“Tus libros preferidos, lector, son como borradores de ese libro sin lectura final” decía Borges, que en su conocido relato La biblioteca de Babel escribió: “La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza”.
Cámara en mano, el fotógrafo Javier Agustín Rojas se ha adentrado en la biblioteca de Borges, ahí donde el escritor argentino se formó, ante todo, como lector para luego convertirse en uno de los escritores más importantes del siglo XX. De todas las fotografías realizadas por Rojas, Fernando Flores Maio, que comisarió la exposición El atlas de Borges, ha hecho una selección para este libro, destacando aquellos volúmenes en los que el autor de El Aleph hizo anotaciones, dejó escritas las impresiones suscitadas por aquellas lecturas. Con la publicación de La Biblioteca de Borges el lector podrá, por primera vez, conocer no sólo las lecturas de Borges, sino también sus huellas. “La mayoría de ellos son de origen inglés o norteamericano. Por supuesto encontramos también autores españoles, franceses, italianos. Rudyard Kipling, John Donne, William Blake, Bernard Shaw, T. S. Eliot; también están Almafuerte, Sarmiento, Enrique Banchs, Dante Alighieri, Kafka, Homero, Virgilio. Pero lo que más encontramos en su biblioteca son libros sobre filosofía y religiones de la India, Japón, China, también una Historia de la magia, obras de Spinoza, su interés desde niño por los mitos griegos, sobre todo por el minotauro, y naturalmente la obra de Shakespeare”, apunta María Kodama en el prólogo.
En las fotografías que aquí reunimos, el lector se reencontrará con todos aquellos escritores que llenan las páginas de Borges, que habitan en sus relatos, en sus prólogos de prólogos y en sus poemas. “Esas amistades —que él fue cultivando al leer a sus autores preferidos— podemos conocerlas y hacerlas propias a través de los textos que leemos de Borges. En ese sentido, debemos agradecerle que nos haya presentado a tantos genios, que quizá no hubiéramos conocido si no fuera por esas lecturas. De manera que entrar al lugar donde está la biblioteca personal de Borges es encontrar a todos esos amigos. Y para este libro tomamos casi al azar algunos de ellos (aunque como decía el autor de El Aleph —inspirado seguramente en Spinoza—, en realidad no hay azar, ya que lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad)”, concluye Flores Maio.
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