Entra en mi vida,
sin anunciarte,
abre los ojos,
vamos a vernos,
poquito a poco.
Así cantaba el rockero granadino Miguel Ríos en 1.980 la canción Santa Lucía del cantante y compositor argentino Roque Narvaja. Entra en mi vida tiene mucho de esa estrofa, tiene mucho de rock y tiene mucho de una época, mediados de los noventa cuando se comenzaron a conocer muchos casos de robos de niños recién nacidos en tiempo de la dictadura y, lo que es más asombroso, en tiempo de la democracia.
Laura, la supuesta niña robada, entra en la vida de su hermana, Verónica, una protagonista de rompe y rasga, una protagonista que es todo un hallazgo de la escritora de Guadalajara y que, por supuesto, entra en la vida de una madre, Betty, que siempre supo que su hija no nació muerta, que aturdida por la anestesia oyó llorar a una hija a la que no pudo ver, a una hija que se la hurtaron desde el mismo momento del parto ¡Qué mayor drama para una madre que eso! ¿Cómo puede haber gente tan ruin que cometa tales actos?
De eso va la novela, que es contada en primera persona por las dos protagonistas, Verónica y Laura. 17 y 19 años tienen cuando se desarrolla la acción. Visión que se va alternando capítulo a capítulo, prácticamente, y en los que podemos ver la evolución de las dos jóvenes.
Verónica a los 10 años encuentra en una cartera la foto de una niña que su madre enseñaba a una amiga, Ana, una auténtica depredadora, vértice de los acontecimientos que les suceden a las dos familias de las dos protagonistas. Esa niña que no sabe quien es, la rondará por la cabeza, hasta que atando cabos comienza una investigación en la cual va abriendo los ojos poco a poco.
Su madre, una víctima de la vida, tiene una existencia desesperada, una vida llena de tristeza, de silencios y de discusiones, pero es una superviviente, que calla lo que sabe y se recrimina por lo que no pudo hacer porque alguien la falló. Pero una vida de una auténtica luchadora que lucha por cambiar su destino, por conocer una verdad que todos quieren ocultar. Su vida no fue en balde porque su hija toma el testigo, la persona que más la cree sin haber intentado convencer, y continúa una investigación en donde puede más el corazón que la razón.
Todo desde una perspectiva, juvenil, adolescente pero terriblemente madura, con la madurez que da una vida llena de aristas y de recovecos. Verónica es una joven de una lógica aplastante que va completando un puzzle, pieza a pieza, donde le faltaban muchas de ellas y otras se las ocultaban. Todo ello entremezclado con su vida de adolescente, de estudiante, de empleada, de joven que no vive ajena a la realidad de su tiempo y donde su amigo rockero da el contrapunto a una vida vivida sin hurtar un enamoramiento pasajero que conlleva un pequeño drama.
Clara Sánchez trenza un drama muy bien estructurado. Sus descripciones son ágiles y coloristas, tanto en el aspecto físico como mental. Describe la psicología de los protagonistas a la perfección y vemos claramente sus motivaciones y los observamos como realmente son. Destaca el personaje de Verónica, en las dos primeras partes ama absoluta de la obra, en la tercera y última, deja más protagonismo a Laura, que nos cuenta cómo percibe una realidad que encuentra de sopetón, sin buscarla. El tema de Entra en mi vida está de candente actualidad, más de 1.500 casos de niños robados se han dado en nuestra geografía. Clara Sánchez lo trata con cariño porque a ella la podría haber pasado, recordaba en la presentación del libro. Su madre no paraba de decir en el hospital donde tuvo a su hija que "su marido está de camino, pronto va a llegar", ella no sabía por qué lo decía, ahora ya lo entiende. Y se nota la mano femenina en la obra, está vista con la perspectiva de una madre.
La obra plantea varios interrogantes y quizá el principal sea si se quiere a los hijos tal y como son en el momento del reencuentro o si se quiere el recuerdo de cuando nacieron, ¿se tiene derecho a entrar en una vida ya formada y ese encuentro puede tirar por tierra todo lo vivido hasta entonces? Yo creo que sí, se tiene el derecho y el deber, sin embargo, Clara Sánchez deja un final más abierto para que cada cual se imagine su final.
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