre” y “el periodismo está lleno de trampas”. Ni corto ni perezoso dejó su puesto de trabajo para dedicarse a las dos profesiones que más le apasionan: la literatura y la educación. Ahora trabaja en las dos, además de mantener su librería, “que sólo me da para cubrir gastos”, reconoce sin amargura.
A la educación la dedica tres jornadas a la semana, en esos días alecciona a jóvenes y no tan jóvenes a escribir en sus talleres de escritura, los imparte en la Vinoteca Mares y en las librerías Tierra de Fuego y La Fugitiva. De ahí, que estuviese leyendo el thriller de la escritora navarra, ya quiere conocer el porqué del éxito de esa novela. A la literatura le dedica todo el tiempo restante que no tiene que estar en su librería. En ocasiones adopta el papel de Percy Hopewell, y se cambia el sombrero de ala ancha por la gorrilla británica, para meterse en la piel de un periodista inglés. Su libro “Santa Teresa is different” fue el año pasado un auténtico éxito de ventas. Ahora publica su ensayo-crónica “Madera de Cela”, la continuación de aquel libro que publicó hace ya catorce años y que se tituló “Desmontando a Cela”.
“Madera de Cela” es un cuidadoso repaso de las obras de nuestro último Premio Nobel y de sus canalladas, con ello nos referimos al presunto plagio o apropiación indebida que perpetró con “La cruz de San Andrés”. Todo tratado con respeto pero, también, con rigurosidad ante los hechos que todos conocemos y que el autor ya ha tratado en reiteradas ocasiones en prensa y libros. Que estas ramas no nos dejen ver el bosque de la literatura de Cela.
“El abogado de Carmen Formoso, que era su hijo, se equivocó en la estrategia de la demanda ya que en mi opinión no era un plagio sino una apropiación indebida, ya que alguien de la editorial le facilitó el manuscrito para que pudiese escribir la obra ganadora del Premio Planeta”, cuenta Tomás García Yebra en la conversación que mantuvimos en su librería. Cuando publicó sus artículos sobre este tema le tacharon de amarillista y “destroyer”, “al final, el tiempo me ha dado la razón”, apostilla.
En su opinión, la última esposa de Cela Marina Castaño –una mujer entregada a él en cuerpo y alma- se equivocó en la estrategia a seguir con él. “Cela es un personaje que causa mucho rechazo. Su esposa, tan limpio que lo llevaba por fuera, se tenía que haber preocupado de llevarlo limpio por dentro. Cela tenía muchas cosas positivas, tuvo que hacerlo más humano, más cercano; tuvo que potenciar precisamente eso, pero le apartó de su familia, sólo se preocupaba por el dinero y, al final, nos quedamos con lo peor de Cela”, analiza el autor. Quizá por ello, el rotundo fracaso que está teniendo los actos del centenario de Cela.
Si el periodismo, como dice el autor madrileño está lleno de trampas, “con la literatura se está haciendo ficción para contar la verdad. Te refugias en ella para decir lo que tú crees que es la verdad. La autocensura es menor que en el periodismo”, afirma convencido. Por eso, se ha refugiado en la literatura donde muestra su vertiente más crítica con la política y con la sociedad, pero siempre con un sentido del humor muy acentuado y, a la vez, fresco.
Para Tomás García Yebra, “todas las relaciones interpersonales no son reales. Todos necesitamos que nos mientan, eso le crea a uno ilusión. Si nos hiciesen una radiografía de la mente, de nuestros pensamientos, estaríamos desarmados”, reflexiona. Por eso, dice que todos tenemos un punto de impresentables, de fingidores. Aunque, a la vez, opina que el mundo está lleno de persona interesantes.
“Yo me lo pasó genial en mis talleres literarios. Mi vocación es escribir y enseñar, por eso me fui contento de Colpisa, para poder cumplir mis sueños”, señala durante la charla. Todo lo que aprendió en la agencia lo ha utilizado en su vida. “Madera de Cela” comienza con una gran lección de periodismo que a su vez es un tratado sobre la condición humana. “Siempre he querido decir lo máximo con las menos palabras posibles y con amenidad. Adecuar el lenguaje a la historia que se cuenta. Eso era lo que hacía Cela de forma magistral en sus primeras obras, La familia de Pascual Duarte y Viaje a la Alcarria. Luego Cela se enamoró de las palabras y así se fue distanciando de la esencia de la literatura”, sostiene el escritor-librero.
Ahora, Tomás García Yebra está empeñado de cambiar de registro, de hacer una literatura más intimista. “Abrirme en canal, como Cesare Pavese”, concreta. “Hasta ahora he explorado el mundo de las ideas, ahora trataré de ahondar más en el mundo de las sensaciones, de los sentimientos”, nos anticipa y añade “sólo con los años, te das cuenta de lo importante que es compartir”.
Sin embargo, no piensa abandonar ese toque de humor que da a sus escritos, “si te ríes de ti mismo es porque tiene más seguridad en ti”, manifiesta y para ello no necesita mucho, más bien lo contrario. “Cuanto más ganas, más servidumbres tienes y eso, precisamente, no te hace más feliz. A veces, menos es más”, comenta. Para terminar nos hace un somero diagnóstico de Cela, “el personaje se ha cargado al escritor y eso no nos permite ver lo bueno que nos ha dejado”.
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