Hernández Garvi es un reputado divulgador histórico que ha colaborado en diversas revistas como Muy Historia o Revista Española de Historia Militar. Además, obtuvo el prestigioso premio Algaba de Historia con una obra sobre diversos colaboradores de la casa de los Austrias, periodo histórico en el que está especializado y, aunque parezca mentira, dicho periodo está muy relacionado con el franquismo, como veremos más adelante. También es colaborador de la revista Año Cero y del programa televisivo Cuarto Milenio.
“La literatura esotérica está muy contaminada por ciertos personajes que han divulgado demasiadas leyendas urbanas. Con el dictador Franco pasa lo mismo. Yo me he querido acercar a él con un cierto rigor histórico sobre todo en su faceta esotérica que es muy desconocida y que a mí me ha llamado mucho la atención”, explica al comenzar la entrevista en la terraza de una céntrica cafetería de la capital.
El escritor reconoce que la “vertiente político y militar del general Franco anula a todas las demás”. También opina que hay otras partes de su vida que son bastante desconocidas como su periodo africanista. “No se conoce prácticamente nada de ese periodo. Me encontré con algún episodios curiosos y me lancé a escribir sobre esa parte de su vida más desconocida”, nos avanza.
“Su padre le despreciaba y en la Academia Militar de Toledo sus compañeros no le hacían el menor caso. Franco no se relacionaba con ningún compañero, era un auténtico tipo solitario. Para todos era Paquito o Franquito, siempre en diminutivo. Fue relegado por todos sus conocidos. Y es, precisamente eso, lo que le hace ser una persona tan vengativa. Planteó su vida como una especie de venganza sobre todos los que le despreciaron”, analiza con visión certera el escritor madrileño.
Intelectualmente Franco demostró ser una persona bastante mediocre. Ni siquiera hizo los cursos de Estado Mayor para poder ascender en el ejército, por eso, sabía que su única posibilidad de lograrlo era por méritos de guerra, de ahí que se alistase en lo regulares, el cuerpo del ejército más peligroso. Sin embargo, Franco fue un gran lector, sobre todo de novelas de aventuras, algo que luego plasmaría en su vida. “El se veía como un héroe, era arrojado y temerario. En la loma de las Trincheras fue herido y estuvo a punto de morir. Salvó su vida milagrosamente y desde ese momento surgió un halo de buena suerte sobre él. Sus soldados consideraban que tenía baraka, una especie de bendición y suerte de los héroes islámicos”, cuenta con minuciosidad José Luis Hernández Garvi.
Desde ese momento, llevó una vida bastante contradictoria. De profundas convicciones católicas, se rodeó de rifeños que conformarían su compañía de regulares y, posteriormente, su famosa Guardia Mora, pese a eso no se relacionaba en exceso con ellos. Cuando ganó la guerra, quiso que España volviese a ser un Imperio a costa de Marruecos y las posesiones coloniales francesas. En esta ocasión, el tiro le salió por la culata. Pero, siempre, mantuvo vivo el recuerdo africanista. “Hizo alguna declaración en la que reconocía que echaba de menos África. Y en esas ocasiones se le podía apreciar una ligera mueca de sonrisa, algo que apenas hacia”, detalla el investigador.
El que llegase a hacerse con los mandos de la rebelión militar fascista, también se debió a un cúmulo de circunstancias favorables para él. Los generales Sanjurjo, ideólogo del golpe, y Mola, encargado de planificarlo y llevarlo a cabo, murieron ambos en accidentes de avión. Estos dos acontecimientos hicieron que, finalmente, fuese Franco el designado para dirigir la sublevación. “Otra vez, un cúmulo de hechos avalaban su suerte”, corrobora Hernández Garvi. Y eso que Franco no tuvo amigos. Tan sólo Carrero Blanco se encontraba cerca de los episodios más significativos del dictador.
La mezquindad de Franco se demuestra en que, nada más haber acabado la guerra se autoconcedió la medalla de la Laureada de San Fernando. Pese a la valentía demostrada en sus operaciones africanas, el Alto Estado Mayor no le quiso conceder tan preciada medalla. Así que, se la concedió el mismo justo nada más acabar la Guerra Civil. ¡Para que esperar más!, debió pensar.
Si bien hemos señalado que Franco tenía confianza casi ciega en Carrero Blanco, otro amigo que le ayudó muchísimo y al que José Luis Hernández Garvi dedica un capítulo de su libro es el almirante Canaris, que ayudó a Franco a decidirse para que España no entrase al lado de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. También dedica parte del libro al “proyecto Islero”, el proyecto de creación de una bomba atómica que casi estuvo a punto de conseguirse gracias al general Velarde. “Todas las dictaduras tienen un rasgo común: la megalomanía, Franco quería construir esa bomba como también quiso construir grandes edificaciones a mayor gloria de su persona: El Arco del Triunfo de Moncloa, que iba a ser mucho más grande que el de Paris, los nuevos Ministerios y, por supuesto, el Valle de los Caídos”, señala con acierto el autor del libro.
“Franco se apropió para sus monumentos de símbolos de la monarquía y de la tradición romana”
“Franco quería construir una autopista fascista desde Moncloa al Valle de los Caídos, todo basado en la arquitectura de Albert Speer y de la nueva Germanía que había diseñado para Hitler”, cuenta Hernández Garvi. Para construir su gran pira funeraria buscó un sitio en la sierra de Guadarrama. “La quería muy cerca de El Escorial y su carácter megalómano hizo que construyesen un monumento de unas dimensiones inauditas. Además, Franco se apropio para sus monumentos de símbolos de la monarquía y de la tradición romana como el Víctor, y ahora estamos viviendo las consecuencias. Todo esto ha hecho mucho daño”, afirma sin asomo de dudas el autor de “Ocultismo y misterios esotéricos del franquismo”.
Sin embargo, Franco no consiguió instalar una monarquía con sus descendientes y tuvo que dar su brazo a torcer con la reinstauración borbónica. También hablamos durante nuestra charla de la relación de Franco con la masonería. “Siempre estuvo ofuscado con la masonería, quizá porque su padre pudo serlo –no hay datos fidedignos-, sí sabemos con seguridad que su hermano Nicolás lo fue. Siempre se comportó de manera cruel con los masones. No sabemos si fue porque no le admitieron en alguna logia o porque simplemente odiaba esa institución secreta. “Lo que no cabe duda es que tenía muy buenos conocimientos de los masones”, certifica el autor.
Para finalizar hablamos de uno de los grandes misterios que ocurrieron en el postfranquismo: las caras de Bélmez. “El caso tuvo una gran repercusión social, toda España estuvo atenta de las apariciones de esas caras en una modesta casa de la población cordobesa. Al final, el diario del Movimiento, Pueblo, reconoció que todo había sido una estafa, lo cual vino muy bien para tapar los indultos del caso Matesa, el mayor fraude económico del franquismo”, concluye José Luis Hernández Garvi una interesantísima conversación sobre los misterios del franquismo.
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