El resultado de su empeño es una obra de una franqueza arrolladora y una calidad literaria excepcional que rememora décadas de máscaras, tanteos y exploraciones, en un trayecto primero doloroso y después liberador hacia el conocimiento de uno mismo. Un retrato íntimo y sin velos, una portentosa contribución a la literatura autobiográfica.
El amor del revés es la autobiografía sentimental de un muchacho que, al llegar a la adolescencia, descubre que su corazón está podrido por una enfermedad maligna: la
homosexualidad: «En 1977, a los quince años de edad, cuando tuve la certeza definitiva de que era homosexual, me juré a mí mismo, aterrado, que nadie lo sabría nunca. Como la de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, fue una promesa solemne. En 2006, sin embargo, me casé con un hombre en una ceremonia civil ante ciento cincuenta
invitados, entre los que estaban mis amigos de la infancia, mis compañeros de estudios, mis colegas de trabajo y toda mi familia. En esos veintinueve años que habían transcurrido entre una fecha y otra, yo había sufrido una metamorfosis inversa a la de Gregorio Samsa: había dejado de ser una cucaracha y me había ido convirtiendo poco a poco en un ser humano.»
El amor del revés es la historia de un camino de perfección que trata de poner al descubierto, sin clichés y sin moralismos, la intimidad desnuda de alguien que de repente se siente apartado de las normas sociales y trata de sobrevivir entre ellas. El autor cuenta su propia vida con una sinceridad a veces hiriente: el descubrimiento de su condición sexual, los primeros amores juveniles, los problemas psicológicos derivados de su inadaptación, la terapia conductual que realizó para cambiar sus inclinaciones enfermas, la exploración del sexo, las primeras relaciones afectivas, los contactos con el mundo gay y el descubrimiento progresivo y tardío de la felicidad, «el valor exacto de la ternura».
El amor del revés es también el retrato de una sociedad infectada por la intolerancia y por el prejuicio, una sociedad impermeable que busca enfermedades imaginarias para
marcar su propio territorio moral.
Luisgé Martín (Madrid, 1962) es licenciado en filología hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y MBA por el Instituto de Empresa. Ha sido galardonado con el
Premio Ramón Gómez de la Serna de narrativa, el Antonio Machado y el Vargas Llosa de relatos, y el Premio Llanes de Viajes. En Anagrama ha publicado las novelas La mujer de sombra, acogida unánimemente como una obra maestra: «Un gran libro. Incómodo.
LUISGÉ MARTÍN POR LUISGÉ MARTÍN
En una carta a su amiga y amante Vita Sackeville`West, Virginia Woolf asegura que cuando se empieza a escribir una novela lo más importante es sentir que hay un abismo
que las palabras no pueden cruzar. Sentir, en el fondo, que la idea de la novela es mucho más poderosa de lo que podrá llegar a ser nunca la novela ya escrita. “Te puedo asegurar que antes de escribirlas todas mis novelas eran de primera clase”, acaba diciendo la escritora británica.
A mí me ocurre algo así: antes de ser escritas, todas mis novelas son de primera clase. Luego, en el proceso de escritura, el efecto del rozamiento mental las desgasta, por desgracia. Pero no concibo mi tarea de escritor sin la ambición de cruzar el océano. El día en que me ocurran sólo historias de segunda clase dejaré de escribir. A la isla desierta me llevaría libros de otros, no un ordenador para escribir los míos. Leyendo puedo llegar a ser feliz; escribiendo, en cambio, vivo atormentado, aunque no puedo dejar de hacerlo.
Soy uno de los pesimistas más venturosos que conozco, lo que dice mucho de mi capacidad de vivir en la contradicción. Y en el ámbito de la literatura, estoy convencido de que sólo es provechoso el pesimismo: para el engaño, ya está el vino y el sol de verano.
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