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Antología de la poesía parnasiana |
“Es un valle silvestre no lejos del Euxino;/ allí, sobre la fuente, pende un negro laurel,/ y la ninfa, riendo, suspensa de una rama,/ con pié tímido apenas roza las aguas frías” El ejemplo corresponde a un poema de José María de Heredia, poeta de origen español pero asentado en Francia, y que, si bien en su pathos argumental sostiene buena parte de los elementos definitorios del romanticismo, sí se observa una tendencia formal que lo aminora cuando no define, claramente ya, la intención que va a definir –siempre de una manera un tanto vaga y polémica- la tendencia de esta escuela poética.
El DRAE define el Parnasianismo como el “movimiento poético francés de la segunda mitad del siglo XIX caracterizado por la importancia que frente al sentimentalismo romántico concedía a la perfección puramente formal de la obra literaria”, definición que el antólogo y editor, Miguel Ángel Feria, matiza aclarando que el título de Parnasse revela la consciente filiación de la nueva escuela a la tradición poética clásica. Y en los versos que se transcriben tales cualidades podría decirse que se perfilan con cierta nitidez: “De un salto, sus hermanas, al son de la bocina/ sumergen en las vivas hondas sus carnes blancas,/ y emerge una cadera retozando en la espuma,/ torsos, melenas rubias o la rosa de un seno”
Hay, en efecto, una voluntad de estilismo formal, una preferencia estética que vendría a corroborar lo formulado, de nuevo, por el profesor Feria: “Los orígenes de la poética parnasiana se remontan a la génesis de la teoría del Arte por el Arte, abanderada en Francia fundamentalmente por Théophile Gautier en su reacción contra el romanticismo elegíaco y humanitario de la época”
Se trata, pues, de una poesía cuidada en lo formal, de algún modo expositiva donde cuentan los elementos del escenario, del decorado, y donde el concepto de belleza y armonía subyace en toda la composición bajo la premisa de obtener o defender un principio de belleza inherente a la palabra y, por extensión, al tema. Reparemos, por ejemplo, en el poema ‘Paisaje’ cuyo autor es el poeta Armand Silvestre: “En las aguas y el bosque cae la paz de la tarde,/ y el horizonte de oro, cual sereno incensario,/ aviva un soplo tibio que arrebola las nubes./ Más allá de la sarda va franjeando la luna/ los amplios arreboles con trémolos de plata,/ por hacerle un balcón a los hombros desnudos”.
Así pues, palabra para la belleza posible de la imaginación tomando como referencia la estética formal, una estética implícita atribuida a la Naturaleza. Arte desde el Arte, tal vez para el Arte.
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