El autor en la última página nos anticipa que “Hambre a borbotones” es la primera entrega de una trilogía titulada “Carne roja”, probablemente la trilogía más sanguinaria que se haya escrito en la península Ibérica y parte de Europa. Por supuesto, los escritores nórdicos quedan al margen, ya que a estos se les suele acusar de extremadamente violentos.
A Álber Vázquez también le podemos acusar de violento, pero lo que le diferencia de los escritores escandinavos es la originalidad del tema que trata. En su novela hay asesinos en serie, a psicópatas que matan por gusto y, otros, que matan por el placer de devorar su carne roja. El autor de Rentería introduce la antropofagia en la trama negra de su novela y todo gira sobre esa necesidad de ciertos protagonistas por la carne humana.
Al autor se le podría comparar con Wes Craven y sus obras, pero creo que es más original. No hay violencia gratuita, lo que sí hay es una descripción de esa violencia que nos llega a poner los pelos de punta. En “Hambre a borbotones” hay, por supuesto, mucha violencia, también mucho sexo extremo, venganzas despiadadas y una investigación policial que puede parecer cutre, por la limitación de miembros, pero que no lo es.
La novela está escrita, en la mayoría de los pasajes, en segunda persona, pero también utiliza la primera persona, hay muchos diálogos interiores del protagonista que narra lo que ocurre, y también hay pasajes en tercera persona. Y son varios los narradores que asumen de modo consecutivo dicho papel. Lo que hacen a la novela tener un cierto tono coral que nos obliga a estar muy atentos de quién es él que habla.
Dos son las tramas principales que se van desarrollando de manera simultánea en los treinta capítulos del libro. Por supuesto, al final confluyen pero sin dejar su personalidad. Álber Vázquez ha conseguido una violenta novela negra con muchas cualidades de la gran literatura, aunque algún lector podría dejar la misma debido a tanta violencia. No debemos de olvidar que los mayores negocios del mundo son el sexo y las armas, y aquí tenemos ambos en abundancia.
El autor vasco maneja la novela a su antojo, dejando al lector asombrado con uno y otro acontecimiento que se suceden a un ritmo vertiginoso y siempre mayor y mejor que el anterior. Sus descripciones de las escenas de violencia son magistrales, hasta en alguna ocasión creía que me salpicaban de sangre la cara durante la lectura. Ya estamos esperando las próximas entregas para ver como concluye esta trilogía. La novela tiene un final cerrado, se puede leer independientemente del resto, pero que deja una puerta sobre un crimen que creía haber resuelto la policía. De momento, como prueba de amor me comeré un par de páginas del libro, si el autor no me obliga a más.
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