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LITERATURA > ESCENARIOS

"CUENTO DE INVIERNO", DIRIGIDA POR JUAN CARLOS CORAZZA: LAS SOMBRAS DE LA VERDAD

El tiempo, como muy bien se nos recuerda al inicio, es ese motor que todo lo puede, e incluso perdona. El tiempo y su capacidad para redimir la locura y la venganza. El tiempo y su tránsito hacia el perdón, la rectificación o la dicha. Axiomas, todos ellos, que caracterizan esta adaptación de una de las obras tardías de Shakespeare, en las que abandona ese misterio que reinaba su producción teatral inicial.

CHAVELA

Hay bellezas que no están, necesariamente, en el rostro. Están en la personalidad, en la música, en la voz, en la embriaguez de vivir, en la celebración del arte, en la pasión por la vida.

Resplandor que no se detiene

"La señorita de Trevélez" de Carlos Arniches bajo la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente: el amor y la búsqueda de la felicidad

El amor y la búsqueda de la felicidad frente a la chanza, el embuste, o el engaño como patrimonio de esa vida que, al primero que se le precita encima, es al que la patrocina. Siempre se dice que la mentira tiene las patas muy cortas, y a eso es a lo que asistimos en esta magnífica reposición de La señorita de Trévelez de Carlos Arniches en versión de Ignacio García May y dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente.

TODAS LAS CASAS

No puedo saber lo que ocurre al mismo tiempo que a mí me está sucediendo algo, pero sé que está pasando.

Cuéntame un cuento

YA NO QUEDA NADA DE TODO ESTO

Entro en el teatro y lo hago en mi barrio. No me siento raro en él. Sus palabras, sus personajes, sus situaciones, sus historias son mías, las hago mías, las entiendo, me siento partícipe de ellas.

Cada uno tenemos nuestra historia

CAPERUCITA EN MANHATTAN

“Todos tienen una historia que contar”. Y tú eres Sara Allen, o Caperucita que está en Manhattan, y eres capaz de contar las estrellas, y confirmar que la libertad está en una misma.

Plantarle cara al miedo

TRAVY

Jamás saldré de esta familia. Tampoco sé si quiero hacerlo. En realidad, no. Es una familia peculiar, de lo más variopinto, distinta a todas las demás. Así lo he asimilado y así lo he asumido. No quiero desvincularme de ella. Pero, por otro lado, hay que renovarse en sus planteamientos.

Que cada uno salude como quiera

"El infierno portátil", de José Manuel Corredoira Viñuela, en la vanguardia del teatro español contemporáneo

El infierno portátil, de José Manuel Corredoira Viñuela,[1] nos pone, de entrada, frente a uno de los dilemas más candentes de la práctica y de la teoría teatrales, fuera en la época de Aristóteles, fuera en el Siglo de Oro español: dirigirse a la inteligencia de los espectadores mediante la palabra o el discurso teatral, sin tramoya ni ornato, o bien complacer y causar la admiración de los “mirones” del teatro con la “mecánica” a que alude Aristóteles en su Arte poética o con las filigranas descritas por Will en la primera escena de la obra que nos ocupa. De manera simbólica, Corredoira decide borrar o quemar dichas filigranas con la luz de una cerilla para dirigirse, como recomendaba Aristóteles, a los lectores o “espectadores más inteligentes”,[2] razonables y críticos.

ATIENDE O DISPARA

Podría decir que se apagan las luces, pero las luces ya estaban apagadas para Diana, siempre sumisa, siempre dispuesta, siempre acatando órdenes, sugerencias, desplantes, desprecios, siempre siendo la última, un cero a la izquierda.

Dos entes y un destino

ANONIMATO

Algo cambia en el concepto de las relaciones cuando se descubre un secreto. Surge un impulso de querer saber más, de ahondar en el pasado, de preguntar por qué no se supo nada antes y, entonces, uno se arroja a las dudas, a cuestionarse de dónde procede y en qué medida le afecta, a plantearse si las cosas hubieran sido de otra manera.

Una noticia no esperada
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