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Edición testing
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El infierno portátil, de José Manuel Corredoira Viñuela,[1] nos pone, de entrada, frente a uno de los dilemas más candentes de la práctica y de la teoría teatrales, fuera en la época de Aristóteles, fuera en el Siglo de Oro español: dirigirse a la inteligencia de los espectadores mediante la palabra o el discurso teatral, sin tramoya ni ornato, o bien complacer y causar la admiración de los “mirones” del teatro con la “mecánica” a que alude Aristóteles en su Arte poética o con las filigranas descritas por Will en la primera escena de la obra que nos ocupa. De manera simbólica, Corredoira decide borrar o quemar dichas filigranas con la luz de una cerilla para dirigirse, como recomendaba Aristóteles, a los lectores o “espectadores más inteligentes”,[2] razonables y críticos.
Dos entes y un destino
Podría decir que se apagan las luces, pero las luces ya estaban apagadas para Diana, siempre sumisa, siempre dispuesta, siempre acatando órdenes, sugerencias, desplantes, desprecios, siempre siendo la última, un cero a la izquierda.
Una noticia no esperada
Algo cambia en el concepto de las relaciones cuando se descubre un secreto. Surge un impulso de querer saber más, de ahondar en el pasado, de preguntar por qué no se supo nada antes y, entonces, uno se arroja a las dudas, a cuestionarse de dónde procede y en qué medida le afecta, a plantearse si las cosas hubieran sido de otra manera.
Involucrarse
Un país como El Salvador necesita que lo salven. De la inflación, de la violencia, del desempleo, de la desigualdad, de la pobreza, del crimen, de las pandillas.
Celebremos
No es necesario ser un niño para pasárselo de Farra en el teatro. No importa ser un adulto para estar de Farra en el teatro. Tampoco es de obligado cumplimiento tener algo que celebrar para celebrar algo, valga la redundancia.
| | El mundo está roto pero se puede caminar |
Libros
Libros. Palabras, letras. La literatura sin parafernalias que emana del interior de cada persona y llega, y trasciende, y se hace nuestra.
El niño que llevamos dentro
El desierto. Un avión queda estropeado en medio de las dunas, en medio de la nada más absoluta. Y su piloto, Antoine de Saint-Exupéry, cree sufrir varios espejismos. De ahí surge una de las novelas más leídas y traducida del francés de todos los tiempos. El principito. Y desde 1943 en que se publicó no ha dejado de editarse, de venderse, de expandirse.
No habrá milagro
Del verdadero significado de las cosas, de la vida y de la muerte, de lo oculto y lo evidente, de lo secreto y de lo público.
Por dónde empezar
Nos pasamos los años, la vida, este transitar en el mundo terrenal, queriendo ser algo, haciendo siempre cosas, contándonos historias, acumulando experiencias, aprendiendo para después olvidarnos, trabajando y volviendo a trabajar con el sudor de nuestra frente y nuestras axilas, imaginando situaciones idílicas, jugando a la lotería, soñando y teniendo pesadillas, maquillados, entrampados, corrompidos, falseando el sosiego familiar, aparentando lo que no somos, mintiendo, controlando y dejando que nos manipulen, mirando a un horizonte que no existe, disimulando ante los demás, engañándonos a nosotros mismos, entre luces y sombras, intentando esquivar a la muerte, cuando eso es imposible.
Miguel Hernández para siempre
MIGUEL HERNÁNDEZ GILABERT, hecho a sí mismo, valiente, necesitado de gente y casi siempre solo. Miguel Hernández, tuviste mala suerte, pero fuiste fuerte, y no abandonaste nunca tu camino; si te halló pronto la muerte, no se alegraron tus enemigos, porque tus amigos fueron creciendo poco a poco.
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