Si se mantiene cuerdo debe ser gracias a la literatura. La literatura le ha salvado y en especial “La hija del capitán Groc”, una novela histórica que parecía predestinada para que la escribiese este escritor barcelonés de ascendencia castellonense, más concretamente de las agrestes y románticas tierras de El Maestrazgo o Maestrat. La historia ya estaba allí antes de nacer Víctor Amela, pero esperó pacientemente hasta que una serie de casualidades se produjesen y estallase el Big Bang y esa explosión la recogiese el periodista catalán.
“Con ocho años me diagnosticaron una enfermedad pulmonar. El doctor dijo a mis padres que me vendría bien un clima seco. Fue entonces cuando mi padre se acordó de la tierra de su padre, de Forcall, y allí fuimos al pasar el verano”, recuerda Víctor Amela en la conversación que mantuvimos una tarde de comienzo de primavera en una cafetería de la Gran Vía madrileña.
Allí jugó todo el verano ese niño, pequeño burgués, con sus nuevos amigos de la sierra. En uno de los lances con esos amigos, uno de ellos le echó en cara que podría ser de la gran ciudad pero que no conocía al Groc, el célebre guerrillero de aquellas tierras que era una especie de Zorro o Curro Jiménez. Además, un tiempo después, apareció en la casa familiar un cuadro de medio cuerpo con una persona ataviada a la manera guerrillera con un pañuelo aragonés en la cabeza. “Era mi abuelo”, rememora y añade “ahí entré en un mundo mágico que tenía que ver con el carlismo”. Ese abuelo era uno de los protagonistas de la novela Pep lo Bo. “Aquí hago un pequeño homenaje a mi abuelo”, reconoce.
“La hija del capitán Groc” comenzó a escribirla en castellano pero la idiosincrasia de la zona, con un idioma valenciano muy puro y antiguo, con unos giros muy exóticos, hizo que se retase a escribirlo en catalán; pidió la ayuda a una prima, filóloga, para que le ayudase a incorporar giros particularísimos de la zona y el resultado es la novela que se hizo acreedora al Premio Ramon Llull 2016. Para ser la primera obra que escribe en catalán no está nada mal. Además, se ha encargado de la traducción al castellano, lo cual es de una riqueza inestimable. “El bilingüismo es riqueza y Cataluña tiene una riqueza literaria que en muchas ocasiones proviene de escritores castellano parlantes. El mestizaje siempre es fecundo”, recalca con pasión, con la misma que dice: “el valenciano de Castellón es catalán con música aragonesa”. ¡Que mayor mestizaje!
Para comenzar a escribir la novela, estuvo muchos años recopilando toda clase de libros sobre el Maestrazgo, costumbres, gastronomía, etc., sin un fin, sólo por gusto, hasta que encontró un manuscrito familiar que lo escribió el yerno del Groc. “El yerno también fue carlista y estuvo encarcelado y fue en la cárcel donde comenzó a escribirlo. Cuando lo leía supe que allí había materia literaria y tenía que ser yo quien lo escribiese y juntase la tradición oral, los escenarios, los sabores y las sensaciones para dar forma a una novela de aventuras y decimonónica”, desgrana Víctor Amela con la misma pasión con la que imprime a sus textos. Cuando ya tuvo todos los mimbres, redactó la novela en año y medio, pero hubo unos ochenta días del verano pasado donde tomó el cuerpo y la forma con la que ahora aparece. “Me lo he pasado estupendamente escribiendo la novela”, reconoce orgulloso.
“La hija del capitán Groc” es una novela histórica diferente, donde los roles los ha cambiado el autor con habilidad. “Los liberales representan el progreso y la modernidad, pero también el primer capitalismo y la corrupción son los malos de la novela. Sin embargo, los carlistas están representados por los pobres, por los agricultores de aquellas tierras que quieren que pervivan las tradiciones”, explica el autor de la novela en la interesantísima charla que mantuvimos el mismo día que se ponía su libro a la venta.
Esta ambivalencia se ha mantenido en España durante muchos siglos. “España está condenada a la polaridad, al fratricidio”, afirma Víctor Amela con rotundidad. Ese choque entre los dos mundos se ha mantenido desde la primera guerra carlista. “En las mismas tierras donde transcurre la novela, un siglo después se dará el fenómeno del maquis”, recuerda, como muy bien nos contó hace unos años la escritora Alicia Giménez Bartlett en su novela “Donde nadie te encuentre”.
El Maestrat ha sido siempre una tierra autosuficiente hasta que las guerras carlistas asolasen sus tierras. Durante esas guerras, esas tierras tuvieron un mucho de frontera y esto se traspasa a la novela como si de un western se tratase. Muertes, violaciones, historias de amor, lucha por la libertad, por los principios y aventuras, muchas aventuras románticas en un paraje agreste y montaraz.
“La novela es absolutamente verídica, muy documentada. La historia de este guerrillero es épica. Él se consideraba a sí mismo como una persona justa y noble. Cada vez que hacía un asalto expedía recibos de lo incautado. No se veía como un bandolero sino como un libertador. Esa ambivalencia me encanta”, expone Víctor Amela durante la charla que mantuvimos alrededor de un café.
Tomás Penarrocha, alias el Groc, fue perseguido por las tropas isabelinas. Fue víctima de ultrajes en carne de su familia, de persecuciones inmisericordes y de la traición de sus amigos, puestos entre la espada y la pared por un hábil general Juan de Villalonga y Escalada que terminó triunfando pero quedando entre sus propias filas como un apestado.
Víctor Amela ha conseguido rizar el rizo en la trama. El bueno de la novela es el bandolero, que encarna a la reacción y a lo más retrógrado de las posiciones políticas y religiosas. Los malos son los liberales, que encarnan todo lo malo y corrupto de una sociedad. El ejercicio de leer la novela nos hace ponernos en el lugar en el que no nos gustaría. El mérito ha sido de este escritor barcelonés, que ha sabido ponernos justo en el lado contrario.
Puedes comprar el libro en: