La novela trata sobre el hundimiento de uno de los mayores buques transatlánticos de vapor que han tenido las navieras españolas. “El Príncipe de Asturias” fue considerado el buque insignia de la Marina Mercante Española y su hundimiento se llegó a comparar con el del Titanic. Se perdieron, hace exactamente un siglo, 457 vidas y sólo lograron salvarse de la tragedia 143 personas. Hasta el hundimiento del Valbanera en Cuba en 1919 se consideró el mayor hundimiento de un buque español.
El barco zarpó del puerto de Barcelona el jueves 17 de enero de 1916 y como bien refleja el título de la novela, llevaba en él todos los sueños del mundo de muchas personas que emigraban o huían hacia Argentina. Emigrantes españoles a la búsqueda de nuevas expectativas de vida o refugiados y desertores de la Gran Guerra de diversos países, se juntaron para cruzar el océano en busca de una vida mejor y más próspera.
En “Tengo en mí todos los sueños del mundo” hay varias tramas, todas ellas igual de importantes, de personas que abandonan una vida para emprender otra. Es una novela coral con sabor a decimonónica donde las pasiones, los amores y las intrigas se dan cita para conformar un mosaico del inicio del siglo XX, que vivía imbuido en la mayor guerra que hasta esos momentos se había producido.
En la novela volvemos a encontrarnos, tangencialmente, con algunos de los protagonistas de la anterior novela de Jorge Díaz, Cartas a Palacio. En ambas el monarca Alfonso XIII tiene un papel breve pero determinante. En esta ocasión comisiona al noble Eduardo Sagarmín en una representación de la patria ante el gobierno argentino. También hay otras historias, como la mallorquina que se casa por poderes con un rico emigrante, la cantante pícara, el desertor italiano, el periodista crítico con los militares o los judíos tratantes de mujeres, son algunos de los protagonistas de la novela que nos dan una perspectiva general de cómo eran esos tiempos.
Jorge Díaz no sólo cuenta hechos históricos, también repasa algunos de los acontecimientos más oscuros de la época de una manera crítica y, desde luego, efectiva. Muchos convencionalismos son tratados de forma puntillosa. Pero lo más importante de la novela es el ritmo que imprime el escritor valenciano a todos los acontecimientos que trata. Maneja el tempo a la perfección, va dando paso a las diferentes tramas para que el lector no se descuelgue de las mismas y espere con ansiedad el retomar los acontecimientos aparcados de manera breve.
Imprime a sus historias una pasión y un sentimiento como pocos escritores hacen y nos arrastra en un alud de acontecimientos que deja sin respiración al lector, configurando una novela redonda donde no falta intensidad, hechos sorprendentes y humor. Parece que Jorge Díaz está empeñado en mostrarnos la idiosincrasia de un reinado y de una sociedad que conoce a la perfección y que estamos seguros nos seguirá sorprendiendo, en un futuro, con acontecimientos olvidados que merecerá la pena conocer.
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