Nacida en Tánger, Juanita es una solterona resentida en una ciudad cosmopolita y liberal, punto de encuentro de artistas y culturas; un entorno en vías de extinción. Bajo una personalidad estricta y belicosa, presa de una moral hostigadora con la que juzga a quienes la rodean, fluye un torrente de anhelos ocultos, la fascinación por el cine, la atracción que le provocan los hombres, la envidia y los celos hacia su hermana, símbolo de todo aquello que es moderno y abierto, frente a la desolación de su propia vida.
La vida perra de Juanita Narboni es una novela sorprendente, estructurada sobre un monólogo lleno de crispación y de amargura, que gravita en tres pilares: el lenguaje tangerino, la vida en el Tánger liberal premarroquí y el universo femenino de la protagonista. Así, Vázquez Molina construye un testimonio impagable sobre el fin de una época: la ineludible y progresiva marroquización de Tánger y la consiguiente diáspora de las familias judías tangerinas, que junto a sus negocios, llevan consigo su peculiar lenguaje, la yaquetía ohaquetía, ese extraño castellano con mezcla de hebreo y árabe. La novela constituye así, además, un documento filológico excepcional y de impagable valor.
Juanita, al igual que el mismo Vázquez Molina, se mueve dentro de un universo poliédrico, multifacético, como una hidra emocional en la que todos y todas podemos vernos reflejados. La Juanita quejumbrosa de su hermana (la moderna, la guarra). Juanita la frustrada sexualmente, quejándose de su Adolfito, que la dejó plantada por Pepe el Bombero. La procaz y deslenguada Juanita, la solterona, con sus manías y continuas borracheras, la que aguanta impasible su fiel criada Hamruch. Juanita la políglota, o mejor, la multilingüe, hablando su jerga personal mezcla de andaluz, jaquetía, francés y llanito (ingles gibraltareño).
Las dos versiones cinematográficas que ha tenido la novela, una española de Javier Aguirre, con el título de Vida perra (1982) y la actuación de Esperanza Roy, y la más reciente, hispano-marroquí, en 2005, de la directora Farida Benlyazid, han contribuido, sin duda, a popularizarla cara al público, aunque ninguna de ellas llegue a reflejar toda la enjundia que contiene la novela original.
Ángel Vázquez quedó finalista del Premio de la Crítica con este libro en 1976, considerado hoy una obra maestra por sus características insólitas y su audacia precursora. Ganador del Premio Planeta en 1962, Vázquez fue aclamado por los medios y permaneció siempre alejado de los círculos literarios españoles de su época.
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