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Hay un lugar en el recuerdo que se queda grabado para siempre. Hay una situación personal que se queda en la memoria cuando se evoca a la nada. Hay un sueño que parece convertirse en realidad y muchas realidades que se asemejan a los sueños.
Nuestras historias
¿Qué mejor forma de celebrar tu trigésimo séptimo cumpleaños que conociendo a tu madre? Esa fantástica idea fue la que se le ocurrió a Abel Azcona el pasado 1 de abril en una sala de columnas del Círculo de Bellas Artes repleta de amigos y desconocidos ávidos de nuevas experiencias como esas. Una forma de celebrar, en principio, privada, que invade el espacio público. Espacio público, eso sí, como sinónimo de político y militante. Político por el resplandor woke que inundó de buenismo el espacio para tal representación. Y militante, por la exposición del dolor, el abuso físico, el acoso y sus múltiples perfomances que nos acercaron hasta la figura del superviviente que nos exhibió un Azcona, primero sentado mientras nos introdujo en su perfomance, y luego de pie antes de dar entrada a su madre.
Una sombra se cierne sobre la mujer durante siglos y siglos. No solo sobre su cuerpo maltratado, al servicio de la lujuria y la erección de quien se cree superior y por encima de ella. También en forma de palabras, de desprecios, de ninguneos, de no escucha… es el intento del triunfo de la fuerza, de la posición ancestral que hemos ido arrastrando desde que la sociedad agrupa a seres humanos. Pero a algunos no se les puede etiquetar con esa condición de humanidad.
El equivocado sentido de la propiedad
Nace de la oscuridad, posiblemente, aunque, por otra parte, como todos. Pero Cris Balboa, además, nace o viene o se presenta casi como diosa galaica inventada a partir de un Roland, teclado piano electrónico, para incendiarse en el escenario.
Nos cuenta la libertad
Igual que las tempestades se tornan en calma, el amor se diluye entre los recuerdos que nos proporciona el paso del tiempo. Exigua mirilla de la verdad que nada más que nos deja ver un plano corto que lo enfoca todo en una única imagen. Los antiguos amantes, así, se pierden en la plenitud de un presente que no comparten. Y lo dejan todo en manos de las exiguas muecas de un pasado borroso e inapetente.
Crecieron las rencillas desde tiempos ancestrales. Son rivalidades que vienen de antaño y, aunque se quiera pasar sobre ellas como de refilón, acaban apareciendo las desavenencias, los odios, las críticas y, sobre todo, los intereses. Y, en medio de todo ello, el amor, la fragilidad de dos pechos que se han encontrado, aunque pertenezcan a familias enconadas.
Guada y Julieta
El eco de las palabras queda suspendido en el aire, hasta que se rescata en forma de recuerdo y, entonces, esas palabras cambian, modifican la realidad, dejan de ser el reflejo de lo que ocurrió o, por el contrario, reflejan lo que no ocurrió nunca, pero así se sienten en forma de vivencia pasada.
"Hay cosas que yo recuerdo que quizá nunca sucedieron, pero como las recuerdo, suceden”
Desahuciados“Ganarás la luz”, decía León Felipe en uno de sus libros escritos a raíz del destierro, del exilio obligado por las circunstancias adversas de la derrota en la guerra civil española.
Hemos venido aquí a conocer cuál es El cuarto de Atrás, de Carmen Martín Gaite. Para entender un mundo onírico mezclado con la realidad, los recuerdos con el presente, para conjurar la vida, porque, como bien dijo la propia autora en otra de sus obras, “Lo raro es vivir”.
Mundo onírico mezclado con la realidad
Un epitafio en forma de teatro. Cuando la matriarca de una familia fallece, todo lo que parecía atado y bien atado, lo que hacía que esa familia se congregase y mantuviera las formas de la concordia y la aparente unidad, de pronto, se desmorona, surgen las verdades ocultas, las rencillas calladas, las críticas que antes eran veladas.
A ti no te tiene porqué pasar
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