Este poemario contiene altas dosis de belleza y sinceridad. El autor, con total libertad, recorre un camino en el que va desgranando su biografía, hasta dejar a ese “yo” poético y vital casi al desnudo y en su esencia más pura.
Pincelada tras pincelada, como si de un pintor se tratara, el poeta dibuja espacios y tiempos, y recorre temas como la poesía, el amor, el desamor, la amistad o la familia. A través de los recuerdos vemos cómo va evolucionando y cambiando ese “yo”, aunque no del todo porque en el camino siempre algo se queda fijo y perdura.
Los retratos pertenecen a épocas muy diversas, a momentos clave de la vida del poeta: “El autorretrato con muro” se refiere a la caída del muro de Berlín. Destacan tres fechas biográficas claves como son “Autorretrato a punto de cumplir los treinta” o “Autorretrato con treinta y cinco años” o el que más me gusta (junto al poema final) que es “Autorretrato con abril lluvioso”, que finaliza con una estrofa tan hermosa como la siguiente: “Ay, abril, ¿por qué llueves tanto? / ¿por qué llueves tanto este año? / Pero, ¿por qué llueves tanto / ahora que cumplo cincuenta años?”.
Se trata de una obra con muchos contrastes, de luces y de sombras, de blanco y de negro; de hecho, la carátula contiene la imagen de medio cuerpo de Kepa Murua sobre un fondo oscuro y con especial iluminación sobre la cara para que podamos apreciar bien sus facciones. Y en los poemas, aparte de palabras como “frío” o “miedo” que se repiten, también tenemos vocablos como “blanco” y “negro” en los versos del principio del poema “Autorretrato con paleta” (página 39): “Si yo fuera pintor / de finales de siglo / tendría que retratarme / con una paleta de blancos y negros / en una primera etapa.”
También se repite la palabra “sombras”; por ejemplo en el poema “Retrato en el aire” que encontramos en la página 60, donde el poeta nos dice: “Y en el techo, la bombilla blanca / y las sombras posibles / que dibujan los posibles recuerdos.”
En su lectura encontraremos mucha autodeterminación y conocimiento salvaje de uno mismo. Y conforme vayamos avanzando por las páginas, lo apreciaremos con mayor claridad hasta llegar a la apoteosis del poema final del que solo voy a citar unos versos: “Sin saber dibujar, puse mi nombre debajo. / Sin muchos colores en la paleta, viví intensamente / el amor que se descubre solo o acompañado.” Y aunque estos versos pertenecen al poema “Retrato inacabado”, con el que acaba el libro, yo diría que es el más acabado de todos y el que pone el broche de oro final junto a un dibujo que también es el más nítido de todos los que acompañan al libro.
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